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María Reiter, la amante secreta de Hitler

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Por pocos es conocida la desgraciada historia de Maria Reiter (1909-1992), una mujer que, siendo todavía una adolescente, se dejó llevar por la fascinación y el deseo.

Por: National Geographic Historia

Conoció a Adolf Hitler en la ciudad bávara de Berchtesgaden en septiembre de 1926. Ella tenía dieciséis años. Él, treinta y siete. Ambos mantuvieron un romance secreto, pero para Mimi aquello no era suficiente. Cuando Hitler le pidió que fuese su amante, la joven declinó su invitación esperando recibir una propuesta de matrimonio que jamás llegó. Tras el fin de la Segunda Guerra Mundial (1939-1945), hallaron dos cartas que Reiter le escribió al líder alemán con fecha de abril de 1945 que atestiguan su relación.

PRIMER ENCUENTRO

Mimi estaba sentada en un banco de un parque de Berchtesgaden, su ciudad natal, cuando conversó por primera vez con el futuro Führer. Los perros de ambos empezaron a jugar, pero pronto se enzarzaron en una pelea. La joven se horrorizó cuando Adolf pegó con su fusta a su pastor alemán Prinz.

Al principio, Mimi no se dejó impresionar por el líder del partido nacionalsocialista y, según afirmó en una entrevista su sobrino Richard Reiter, ésta le dijo a su madre: “No soporto a ese hombre con esa mosca estúpida bajo la nariz, y, además, tiene veinte años más que yo”.

Pero las cosas cambiaron cuando la joven aceptó asistir a uno de los mítines políticos de Hitler. La gran sala del hotel Deutsches Haus estaba abarrotada y el líder alemán interrumpió su enardecido discurso al verla entrar, besando su mano y dejando a todos los presentes boquiabiertos. Incluida la propia Mimi. Aquel momento marcó el inicio de una relación tan intermitente como destructiva.

La dispar pareja empezó a tener encuentros frecuentes, en los que daban largos paseos o hacían excursiones por las bellas montañas de Berchtesgaden. Según relata la historiadora y biógrafa Cate Haste, desde el inicio de su relación Hitler le pidió a su amada que le llamase por su apodo: wolf (lobo). A ella la bautizó como “mi ninfa del bosque” mientras la rodeaba con sus brazos. Sin embargo, pronto las cada vez más exigentes obligaciones políticas de Hitler les separaron, sumiendo a la joven en una profunda depresión.

INTENTO DE SUICIDIO

La campaña política del líder del partido nazi fue larga, pero la pareja mantuvo una intensa relación epistolar en la que Hitler se refería a ella como “mi querida niña”. El 23 de diciembre de 1926, Mimi cumplió diecisiete años y recibió una fugaz e inesperada visita de su amado, quien le regaló una edición de lujo de su libro Mein Kampf (1925-1926).

Según declaró la propia Maria Reiter en una entrevista que concedió en 1959, Hitler le pidió que fuese su amante, pero ella pretendía casarse con él y esperó en vano una propuesta de matrimonio. Poco a poco, el Führer se fue alejando de la joven al darse cuenta de que aquella relación podía perjudicar su imagen, lo cual fue devastador para ella. En 1927 ambos perdieron el contacto y Mimi intentó ahorcarse ese mismo año, pero su cuñado la salvó en el último momento.

MATRIMONIOS FALLIDOS

Presa de la resignación, Maria Reiter contrajo matrimonio en 1930 con Fernand Woldrich, un hotelero de Berchtesgaden. Sin embargo, ella seguía locamente enamorada de Hitler y su matrimonio se disolvió al cabo de un año.

Ya divorciada, Mimi volvió a acercarse al líder nazi por mediación de uno de sus hombres de máxima confianza. En 1934, Rudolf Hess —nombrado un año antes lugarteniente por Adolf Hitler— introdujo a la joven en el círculo hitleriano, lo cual hizo prender la llama de nuevo.

El líder nazi le pidió a Mimi que fuese su amante de nuevo, pero ésta volvió a insistirle en que quería recibir una propuesta de matrimonio. Si ocho años atrás Hitler ya era reticente a casarse con ella, en aquel momento la situación era del todo inviable. Él no concebía tener por esposa a una divorciada y empezó a centrar su atención en Eva Braun, a la que conoció en octubre de 1929.

Afligida y desgastada, Maria Reiter se casó por segunda vez con un joven oficial de las SS, Georg Kubisch, quien murió en junio de 1940 en la batalla de Dunkerque. Hitler le envió cien rosas rojas para expresarle su duelo.

TRAS EL FIN DE LA GUERRA

El 30 de abril de 1945, Hitler mordió una cápsula de cianuro y se pegó un tiro en la sien derecha con una Walther PPK. Al fin se acababa el infierno en Europa y parecía que empezaba una nueva era. Aunque no fue así para María Reiter, quien siguió siendo una ferviente seguidora del nacionalsocialismo hasta el fin de sus días.

Poco antes de que el amor de su vida se suicidase, Mimi le escribió dos cartas que fueron halladas tras la Segunda Guerra Mundial y que atestiguan la relación que ambos mantuvieron. El tono de las misivas era íntimo y afectuoso.

Tras muchos años de silencio, Mimi decidió vender su historia en 1959 a la revista alemana Stern, afirmando: “Hitler se apartó de mí para evitar un escándalo. El partido nazi recibió una carta anónima que amenazaba con denunciar a Hitler a la policía por seducir a una menor”.

En esa misma entrevista, Mimi añadió que se había acostado con Hitler, explicando que éste tenía un comportamiento sexual de lo más normal, lo cual ha sido muy cuestionado por los biógrafos. Su sobrino Richard Reiter reveló que la joven —que soñaba con tener hijos— se había esterilizado por instrucciones del Führer, que no deseaba bajo ningún concepto tener descendencia.

María Reiter se casó en 1945 por tercera y última vez con un oficial de la SS que sufría una discapacidad física llamado Walter Zierahn, pero lo cierto es que jamás pudo superar el poso que le dejó el primer hombre al que besó. Un hombre que la desatendió muy pronto y que llegó a declararle al mundo: “Mi novia es Alemania”.

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