Por Roberto Álvarez Quiñones
Sin la plaga castrista, Cuba habría tenido 15 presidentes de la República, constitucionales electos por periodos de cuatro años y no reelegibles. Y habría en la Isla unos 18 millones de habitantes.
¿Viven hoy los cubanos mejor que en 1958?
¿Hacía falta una revolución social en Cuba?
¿Sabe bien hoy el pueblo cubano cómo era el país antes de 1959, y lo que el castrismo le ha impedido hacer en estos 66 años?
¿Tienen idea en la Isla de cómo vivirían hoy si no hubiesen sido «liberados del capitalismo»?
Todo Gobierno se evalúa según los resultados obtenidos y no por las promesas que haga. Pero en Cuba, al mismo Gobierno desde mediados del siglo pasado la poderosa izquierda internacional lo mide por las promesas, ninguna cumplida, mientras el pueblo vive cada vez peor que nunca en la historia del país. Esa izquierda «amiga de Cuba» en este aniversario castrista debiera responder honestamente las cuatro preguntas formuladas arriba. Pero no lo hará.
Con motivo de esos catastróficos 66 años «revolucionarios», hoy voy a destacar algo que generalmente ha pasado inadvertido, pero que explica el origen de la frase «revolución cubana», una revolución social absolutamente innecesaria.
Desde que Fidel Castro comenzó sus trajines de rebelión política contra la dictadura de Fulgencio Batista siempre habló de «revolución». Y de eso hablaba el Movimiento 26 de Julio. No constituyó un frente de liberación, o de salvación nacional, frente democrático, que denotase que se trataba de una rebelión política.
Nada de eso, Castro I impuso la palabra revolución con el propósito de luego de asaltar el poder vender la idea de que no bastaba restaurar la democracia, sino continuar la «revolución» con el cuento de sacar a Cuba de la pobreza y el atraso causados por la «explotación imperialista» y la «burguesía nacional».
¿Revolución de qué, en un país que se acercaba al Primer Mundo?
Y ahí está el detalle. No es lo mismo una rebelión política que una revolución social, que necesariamente es siempre devastadora. Las rebeliones políticas derrocan gobiernos. Las revoluciones sociales van muchísimo más allá.
Arrasan con todo. Transforman, o hasta destruyen, las bases mismas de la sociedad moderna, las instituciones del Estado, la economía. Cambian el modo de vida de los ciudadanos, monopolizan los medios de comunicación, la educación, controlan las costumbres, la moral, la cultura, la religión, la filosofía.
Nada mejor para saber diferenciar entre rebelión política y revolución que el diálogo entre el rey de Francia, Luis XVI y el duque Rochefoucauld-Liancourt, quien temprano el 15 de julio de 1789 le informó al monarca que la fortaleza de la Bastilla en París había sido tomada y que debía huir del Palacio de Versalles. «¿Es una rebelión?», preguntó el rey. «No, Majestad, no es una rebelión, es una revolución«, respondió muy seguro el avispado duque.
Pero ojo, la Revolución Francesa fue la última revolución social liberal de la historia, aunque al costo innecesario de 40.000 cabezas que rodaron al pie de la guillotina. Desde entonces, generalmente las revoluciones son antiliberales, estatistas y retrógradas, ya sean comunistas, fascistas, teocráticas o una hibridación de nacionalismo con rasgos medievales.
¿Hacía falta en Cuba una revolución siendo uno de los tres países con más alto nivel de vida en América Latina (junto a Uruguay y Argentina) y cuyo ingreso per cápita duplicaba al de España, superaba a otros países de Europa y era similar al de Italia?
Precisamente, en diciembre de 1958 en la Embajada de Cuba en Italia había 12.000 solicitudes de italianos deseosos de emigrar a Cuba.
La gente quería que se fuera Batista y punto
Recuerdo bien, porque lo viví, que lo que la gente en Cuba quería era el fin de la dictadura de Batista, restaurar la Constitución de 1940, ¡y punto! No se pensaba en una revolución social, no tenía sentido ¿para qué?
De aquella Cuba de «antes» ha pasado tanto tiempo que la mayoría de los cubanos hoy no tiene idea de cómo era el país. Quienes no llegan a los 74 o 75 años se resisten a creer que se autoabastecía totalmente de carne de res, cerdo, pollo, pescados y mariscos, leche, huevos, viandas, hortalizas, frutas tropicales, café y tabaco.
O que Cuba era la mayor exportadora de alimentos per cápita de Latinoamérica, que en 1958 produjo 960 millones de litros de leche (casi medio litro diario per cápita), o que el consumo de carne de res fue de 81 libras por persona, el tercero más alto de Latinoamérica y uno de los más altos del mundo.
Había en Cuba más de 50 periódicos y revistas, todos privados. Ocupaba el primer lugar en América Latina en per cápita de periódicos, revistas, aparatos de televisión, de radio, de equipos electrodomésticos, y también en líneas férreas por kilómetro cuadrado. Exportaba más de lo que importaba y era una de las tres economías con mayor porcentaje de reservas de oro y de divisas, por la estabilidad del peso, siempre convertible a 1×1 con el dólar. Todos esos son datos registrados en el entonces Ministerio de Hacienda, la CEPAL y otras entidades.
La Habana era un centro financiero de envergadura con 62 diferentes bancos extranjeros y cubanos grandes y medianos, otros 96 más pequeños, y cajas de ahorro. En total había unas 300 sucursales bancarias en el país, según un informe de abril de 1956 de Cuba Económica y Financiera, volumen XXXI, no. 361.
¿Sabe alguien hoy que en la Universidad de La Habana con solo cinco pesos mensuales un joven se podía graduar de médico, ingeniero, o abogado, o cualquiera otra carrera, pues la matrícula costaba 60 pesos al año, a pagar en tres plazos, y las clases eran gratuitas? Yo guardo tres recibos de color azul de 20 pesos cada uno.
En enero de 1959 Cuba estaba en su mayor expansión económica
¿Sabe alguien que en 1956 Cuba fue reconocida por la ONU como uno de los países con menos analfabetos en el mundo, con 23%, y que la mayoría de las naciones latinoamericanas, y España rondaban el 50% de analfabetismo?
Y menos se sabe que cuando los Castro se instalaron en el poder Cuba estaba en medio del periodo de mayor expansión económica de su historia, iniciado unos 13 años antes, a fines de los años 40.
Se erigieron grandes fábricas, plantas industriales en la extracción de níquel y otras ramas, refinerías de petróleo, cientos de miles de viviendas, grandes hoteles, teatros, cines, restaurantes, escuelas, hospitales y clínicas, puentes, autopistas.
Se construyó el túnel bajo la bahía habanera, y dos por debajo del río Almendares; los soberbios edificios públicos de la Plaza Cívica, la Ciudad Deportiva con su Coliseo. Altos edificios como el Focsa, el Someillán, el Hotel Habana Hilton (el mayor, mejor y más alto de esa cadena hotelera en el mundo por entonces) los edificios más altos del Caribe. Según la Cámara de Comercio de Cuba, en 1957 la Isla tenía 142.742 automóviles, el triple que Chile (47.950) y casi el doble que Colombia (84.500).
Y es ya suficiente para tener una idea de cómo podría ser Cuba hoy sin castrismo. Pero el país está en ruinas. Y reconstruirlo costará muchísimo dinero, y esfuerzo.
Habríamos tenido otros 15 presidentes de la República
Sin la plaga castrista Cuba habría tenido 15 presidentes de la República, constitucionales electos por periodos de cuatro años y no reelegibles. Y habría unos 18 millones de habitantes.
Suponiendo inversiones de capital por 250.000 millones de dólares (a precios de hoy), la economía cubana estaría de hecho ensamblada con la de EEUU, muy cerca del Primer Mundo, o ya dentro. Las exportaciones de bienes y servicios superarían los 160.000 millones de dólares, incluido el turismo con cerca de 20 millones de visitantes. Compárese con los 1.583 millones de dólares exportados en 2023, y con los 2,2 millones de turistas recibidos en 2024.
En las playas habría espectaculares resorts turísticos como los de Florida, Cancún, la Riviera Maya, Punta Cana, Bahamas; grandes terminales de cruceros, aeropuertos modernos, autopistas, trenes rápidos. Un megapuerto en el Mariel y a la vez centro de transbordo mercante entre Sudamérica y Centroamérica con EEUU, Canadá, México, y Europa.
La Habana podría ser el Hong Kong o Singapur del Caribe como centro financiero, bancario y fiduciario, y tan importante, o más, que los de otras grandes capitales de Latinoamérica.
En fin, es en verdad inimaginable todo lo que Cuba y los cubanos no han podido llegar a ser, avanzar y disfrutar, a causa de «la revolución».
¡Viva Cuba libre!