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¿Guerra en Venezuela? Así se desarrollaría un ataque militar de EEUU contra Nicolás Maduro

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En una base militar en la costa caribeña del este de Venezuela, las pantallas de los radares permanecen en su mayoría a oscuras. Los generadores zumban de forma intermitente, se desmantelan piezas de aeronaves inmovilizadas y los oficiales se comunican por teléfonos celulares personales porque las radios del ejército ya no funcionan.

Por: Antonio María Delgado – El Nuevo Herald

A solo unos cientos de millas al norte, el mar Caribe está repleto de buques de guerra estadounidenses, cazas furtivos y drones de alta tecnología en lo que los analistas describen como la mayor demostración de fuerza en la región en medio siglo.

El contraste es sorprendente. Washington ha desplegado una de las fuerzas navales más poderosas que la región ha visto en décadas: un portaaviones, varios destructores, un submarino, cazas F-35 y enjambres de drones armados. Del otro lado, el aparato militar de Nicolás Maduro lucha por mantener viva su máquina de guerra, minada por la corrupción, el abandono y el miedo.

Si estallara un conflicto armado entre ambas naciones, oficiales venezolanos retirados advierten que lo más probable es que se decidiera en cuestión de horas, mientras el campo de batalla pronto resonaría con un único sonido: el estruendo de las armas estadounidenses.

“Este es el nivel operativo más bajo en la historia de las fuerzas armadas de Venezuela”, dijo un general venezolano retirado familiarizado con las condiciones dentro de los cuarteles.

El Miami Herald habló con expertos militares de Estados Unidos y de Venezuela, incluyendo a seis exoficiales venezolanos de alto rango que salieron del país tras romper con el régimen de Nicolás Maduro, quienes analizaron el estado de preparación de las fuerzas del país sudamericano. Desde el exilio, los exoficiales mantienen contacto con colegas que todavía están dentro de las fuerzas armadas y han seguido el deterioro interno del ejército durante años.

Cifras compartidas con el Herald sugieren que la capacidad operativa real del ejército venezolano se sitúa entre el 33% y el 35%. En contraste, la presencia estadounidense en la región representa todo el peso de la potencia militar dominante del mundo.

“Cualquier intento de resistir un ataque estadounidense sería un suicidio”, advirtió un alto oficial venezolano ahora en el exilio. “Ni siquiera podrían poner sus aviones en vuelo, y mucho menos sostener un enfrentamiento prolongado.”

La evaluación llega en medio de una fuerte escalada de medidas ordenadas por el presidente Donald Trump desde su regreso a la Casa Blanca en enero de 2025. Una de sus primeras directivas fue instruir al Departamento de Estado para que clasificara a los cárteles de la droga como organizaciones terroristas y criminales transnacionales —incluyendo al Tren de Aragua y, más tarde, al llamado Cartel de los Soles, organización narcotraficante que Washington dice que es liderada por Maduro y otras figuras de alto rango del gobierno.

En una señal de su descontento hacia el régimen de Caracas, el gobierno estadounidense duplicó la recompensa por información que conduzca al arresto de Maduro, elevándola a 50 millones de dólares, mientras que el Pentágono recibió autorización para usar la fuerza militar contra ciertos cárteles de la droga en América Latina.

En los meses siguientes, la administración Trump lanzó un despliegue a gran escala por el sur del mar Caribe, cerca del norte de Venezuela, formando una Fuerza de Tarea Conjunta que incluye tres destructores —equipados para defensa aérea, antisubmarina y contra misiles— y un grupo anfibio de aproximadamente 4,500 tropas. La misión incluye patrullas marítimas con aviones P-8 y vuelos de vigilancia de largo alcance para rastrear rutas de narcotráfico.

En septiembre, el despliegue se reforzó con 10 cazas F-35B estacionados en la Base Aérea de Ceiba en Puerto Rico y drones MQ-9 Reaper armados con misiles Hellfire en el Aeropuerto Rafael Hernández. Esos aparatos pueden efectuar ataques de precisión contra laboratorios, pistas clandestinas, vehículos o embarcaciones vinculadas a operaciones de droga.

El 24 de octubre, el secretario de Defensa Pete Hegseth ordenó el envío del portaaviones USS Gerald R. Ford al Caribe junto con su grupo de ataque, que incluye el crucero USS Normandy y los destructores USS Thomas Hudner, USS Ramage, USS Carney y USS Roosevelt. La flota —con más de 4,000 efectivos y alrededor de 90 aeronaves de combate— sería el centro de la “fase final” de la operación, dirigida a neutralizar a los líderes del Cartel de los Soles y del Tren de Aragua y a golpear objetivos fijos y móviles dentro de Venezuela, según exoficiales venezolanos que hablaron con el Herald.

Hasta esta semana, la masiva fuerza militar estadounidense concentrada en el Caribe se ha utilizado principalmente para llevar a cabo ataques letales contra lanchas rápidas que la administración afirma transportaban drogas —la mayoría interceptadas frente a la costa venezolana. Los ataques han dejado un saldo de 57 supuestos narcotraficantes muertos.

Pero Trump ha señalado que las operaciones podrían pronto desplazarse a tierra, argumentando que la fuerza de tarea está teniendo cada vez más dificultades para localizar embarcaciones dispuestas a arriesgarse ahora que el riesgo de detección significa una muerte casi segura.

Funcionarios estadounidenses han dado pocos detalles sobre acciones planeadas dentro de Venezuela, pero la magnitud del despliegue ha llevado a muchos analistas a concluir que la misión tiene un único objetivo global: el fin del régimen de Maduro, que ha sobrevivido tanto tiempo.

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