El Tren de Aragua, una organización criminal surgida en Venezuela, se ha convertido en un arma estratégica del régimen de Nicolás Maduro para sembrar el caos y la criminalidad en la región. Según la periodista especializada en crimen organizado, Maibort Petit, este grupo opera como una herramienta del chavismo para ganar influencia en negociaciones internacionales, ofreciendo aceptar el retorno de estos criminales a cambio de concesiones políticas.
Un ejemplo reciente de la operación del Tren de Aragua fue el secuestro y asesinato del exteniente venezolano Ronald Ojeda en febrero de este año en Chile. Este crimen, presuntamente vinculado a la organización, ha generado controversia política en el país sudamericano. La viuda de Ojeda, Josmarghy Castillo, anunció que presentará una querella contra Manuel Monsalve, exsubsecretario de Interior chileno, por presuntamente filtrar información sobre el paradero de su esposo al régimen chavista.
La acusación de Castillo se basa en un convenio de colaboración policial firmado entre Chile y el chavismo en enero, mediante el cual se habrían intercambiado datos sensibles de supuestos “prófugos de la justicia”. Este episodio pone de relieve cómo el Tren de Aragua no solo afecta la seguridad de las naciones, sino también la transparencia en las relaciones diplomáticas.
El alcance del Tren de Aragua no se limita a Sudamérica. En Estados Unidos, esta organización criminal ha logrado extenderse a 16 estados, incluyendo Nueva York. Con la activación de la Operación Aurora, que busca arrestar y deportar a delincuentes extranjeros, surge la pregunta de cómo reaccionará el chavismo ante las políticas de la administración Trump.
Las relaciones diplomáticas entre Estados Unidos y Venezuela permanecen rotas desde 2019. Sin embargo, la posibilidad de recibir deportados como parte de una negociación que alivie las sanciones económicas estadounidenses contra el régimen de Maduro podría abrir un nuevo capítulo en esta dinámica.
La influencia del Tren de Aragua también se observa en el deterioro de las relaciones de Venezuela con Sudamérica. A excepción de países como Colombia, Bolivia y Brasil, gran parte de la región ha roto lazos con el régimen chavista, especialmente tras las controvertidas elecciones que dieron a Maduro la victoria sin transparencia en los resultados.
Con un panorama de creciente presión internacional, la pregunta sigue siendo: ¿usará Nicolás Maduro la deportación de miembros del Tren de Aragua como moneda de cambio para fortalecer su posición en la arena diplomática?