La concentración de las iniciativas económicas fundamentales de Venezuela en el Estado, acentuada a raíz del boom de precios petroleros de la década de 1970, inhibió desde entonces la creación de capacidades productivas en sectores distintos al de hidrocarburos, y descuidó la creación de capacidades humanas que desde 1936 había sido creciente y había dado soporte al progreso venezolano, el cual en esos cuarenta años había sido motivo de admiración para el mundo.
Por: Werner Corrales Leal – El Nacional
Se inició así el retroceso de los niveles de vida y el incremento de la pobreza en Venezuela, procesos que desde entonces han sido sostenidos y sólo se han revertido efímeramente con las elevaciones de los precios internacionales del petróleo, eventos mundiales en los que los venezolanos no influimos.
El retroceso de Venezuela en la creación de capacidades
También en las décadas de 1980 y 1990, se inició la decadencia progresiva de los sistemas públicos de educación y de salud de Venezuela, y se manifestaron las primeras coyunturas de crisis de su sistema de pensiones y seguridad social.
Las capacidades humanas son indispensables para la realización autónoma y el ejercicio de la libertad de todas las personas, y la inmensa mayoría de los venezolanos depende para su creación de los sistemas públicos que comenzaron su deterioro sostenido en las dos últimas décadas del siglo XX.
En esos mismos años, Venezuela hacía esfuerzos por conectar el sector productivo y las actividades científicas y tecnológicas, casi todas realizadas en universidades, y ya a finales del siglo XX esas voluntades habían fructificado en una incipiente red de ciencia, tecnología e innovación. Pero ella no alcanzó a ser robusta, porque la economía privada y las universidades ya se habían debilitado.
Y en el siglo XXI, todos esos sistemas, responsables de crear capacidades que requeríamos para progresar, colapsaron en medio de la racionalidad hiper estatista que adquirió entonces el estilo rentista de desarrollo.
En algunos sistemas el derrumbe provino de la visión estatista de que la sociedad es un teatro de marionetas en el que el Estado puede manejar todos los hilos, y en otros respondió a un miope diseño político que sólo veía en ellos medios para “prestar servicios sociales” y buscaba convertirlos en instrumentos clientelares.
La prioridad de la creación de capacidades en un nuevo estilo de desarrollo
Si Venezuela aspirase al modesto objetivo de recuperar en la década de 2030 los niveles de calidad de vida que tenía a finales del siglo XX, requeriría haber recuperado el rumbo de creación de capacidades que perdió a raíz de la comentada pretensión del Estado, de monopolizar toda iniciativa de desarrollo.
Y en una perspectiva más larga, volver a ofrecer a la sociedad niveles de vida dignos a partir de mediados del presente siglo, cuando se espera que la demanda mundial de petróleo podría estar decreciendo, requeriría que para la década de 2040 Venezuela haya avanzado mucho en la diversificación de su base exportadora y en la complejización de su economía.
Y todo eso depende del funcionamiento de un robusto sistema nacional de ciencia, tecnología e innovación, de la incorporación de toda la sociedad a la revolución tecnológica que está en marcha en el mundo, y de unos sistemas de primera calidad en educación, salud y seguridad social.
La sociedad venezolana requiere de un nuevo modo general de funcionamiento que promueva activamente la creación de capacidades para la libertad y el progreso, requiere adoptar muy pronto un nuevo estilo de desarrollo que rompa con el estatismo, en el cual el ciudadano tenga la preminencia y el Estado esté a su servicio, porque sólo así una sociedad se desarrolla y su democracia es plena y puede mantenerse y perfeccionarse en el tiempo.