Por primera vez desde que asumió el poder en 2012, el presidente chino Xi Jinping no asistirá a la cumbre anual de los BRICS, el foro de potencias emergentes que ha promovido activamente como contrapeso al orden occidental.
Su ausencia en la reunión que se celebra este domingo en Río de Janeiro marca un momento inesperado en la evolución del grupo, justo cuando se enfrenta a presiones externas crecientes, fisuras internas y un entorno geopolítico profundamente volátil.
En su lugar, Xi ha enviado al primer ministro Li Qiang, un gesto que, aunque no representa un abandono del bloque, sí subraya que BRICS no es hoy una prioridad máxima para Beijing. La decisión llega justo cuando varios países miembros enfrentan amenazas de nuevos aranceles por parte del presidente estadounidense Donald Trump, que ha endurecido su política comercial contra lo que considera economías hostiles al liderazgo estadounidense.
Un gesto elocuente en un momento clave
La ausencia de Xi tiene implicaciones simbólicas y prácticas. BRICS ha sido durante años una plataforma estratégica para China en su intento de liderar un mundo multipolar y ampliar su influencia en el Sur Global.
Con su política de “Estados Unidos Primero” y el respaldo a Israel en su ofensiva contra Irán —miembro del bloque desde 2024— Trump ha reconfigurado el mapa de alianzas y conflictos. Este era un momento ideal para que China se presentara como la alternativa estable al liderazgo occidental, pero Xi ha optado por centrarse en asuntos domésticos y un complejo panorama económico interno.
Según analistas regionales, la decisión también refleja un escepticismo creciente en Beijing sobre la eficacia real del BRICS ampliado, cuya heterogeneidad lo vuelve difícil de cohesionar. Además, los enfrentamientos comerciales con EE. UU., la ralentización del crecimiento chino y la preparación para un congreso clave del Partido Comunista podrían haber desplazado esta cumbre en las prioridades del régimen.
Un bloque sin Xi ni Putin
Tampoco estará presente en Río el presidente ruso Vladímir Putin, quien, debido a una orden de arresto emitida por la Corte Penal Internacional por crímenes de guerra en Ucrania, participará por videoconferencia. Brasil, como signatario del Estatuto de Roma, estaría obligado legalmente a detenerlo. Esta doble ausencia deja un protagonismo inusual a líderes como el primer ministro indio Narendra Modi y al presidente brasileño Luiz Inácio Lula da Silva, anfitrión del evento.
Aunque Lula ha defendido la relevancia del bloque y su ampliación a países como Indonesia, Arabia Saudita y Egipto, la falta de sus dos principales líderes —China y Rusia— limita el alcance diplomático y las expectativas de acuerdos de peso.
¿Hacia una moneda BRICS o solo más retórica?
Uno de los temas recurrentes en la cumbre será la “desdolarización” del comercio internacional. La idea de reducir la dependencia del dólar ha sido promovida por Rusia e Irán como respuesta a las sanciones, y por Brasil como una alternativa para abaratar costos de transacción. Sin embargo, la propuesta de crear una moneda común BRICS, defendida por Lula en 2023, ha sido ignorada o rechazada de facto por los demás miembros.
Trump ha amenazado con aranceles del 100 % a cualquier país que apoye la creación de una moneda que compita directamente con el dólar. Este mensaje ha sido disuasivo, incluso para países que públicamente respaldan una mayor autonomía financiera frente a Washington.
Límites de la expansión
El ingreso reciente de países como Irán, Egipto y Etiopía ha ensanchado el mapa político del BRICS, pero también ha generado tensiones. La diversidad de sistemas políticos, prioridades económicas y alianzas estratégicas ha hecho cada vez más difícil que el bloque actúe de forma coordinada. La declaración final de la cumbre de Kazán en 2024 evitó incluso nombrar a EE. UU. o a Israel tras los ataques a Irán, reflejando el temor de varios miembros a confrontar directamente a Occidente
La ausencia de Xi Jinping en esta cumbre de los BRICS no significa que China abandone su apuesta por un nuevo orden global. Pero sí evidencia que el bloque está lejos de convertirse en una verdadera alianza estratégica, y que las prioridades nacionales, las rivalidades internas y las presiones externas están limitando su capacidad de acción.
Sin sus dos principales impulsores en la mesa —China y Rusia—, la cumbre de Río corre el riesgo de quedar como una exhibición de discursos sin consecuencias, mientras el mundo sigue girando en torno a decisiones tomadas en Washington, Pekín o Moscú.