Vía 14ymedio
Un inesperado paro académico en varias universidades de Cuba ha desatado una oleada de solidaridad dentro y fuera del país, mientras las autoridades reaccionan con pánico y discursos cada vez más beligerantes. La protesta, originada por el reciente aumento de tarifas de Etecsa —que en la práctica dolariza el acceso a internet— ha dejado al descubierto un creciente descontento entre estudiantes, profesores y egresados.
La Facultad de Matemática y Computación de la Universidad de La Habana fue la primera en anunciar el cese de actividades, a la que se sumaron rápidamente la Cujae y la Universidad Central Marta Abreu de Las Villas. La protesta ha sido presentada por el régimen como parte de “una campaña orquestada desde el exterior”, pero los videos que circulan en redes sociales muestran una realidad distinta: jóvenes que, desde sus aulas, convocan a continuar el paro con aplausos y apoyo generalizado.
En un intento por controlar la narrativa, Roberto Morales Ojeda, alto dirigente del Partido Comunista, calificó las manifestaciones como parte de una “guerra mediática” y llamó a “cerrar filas”. Pero el tono marcial del mensaje oficial solo ha aumentado el malestar. Incluso en espacios afines al Gobierno, como el grupo de Telegram La Manigua, comienzan a surgir grietas. “Estamos viviendo momentos como los del 11 de julio”, reconoció un usuario. Otro fue más directo: “Nuestros talones de Aquiles son la juventud y la cultura. En ambos casos nos están dando de lo lindo”.
El movimiento estudiantil no se ha replegado. Profesores del Departamento de Sociología de la Universidad de La Habana han expresado su respaldo a los estudiantes y exigido la suspensión inmediata del tarifazo, además de una consulta ciudadana auténtica y mecanismos institucionales que garanticen decisiones colectivas.
Egresados universitarios también han comenzado a recolectar firmas en solidaridad con los manifestantes y en protesta por la respuesta represiva del régimen. La indignación crece a la par de la inflación, mientras las autoridades se ven obligadas a improvisar: ofertas especiales para estudiantes, mensajes contradictorios y una repentina visita de la ministra de Comunicaciones, Mayra Arevich, a Rusia.
Lejos de apaciguar los ánimos, estas maniobras evidencian el desconcierto en las altas esferas del poder. El viejo guion de culpar al “enemigo externo” pierde fuerza. Esta vez, el descontento no viene de Miami, sino del corazón de las aulas cubanas.