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El Dalái Lama cumple 90 años: su plan de reencarnación desafía a China y reaviva la lucha por el futuro del Tíbet

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Tenzin Gyatso, el 14º Dalái Lama, líder espiritual del budismo tibetano y símbolo global de la resistencia pacífica, cumple hoy 90 años en medio de celebraciones espirituales y tensiones políticas renovadas. A pesar de su avanzada edad y estado de salud estable, su presencia sigue siendo central en la causa del Tíbet y su influencia espiritual se mantiene viva entre millones de seguidores en el exilio y en la región autónoma del Tíbet, controlada por China.

Pero es su postura sobre la reencarnación —el proceso por el cual, según el budismo tibetano, un lama puede renacer para continuar su misión espiritual— lo que podría desencadenar un enfrentamiento geopolítico directo entre Dharamsala y Beijing.

Un anuncio con implicaciones políticas

Desde hace varios años, el Dalái Lama ha reiterado que podría no reencarnarse o que, de hacerlo, lo haría fuera de China, posiblemente en India o en otro país libre. Esta afirmación desafía abiertamente los intentos del régimen chino de controlar el proceso de sucesión, tal como ocurrió en 1995 con el Panchen Lama —la segunda figura más importante del budismo tibetano—, cuyo verdadero sucesor designado por el Dalái Lama fue desaparecido por Beijing, que impuso a su propio candidato.

«Si el pueblo tibetano lo desea, puedo elegir no reencarnar», ha dicho el líder espiritual en entrevistas pasadas. “Si hay una reencarnación, será en un país libre”.

China se prepara para imponer su propio “Dalái Lama”

El gobierno chino, que considera al Dalái Lama un «separatista peligroso», ha reiterado que la reencarnación debe producirse bajo la aprobación del Partido Comunista. Según una normativa adoptada en 2007, todos los tulkus (reencarnaciones de lamas) deben contar con el aval de Beijing para ser reconocidos legalmente.

Los analistas internacionales advierten que China prepara su propia designación del próximo Dalái Lama como parte de una estrategia para «sinizar» el budismo tibetano y debilitar al gobierno tibetano en el exilio.

Celebración bajo vigilancia y tensión

Mientras en Dharamsala —sede del gobierno tibetano en el exilio— se realizan oraciones, rituales y expresiones de afecto de monjes, fieles y líderes mundiales, dentro del Tíbet continental las celebraciones están fuertemente vigiladas o directamente prohibidas. Los informes de organizaciones como Human Rights Watch y Free Tibet indican que muchos ciudadanos tibetanos enfrentan sanciones por compartir mensajes de felicitación o imágenes del Dalái Lama en redes sociales.

Una figura global en la encrucijada del siglo XXI

Premio Nobel de la Paz en 1989, el Dalái Lama ha dedicado gran parte de su vida a promover la compasión, el diálogo interreligioso y la autonomía pacífica del Tíbet, sin pedir su independencia total. Su figura ha sido recibida con honores en democracias de todo el mundo, pero también con cautela diplomática por temor a represalias económicas de China.

A sus 90 años, sigue siendo un referente moral para millones de personas, pero su sucesión —más que una cuestión teológica— se ha convertido en una pulseada geopolítica que pondrá a prueba la legitimidad espiritual frente al poder autoritario de un Estado.

El desenlace del proceso de reencarnación será crucial no solo para el futuro del budismo tibetano, sino para el equilibrio entre espiritualidad, soberanía y control en una región que sigue clamando por su identidad.

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