Vía Semana
El Congreso declaró la “incapacidad moral permanente” de la mandataria. Asume José Jerí en medio de denuncias y un país al borde del colapso institucional.
En la madrugada del viernes, el Congreso del Perú aprobó la destitución de Dina Boluarte como presidenta de la República, tras un proceso relámpago por “incapacidad moral permanente”. Con esta decisión, el país andino suma ya siete mandatarios en apenas nueve años, confirmando la prolongada crisis de gobernabilidad que lo aqueja desde 2016.
El nuevo jefe de Estado es José Jerí Oré, hasta ahora presidente del Congreso, quien juró el cargo de manera inmediata. Sin embargo, su designación ha reavivado controversias y denuncias del pasado, sumando incertidumbre a un escenario político ya desgastado.
Un ciclo de inestabilidad sin fin
Desde la renuncia de Pedro Pablo Kuczynski en 2018, Perú ha atravesado una sucesión vertiginosa de gobiernos truncos: Martín Vizcarra, Manuel Merino, Francisco Sagasti, Pedro Castillo, Dina Boluarte y ahora José Jerí. La caída de Boluarte ocurre tras menos de tres años en el poder, luego de haber sucedido a Castillo tras su fallido intento de autogolpe en diciembre de 2022.
Protestas, escándalos y desgaste
El mandato de Boluarte estuvo marcado desde el inicio por la violencia social. Las protestas en su contra dejaron cerca de 50 muertos y múltiples denuncias de abuso de autoridad. Su popularidad cayó a mínimos históricos: según Ipsos, solo el 3 % de los peruanos aprobaba su gestión.
A estos problemas se sumaron acusaciones de corrupción, como el caso Rolexgate, en el que se le atribuye haber recibido relojes y joyas de lujo sin declararlos, presuntamente obsequiados por el gobernador de Ayacucho, Wilfredo Oscorima. También se investiga una red de tráfico de influencias vinculada a su hermano, por el cobro de sobornos en designaciones públicas.
La inseguridad, detonante final
Paradójicamente, los escándalos de corrupción no fueron lo que provocó su salida. Lo que desató la destitución fue la crisis de seguridad que atraviesa el país. En los últimos meses, las extorsiones, asesinatos y redes de minería ilegal se dispararon, sin que el Gobierno ofreciera respuestas efectivas.
“El principal motivo está relacionado con el incremento de la inseguridad y la inacción del Gobierno frente al crimen organizado. El tiroteo en el concierto del grupo Aguamarina, que fue víctima de extorsión, terminó por rebasar el vaso”, explicó a SEMANA Ricardo Guerra, periodista del diario Gestión de Perú.
Un nuevo presidente bajo sospecha
José Jerí Oré, de 38 años y militante del Partido Somos Perú, asume la presidencia con el reto de conducir el país hasta las elecciones generales previstas para abril de 2026. Sin embargo, su historial genera inquietud: fue grabado en un bar durante la pandemia, enfrentó una denuncia por violación sexual —de la que fue absuelto— y ha sido señalado por presunto enriquecimiento ilícito y cobro de coimas.
El panorama es incierto. Mientras el país intenta contener el desbordamiento del crimen y la desconfianza ciudadana, la destitución de Boluarte confirma que la crisis política peruana no da tregua.
“Perú vive atrapado en un ciclo de inestabilidad donde ningún presidente logra completar su mandato. La falta de confianza en las instituciones y el uso recurrente de la vacancia presidencial como arma política mantienen al país en vilo”, concluye Guerra.