El Comité Noruego del Nobel decidió otorgar el Premio Nobel de la Paz 2025 a la venezolana María Corina Machado, «una valiente y comprometida defensora de la paz, una mujer que mantiene viva la llama de la democracia en medio de una creciente oscuridad».
Por: Ramón Cardozo – DW
El premio más prestigioso del mundo en esta categoría se le concede a Machado «por su incansable labor en la promoción de los derechos democráticos del pueblo venezolano y por su lucha para lograr una transición justa y pacífica de la dictadura a la democracia«.
Si bien es cierto que el Premio Nobel de la Paz, según la voluntad testamentaria de Alfred Nobel, fue creado para reconocer a personas o instituciones que hayan contribuido a «la fraternidad entre las naciones, la abolición de los ejércitos y la promoción de congresos de paz», con el correr del tiempo, el Comité Nobel Noruego ha interpretado de forma amplia y evolutiva ese mandato, reconociendo que promover la paz duradera implica también luchar por la democracia, los derechos humanos y la justicia social.
Con este reconocimiento, la principal dirigente opositora a la dictadura de Nicolás Maduro se inscribe en la genealogía de otras figuras emblemáticas galardonadas, como Aung San Suu Kyi (1991), de Myanmar, Nelson Mandela (1993), de Sudáfrica, Liu Xiaobo (2010), de China, y Malala Yousafzai (2014), de Pakistán, líderes que desafiaron poderosas estructuras de poder autoritario con la sola fuerza de sus convicciones, inmenso coraje y grandes sacrificios personales.
El Nobel valida moralmente la lucha de los venezolanos frente a la dictadura de Maduro
El otorgamiento del Premio Nobel de la Paz a María Corina Machado —primera venezolana en recibirlo— tiene importantes efectos políticos que van más allá del reconocimiento individual a una insigne luchadora. Sus implicaciones se proyectan tanto en el escenario doméstico como en la comunidad internacional.
En el plano global, la decisión de Oslo implica un doble mensaje: Por un lado, deslegitima definitivamente al régimen de Nicolás Maduro en el escenario internacional, al cual el Comité califica explícitamente como una «dictadura».
Por otro lado, valida moralmente la lucha de la oposición democrática venezolana, que el régimen chavista ha procurado destruir por todos los medios a su alcance durante los últimos 25 años, y le eleva la estatura política internacional a la líder de esa resistencia.
Se fortalece la unidad opositora en torno al liderazgo de María Corina
Desde la perspectiva interna, este reconocimiento también tiene efectos significativos. Aunque por sí solo no garantiza la resolución de la crisis venezolana ni la transición hacia la democracia, generará consecuencias favorables para las fuerzas democráticas.
En primer lugar, fortalecerá la unidad opositora en torno al liderazgo de María Corina Machado, aislando aún más a aquellos sectores que proponen dejar atrás el fraude electoral de 2024 y pactar fórmulas de convivencia con el régimen.
En segundo lugar, la visibilidad internacional que acompaña el premio hará mucho más difícil para el régimen de Maduro atentar contra la integridad física de Machado, como ya lo ha insinuado en reiteradas ocasiones Diosdado Cabello, ministro del Interior y segundo hombre de poder dentro del régimen.
En tercer lugar, el premio reafirma que la lucha de María Corina Machado, lejos de ser extremista, como la acusa el régimen, ha sido por «lograr una transición justa y pacífica de la dictadura a la democracia». Pero esa apuesta por la paz no implica transigir ni renunciar a los principios de justicia y libertad que dan sentido a la lucha.
El Nobel de la Paz: un reconocimiento a la auctoritas de Machado
Finalmente, el Nobel tendrá un efecto psicológico y emocional profundamente positivo sobre las fuerzas democráticas que se oponen a Maduro. En medio de un feroz ataque a la disidencia —el régimen teme que la presión militar norteamericana en el Caribe provoque fisuras en las Fuerzas Armadas y que esas fracturas sean acompañadas masivamente por la ciudadanía—, este reconocimiento refuerza la resiliencia moral de los venezolanos: su disposición a no rendirse, a no claudicar pese a la adversidad prolongada, a no corromperse frente a las dádivas clientelares en medio de una crisis económica devastadora.
No le falta razón al Comité Noruego al destacar el papel de María Corina Machado en mantener viva la esperanza de los venezolanos de recuperar la democracia. Una de las estrategias más nefastas del chavismo ha sido precisamente convencer al pueblo de que resistir es inútil: que enfrentarse al poder totalitario carece de sentido, que la única salida posible para la oposición es contemporizar.
Durante más de dos décadas, María Corina Machado ha encarnado una forma de resistencia que no depende del poder institucional ni del éxito inmediato, sino de la coherencia entre su discurso y sus actos. Su negativa sistemática a transigir con el régimen, su rechazo a normalizar la dictadura, su convicción de que la libertad no es una dádiva del poder, sino un derecho que se conquista y no se mendiga, así como su disposición a asumir riesgos personales extremos, incluso a poner en peligro su vida al continuar liderando desde la clandestinidad, le han conferido auctoritas, autoridad moral, ante el pueblo venezolano, una autoridad que el Comité Noruego del Nobel acaba de reconocer y proyectar al mundo.
Esa autoridad moral fue, contra todo pronóstico, la razón del éxito de las primarias opositoras y del triunfo de Edmundo González en las elecciones presidenciales de 2024: una victoria secuestrada, por ahora, por Nicolás Maduro.
Pero además, esa auctoritas es también la energía que sostiene la resistencia de la inmensa mayoría de los venezolanos, la que mantiene encendida la esperanza y la que, más temprano que tarde, habrá de conducirlos a recuperar la libertad.