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100 años del Juicio del Mono: Ciencia y religión en el banquillo

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El 10 de julio de 1925, comenzó en Dayton, Tennessee, el Juicio del Mono, un caso judicial que enfrentó la ciencia y la religión en un escenario público. Según el National Constitution Center, John T. Scopes, un profesor de secundaria, fue acusado de violar la Ley Butler de Tennessee, que prohibía enseñar la teoría de la evolución de Charles Darwin en escuelas públicas. El juicio, aunque técnicamente menor, se convirtió en un símbolo del choque entre el pensamiento moderno y el fundamentalismo religioso.

MFM

Scopes fue acusado de enseñar que los humanos evolucionaron de especies anteriores, una idea que desafiaba las creencias creacionistas dominantes en la región. Según el Smithsonian Institution, el caso atrajo una atención sin precedentes, con más de 200 periodistas cubriendo el evento y transmisiones de radio en directo.

El juicio enfrentó a dos gigantes legales: William Jennings Bryan, un político y defensor del creacionismo, representó a la fiscalía, mientras que Clarence Darrow, un célebre abogado defensor de los derechos civiles, lideró la defensa de Scopes. Según el American Bar Association, Bryan argumentó que la evolución amenazaba los valores morales, mientras que Darrow defendió la libertad académica y la evidencia científica.

El momento más dramático ocurrió cuando Darrow interrogó a Bryan en el estrado sobre la interpretación literal de la Biblia. Según un análisis de la Universidad de Missouri-Kansas City, las respuestas de Bryan, que admitió ciertas interpretaciones figurativas, debilitaron su posición ante el público.

El profesor John Thomas Scopes (1900-1970) en el juicio tras haber enseñado la teoría de la evolución en una clase de ciencia en Dayton, Tennessee, 1925.

El veredicto y sus consecuencias

A pesar de los esfuerzos de Darrow, Scopes fue declarado culpable y multado con 100 dólares, aunque la condena fue anulada por un tecnicismo, según el Tennessee Historical Society. Sin embargo, el veredicto fue secundario frente al impacto cultural. El juicio expuso las tensiones entre la ciencia moderna y el fundamentalismo religioso, un debate que resonó durante décadas.

El Pew Research Center, en un estudio de 2009, señala que el 60% de los estadounidenses aceptaba la evolución en 1925, pero el juicio galvanizó el movimiento creacionista, que continuó influyendo en la educación. La cobertura mediática, según el New York Times Archive, convirtió el caso en un espectáculo nacional, amplificando su impacto.

El Juicio del Mono no resolvió el conflicto entre ciencia y religión, pero abrió un diálogo perdurable. Según el National Center for Science Education, el caso inspiró reformas educativas y fortaleció la defensa de la enseñanza de la evolución. También marcó un hito en la libertad de expresión académica, según la American Civil Liberties Union.

El Juicio del Mono fue más que un caso judicial; fue un espejo de las tensiones culturales de su tiempo.

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