La desaparición física del periodista Humberto Galarza Romero, acontecida el pasado sábado 2 de septiembre en horas de la noche en Medellín, Colombia, tomó por sorpresa a la comunidad de las competencias a motor en Venezuela, inesperada partida de quien fuera durante más de 50 años la referencia periodística más importante del ambiente del automovilismo y motociclismo nacional e internacional, crónicas publicadas en su totalidad en las páginas del diario Meridiano.
Por: Octavio Estrada – Prototipos
Humberto Galarza tenía 83 años y hace poco más de un mes había compartido con quien redacta este modesto homenaje un par de simpáticas memorias y anécdotas junto a Andrea Ippolito, el legendario corredor de motos y empresario de origen italiano con el que supo labrar una sincera amistad y confianza. Y es que Humberto tuvo la oportunidad de vivir en directo los éxitos más importantes alcanzados por el motociclismo venezolano en los años 70 y 80, además de acompañar a centenares de volantes que brillaron en las pistas de todo el mundo.
Sus primeras crónicas fueron publicadas en la revista deportiva Sport Gráfico, la que fundó a mediados de los años 60 el reconocido relator deportivo Delio Amado León. En ella Humberto de inmediato se hizo cargo de la actividad de las competencias a motor, o como él mismo le gustaba identificar: el mundo de las válvulas y los pistones. Automovilismo, motociclismo, karting y motonáutica fueron seguidas semanalmente por el joven periodista egresado de la universidad del Zulia – así lo manifestó en más de una ocasión -, tierra a la que emigró proveniente de su natal Colombia cuando era poco menos que un veinteañero.
A fines de 1969, el periodista Carlitos González funda el diario deportivo Meridiano y en el primer equipo de redacción estaba Humberto Galarza, por supuesto, encargado de todo lo que tenga que ver con gasolina y velocidad. Se inicia así una relación profesional que se prolongará por más de 40 años, en los que siempre gozó de la estima y confianza de los responsables originales del Bloque De Armas, el grupo editorial que compró Meridiano al poco tiempo de haber ingresado al mercado.
En esos años Galarza acompañó a las poderosas delegaciones de corredores venezolanos en pistas foráneas, bien sea en Bogotá, Lima o en Sebring, Florida, iniciando a fines de esa década una larguísima lista de viajes que le permitieron conocer más de medio centenar de circuitos en todo el planeta. Hizo también las veces de promotor, solía contar que el diseño de la primera pista permanente construida en Bogotá (el trazado Ricardo Mejía), había nacido en los trazos que dejó en una servilleta que él mismo había dibujado cuando compartía con los propietarios del proyecto.
Estuvo presente en Monza en la infausta jornada del sábado 5 de septiembre de 1970 cuando se mata el austriaco Jochen Rindt, quien terminaría consagrándose campeón mundial de Fórmula Uno a la memoria, y también asiste a los 1000 Kilómetros de Buenos Aires de 1971 donde otra tragedia acaba con la vida del italiano Ignacio Giunti. Eran tiempos en los que no existía margen de error y la seguridad en los circuitos era poco menos que precaria.
El joven cronista hace su estreno en la incipiente televisión nacional, relata y comenta distintas pruebas internacionales incluidos unos pocos grandes premios de Fórmula 1 – porque entonces no se transmitían con regularidad – o las 500 Millas de Indianápolis, conduce igualmente varios espacios especializados, entre ellos Estrellas Firestone, que contaba con el auspicio de la marca de cauchos estadounidense. En 1972 dirige su propia revista impresa, la publicación mensual Fórmula Sport, si bien la experiencia editorial no tiene mayor continuidad más allá de una decena de ejemplares.
Tiene tiempo de participar al volante de un pequeño auto de turismo en el rally Caracas-Bogotá-Caracas, prueba en la que en dupla con el también periodista Hugo Balzán, entonces jefe de relaciones públicas de Tabacalera Nacional, concluye en un notable tercer lugar. El apoyo de la firma Marlboro en el automovilismo nacional le otorga una nueva imagen profesional al ambiente, destacándose la figura de ases como Bobby Dennett, Oscar Notz, Francisco Romero, Ernesto Soto, Juan Cochesa, entre otros.
Pero fueron sus diarias crónicas diarias y su columna Motores Humberto Galarza, con su tradicional coletilla de introducción: “Iniciamos nuestra entrega de hoy…”, los que se convertirían en una referencia obligada de esa comunidad que crecía a la par de la construcción de los primeros circuitos permanentes como San Carlos, Turagua y Maracaibo, además del desarrollo y consolidación del motocross. Sin embargo, sería la irrupción de un adolescente de apenas 16 años llamado Johnny Cecotto el que le otorgaría un radical cambio a la jerarquía informativa que alcanzarían las carreras de motos y de carros en los medios impresos.
En mayo de 1973 Humberto Galarza, junto a otro cronista entusiasta de los motores como Rafael “CC” Mujica (redactor del diario El Mundo), viajan a Sao Paulo, Brasil, para asistir a las 500 Millas de Interlagos de motociclismo, prueba que sirvió como bautizo internacional para el juvenil Cecotto. Galarza forma parte del círculo de confianza del manager Andrea Ippolito, director del equipo Venemotos-Yamaha, y con él también asiste a pruebas como el Motocross de las Américas efectuado en Manchay, Perú, en tanto al año siguiente lo hizo en el Panamericano de Chile, realizado en la pista de los cerros de Chena.
Con una certeza y confianza casi temerarias, Humberto Galarza vaticina el asombroso debut victorioso de Johnny Cecotto en los mundiales de motovelocidad en la temporada 1975. Cubre en Europa distintas pruebas en las que hace transmisiones de radio en directo a través de Rumbos, acompañado en los relatos por el abogado merideño Omar Alí “Tury” Agüero. El éxito final del fenómeno Cecotto cuenta en Galarza con uno de sus mejores aliados.
Y así como ensalzaba sus merecidas conquistas, Humberto no vaciló en ponerle su firma a algunos llamados de atención dirigidos a la fulgurante estrella naciente, demostración clara que era un periodista que reflejaba la realidad sin temor a cuestionar a las autoridades, organizadores o a los mismos pilotos. Entrada la década de los 80, paralelamente a su incesante actividad como comunicador en medios impresos y audiovisuales, llegó a ocupar el cargo de Comisionado Nacional de Automovilismo, responsabilidad que supo desarrollar a pesar de todas las complicaciones y divergencias que entonces existían en las distintas modalidades de las cuatro ruedas.
En su posición como uno de los pocos especialistas en la fuente de los deportes a motor, Galarza no dudó en ayudar a jóvenes periodistas que se iniciaban en la materia, como lo certifica José Luis López, entonces un novato en la redacción de El Universal y a quien le asignaron la fuente del automovilismo: “Humberto Galarza se tomó la gentileza de orientarme y decirme los principales números de teléfono de muchas personas claves en ese ambiente de las carreras de carros – recuerda López – Admito que cuando llegué a la fuente del automovilismo lo hice como un auténtico ‘paracaidista’, porque jamás lo había cubierto. Me puso en contacto también con Alberto Hidalgo, quien también me dio otra serie de contactos adicionales de ese entorno. Siempre que coincidimos en las pistas, bien sea en Turagua, San Carlos o Maracaibo, hubo mucho aprecio y respeto. Le guardo un gran recuerdo, un estupendo periodista de otra escuela de grandes profesionales”.
Cuenta el locutor Vicente D’Alessandro que en agosto de 1982 viajó a Misano, Italia, con la intención de contratar a Johnny Cecotto para una serie de presentaciones en las pistas nacionales en la categoría Fórmula Ford. D’Alessandro no sabía cómo llegar al circuito y acudió a Humberto Galarza quien le brindó todas las coordenadas para arribar a la pista de Santamonica, en tiempos cuando no existían mapas interactivos ni dispositivos móviles.
Y es que un entorno en el que los egos y los celos han sido algo habitual, la generosidad profesional de Humberto fue otra de sus virtudes, tal como lo certifican numerosos comunicadores universitarios o no que recibieron sus consejos, recomendaciones y hasta regaños, a los que les abrió la posibilidad de trabajar y compartir en los medios de la era tradicional análoga.
Adicionalmente a sus crónicas de las carreras en las dos y cuatro ruedas, Galarza fue también un especialista en el sector de la industria automotriz y comercial, labor que le ganó el reconocimiento de ese ambiente de las principales ensambladoras estadounidenses, europeas y asiáticas que contaban con sus fábricas en el país.
En los primeros años 90 le tocó relatar y comentar los grandes premios de Fórmula 1 en la señal de Televén y también lo hizo en la naciente imagen televisiva de Meridiano, donde entrado el nuevo milenio estrenó el programa de entrevistas “Pits 39” que durante casi una década reunió a centenares de protagonistas del mundo de las competencias y de la industria del motor en Venezuela. El espacio radial que mantuvo en Radio Nacional también fue una referencia durante varios lustros.
Siempre optó por mantener un bajo perfil, una característica que contrasta de forma casi dramática con la desmedida ambición de protagonismo de las nuevas generaciones surgidas en la era digital. Solía repetir que su apellido era Galarza Romero y no De Armas, porque no fueron pocas las ocasiones en las que algunos pilotos o personas del ambiente, le “exigían” que publicase ciertas noticias, pero él, en su amplio conocimiento, criterio y experiencia, desestimaba al considerarlas poco serias o con otro tipo de intenciones.
De hablar pausado y enemigo de los exabruptos lingüísticos – pocas veces se le pudo escuchar una mala palabra o grosería -, compartió en la redacción de Meridiano con grandes figuras de la crónica deportiva como Víctor José López “El Vito”, especialista en tauromaquia (otro gran periodista que también se despidió en este 2023), sin olvidar nombres inolvidables como el de José Visconti “El Curita”, Apolinar Martínez, Graciano Cruz y muchos más. Humberto Galarza también tuvo oportunidad de ver iniciarse en los medios a infinidad de nuevos recién graduados y pasantes, los que guardaron inmejorables recuerdos de su trato y recomendaciones.
Si bien no era de decirlos en público y solo los compartía en privado con un pequeño grupo de confianza, pero Humberto fue un verdadero especialista en adjudicar sobrenombres y apodos, siendo el más recordado y conocido el mote con el que identificaba a su compañera de toda la vida, María Eugenia, con quien formó un hogar maravilloso junto a sus hijos, al llamarla afectuosamente como “Mi Marida”, un término que en los actuales tiempos de búsqueda de igualdad en todos los ámbitos, pues estuvo adelantado en varias décadas.
De forma irreverente y clandestina, el reconocido locutor Víctor Hugo Bracamonte (hijo del corredor de motos caraqueño del mismo nombre, multicampeón en los años 50-60-70, mejor conocido como “Guaramaca”) y quien escribe esta nota, en privado nos atrevimos a identificar a Humberto Galarza como “El Gurú”, como una sincera y franca manera de reconocer su amplísima trayectoria y experiencia, inalcanzables para cualquier otro profesional de entonces y del presente que haya trabajado en esa fuente deportiva.
Descanse en paz, don Humberto Galarza Romero.