Un 3 de abril como hoy, pero de 1981, el mundo de la tecnología dio un paso audaz hacia la portabilidad con el lanzamiento del Osborne 1, el primer ordenador «portátil» comercialmente exitoso. Eso sí, con sus 11 kilos de peso, más que un portátil era un gimnasio con teclado, un auténtico desafío para los hombros de cualquier entusiasta de la informática dispuesto a llevarlo bajo el brazo. Fabricado por la Osborne Computer Corporation, fundada por el visionario Adam Osborne, este mastodonte tecnológico llegó para demostrar que el futuro no estaba atado a un escritorio… aunque sí a un enchufe.
Imagina la escena: una pantalla CRT de 5 pulgadas que apenas mostraba 52 caracteres por línea, un procesador Zilog Z80 a 4 MHz zumbando con orgullo, y 64 KB de RAM que hoy no alcanzarían ni para abrir un meme. Sin disco duro, pero con dos disqueteras de 5,25 pulgadas que almacenaban la friolera de 91 KB por disquete, el Osborne 1 era un titán de su tiempo. Por 1.795 dólares, no solo te llevabas el equipo, sino también un arsenal de software como WordStar y SuperCalc, un paquete que valía casi tanto como el propio ordenador. Vamos, una ganga para quienes soñaban con teclear informes mientras sudaban la gota gorda transportándolo.
El cerebro detrás de esta maravilla fue Lee Felsenstein, quien tomó inspiración del Xerox NoteTaker y lo convirtió en algo que cabía –justo– bajo el asiento de un avión. Adam Osborne, un tipo que sabía más de escribir sobre tecnología que de hacerla sostenible, apostó por romper la barrera del precio y la movilidad. Y funcionó… al menos por un rato. En sus primeros meses, el Osborne 1 voló de las estanterías –o más bien rodó, porque nadie lo levantaba sin esfuerzo– con 11.000 unidades vendidas y picos de 10.000 al mes. En septiembre de 1981, la empresa celebró su primer millón de dólares en ventas. ¡Éxito total!
Pero, como todo buen culebrón tecnológico, la gloria duró poco. La competencia, como el Kaypro II con su pantalla de 9 pulgadas, empezó a pisarle los talones. Y luego llegó el famoso «efecto Osborne»: la empresa anunció nuevos modelos antes de tiempo, los distribuidores cancelaron pedidos del Osborne 1, y el inventario se acumuló como pesas en un gimnasio abandonado. En 1983, la Osborne Computer Corporation se fue a pique, dejando tras de sí un legado agridulce.
Hoy, 44 años después, el Osborne 1 nos recuerda que la portabilidad tuvo un comienzo tosco, pesado y sin batería, pero valiente. Fue el abuelo forzudo de los portátiles modernos, un pionero que demostró que las ideas grandes a veces vienen en paquetes que te hacen replantearte si vale la pena cargarlas. Así que, si hoy levantas tu laptop de un kilo sin sudar, dale las gracias a este armatoste que abrió el camino… y de paso, compadece a quienes lo llevaron colgado al hombro.