La imagen evocó los peores momentos de la crisis de 2019, en plena disputa entre el presidente Nicolás Maduro y el opositor Juan Guaidó. El viernes por la mañana, aproximadamente el 80% de Venezuela despertó sin electricidad; millones de personas, las que más madrugan, tuvieron que acudir a sus puestos de trabajo aún en la penumbra; y el Gobierno denunció un sabotaje.
Por: Florantonia Singer – El País
Las fases más duras del conflicto político que el país caribeño sufre desde hace dos décadas coinciden con períodos de aislamiento y colapso. Y los apagones agravan esas etapas. Las autoridades se encastillan y estrechan el cerco contra la oposición, que desde las elecciones del pasado 28 de julio lucha por mantener presencia pública a pesar del acoso judicial y policial del chavismo.
La movilización convocada el miércoles por la alianza de fuerzas opositoras demostró que la plataforma liderada por María Corina Machado ha resistido los embates gubernamentales y tiene impulso suficiente para seguir reivindicando el triunfo. No obstante, tiene que hacerlo contra todo el aparato oficialista, que controla cada resorte de los poderes públicos. La semana culminó con el país en vilo por el futuro de Edmundo González Urrutia. El aspirante antichavista rechazó responder, por tercera vez consecutiva, a una citación de la Fiscalía, que lo investiga por conspiración y usurpación de funciones, entre otros delitos. Argumentó que no se presentaría porque el fiscal, Tarek William Saab, “condena por anticipado y ahora impulsa una citación sin garantías de independencia y del debido proceso”. Sin embargo, después el veterano diplomático optó por mantener un perfil bajo. Se enfrenta a una orden de detención, ya anunciada por el Ministerio Público y sugerida por el propio mandatario.
El chavismo, mientras tanto, tocó dos teclas. Por un lado, endureció la represión, con detenciones de colaboradores de primera línea de Machado y González Urrutia, buscando la desmovilización de los simpatizantes opositores. Por otro, se atrincheró. Es decir, se pertrechó para un posible aumento de la presión, interna y externa. Maduro se niega a enseñar las actas electorales que prueben su victoria, a pesar de los registros publicados por sus adversarios que afirman lo contrario, el demoledor informe de uno de los pocos organismos de observación independiente como el Centro Carter y las denuncias que salen incluso del Consejo Nacional Electoral (CNE). El rector principal de la autoridad electoral, Juan Carlos Delpino, reportó esta semana graves irregularidades en el proceso y acto seguido fue destituido.
Con todo, el sucesor de Hugo Chávez da por hecha su victoria, no se aviene a entablar una negociación con la oposición y rechaza la mediación ofrecida también por gobiernos de izquierdas como el brasileño de Luiz Inácio Lula da Silva, el colombiano de Gustavo Petro o el mexicano de Andrés Manuel López Obrador. Volver a vivir una etapa de aislamiento en el tablero internacional tampoco parece importarle demasiado. Los cambios anunciados en el Gobierno venezolano esta semana ratifican la voluntad de fortalecer al núcleo duro del presidente, que puso al frente del Ministerio de Petróleo a la vicepresidenta Delcy Rodríguez y a Diosdado Cabello al mano de Interior y Justicia, con responsabilidades sobre los cuerpos policiales. El nombramiento de este último es especialmente significativo, ya que el veterano dirigente es uno de los azotes más implacables contra la oposición.
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