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Terroristas yihadistas arrasan aldeas cristianas en Camerún: asesinatos, iglesias incendiadas, niños secuestrados y saqueos

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El terror yihadista volvió a golpear a los cristianos de África. En la noche del 6 al 7 de septiembre, comandos armados de Boko Haram atacaron las aldeas de Ouzal, Mandoussa y Modoko, en el extremo norte de Camerún, dejando al menos cuatro personas asesinadas, varios heridos y una parroquia incendiada.

La Gaceta de la Iberosfera

Según la Agencia Fides y medios locales, los yihadistas iniciaron la ofensiva con un ataque contra un campamento militar cercano, antes de irrumpir en las poblaciones cristianas, donde arrasaron viviendas, comercios, motocicletas y ganado, además de destruir cultivos agrícolas.

La parroquia de San Juan Bautista en Ouzal fue uno de los principales objetivos: la iglesia quedó parcialmente calcinada, las oficinas parroquiales destruidas y el vehículo del párroco reducido a chatarra. El sacerdote y numerosos fieles lograron escapar a tiempo, evitando una masacre mayor. El centro de salud local también resultó dañado.

Fuentes locales han hablado de niños secuestrados, aunque la información aún no ha sido confirmada por las autoridades. En todo caso, la población huida relata escenas de terror y desplazamientos forzados en masa, en una zona donde Boko Haram y el Estado Islámico en África Occidental (ISWAP) mantienen una campaña de violencia permanente.

El ataque se produjo apenas horas antes del inicio del curso escolar y a pocas semanas de unas elecciones presidenciales tensas en Camerún, lo que ha llevado a analistas locales a interpretar la incursión como un intento de desestabilizar la región fronteriza con Nigeria, donde Boko Haram nació en 2002.

En paralelo, el 5 de septiembre, un ataque aún más sangriento atribuido a ISWAP en la localidad nigeriana de Darul Jama dejó al menos 60 muertos entre desplazados internos. El grupo yihadista —cuyo nombre significa «la educación occidental es pecado»— mantiene desde hace más de dos décadas una campaña de terror contra cristianos y musulmanes moderados, con un saldo de más de 35.000 muertos y millones de desplazados.

Este nuevo ataque confirma que, pese a los esfuerzos de las fuerzas de seguridad, el norte de Camerún sigue siendo rehén de la barbarie islamista.

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