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Los nuevos desafíos de la oposición venezolana

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El triunfo de la dirigencia opositora al superar las numerosas arbitrariedades y manipulaciones del chavismo —logrando movilizar y documentar el voto de más del 70% del electorado a favor de Edmundo González Urrutiaen las elecciones presidenciales de julio de 2024— desarticuló completamente la estrategia de manipulación electoral de Nicolás Maduro. Ante este revés, el régimen optó por la imposición de resultados espurios a través de su férreo control de los poderes públicos, respaldado por la aplicación de políticas de terrorismo de Estado en contra de la ciudadanía.

Por: Ramón Cardozo – DW

Este hecho, sumado al impulso de una amplia reforma constitucional que abarca más de 80 artículos—cuyo propósito es establecer este año un nuevo modelo de Estado en Venezuela—, marcan el paso del régimen chavista de una autocracia competitiva a una autocracia cerrada. Con este nuevo giro dictatorial, se reconfigura el escenario de la lucha por la redemocratización del país y emergen desafíos aún más complejos para el liderazgo opositor.

Mantener la confianza ciudadana

Dentro de los principales desafíos que enfrenta actualmente la dirigencia opositora está el de mantener el respaldo ciudadano en medio de un contexto político profundamente adverso. La transición del régimen chavista hacia una autocracia cerrada ha reducido drásticamente los espacios de acción política, forzando a la clandestinidad o al exilio a los principales líderes opositores, lo que ha mermado su capacidad para comunicarse y articularse de forma directa con la sociedad. Esta situación, sumada al hecho de que hasta el momento no se haya logrado hacer valer los verdaderos resultados de las elecciones de julio 2024, viene impactando los niveles de confianza de la ciudadanía en el liderazgo opositor.

Aunque María Corina Machado, quien se encuentra en la clandestinidad, y Edmundo González Urrutia, exiliado en España, se mantienen como los líderes políticos con mayor credibilidad y respaldo ciudadano en el país —con un 71,5% y un 51,6% respectivamente según la encuesta de Meganalisis de febrero de 2025—, ambos dirigentes han experimentado una pérdida de aproximadamente 10 puntos porcentuales de apoyo desde octubre de 2024.

La confianza ciudadana en la dirigencia opositora constituye un pilar fundamental para la resistencia interna y la cohesión política de la oposición. Este respaldo también actúa como muro de contención frente a los constantes intentos del régimen de Maduro por fragmentar a las fuerzas opositoras. Por otra parte, un liderazgo con amplio respaldo popular resulta crucial para recabar apoyos internacionales, pues garantiza que la comunidad global reconozca en esta dirigencia un interlocutor válido y representante genuino de la voluntad democrática de los venezolanos.

Articular y movilizar a la ciudadanía 

La represión sistemática del régimen no se ha limitado a los líderes opositores más visibles, sino que se ha extendido a activistas políticos y sociales en todos los niveles. Tras las detenciones masivas ocurridas en los días posteriores a la proclamación fraudulenta de Maduro, las fuerzas de seguridad del Estado —bajo la dirección de Diosdado Cabello— han implementado una política de persecuciones selectivas destinada a neutralizar cualquier activismo político o social que sea percibido como una «amenaza real” a la estabilidad del régimen.

Entre el 10 de diciembre de 2024 y el 10 de febrero de 2025, se registraron 138 detenciones arbitrarias por razones políticas, lo que equivale a un promedio de más de dos detenciones diarias. Dentro de este grupo, 27 detenciones incluyeron desapariciones forzadas de corta duración, según el informe «El libro rojo de Nicolás Maduro”, publicado en febrero de 2025 por la ONG Derechos Humanos de Venezuela en Movimiento.

Esta política de persecución —tanto masiva como selectiva— ha generado un ambiente de miedo generalizado en la población. De acuerdo con la encuesta Meganálisis, una amplia mayoría de venezolanos (76,18 %) considera que en el país existe un clima de persecución. Un estudio anterior, realizado en Caracas en octubre de 2024, reveló que el 77,5 % de los encuestados se autocensuraba, evitando publicar contenido político en sus redes sociales por temor a represalias del régimen. Este clima de terror tuvo efectos significativos en la convocatoria de las protestas organizadas por la oposición contra la juramentación de Maduro del pasado 10 de enero.

En este contexto de hostigamiento sistemático, mantener la articulación y movilización de la ciudadanía se ha convertido en un desafío crucial para el liderazgo opositor. Diseñar estrategias y estructuras o redes que operen con el menor riesgo posible en este peligroso entorno resulta crucial para contrarrestar la paralización social y preservar la esperanza de un cambio democrático.

No reconocer legitimidad del gobierno 

Según la encuesta de Meganalisis, 9 de cada 10 venezolanos consideran que Edmundo González fue el verdadero ganador de los comicios presidenciales. Asimismo, el estudio revela que 8 de cada 10 venezolanos rechazan la juramentación de Nicolás Maduro como presidente.

El hecho de que una parte significativa de la población venezolana no le reconozca a Maduro su derecho a gobernar ha llevado al régimen a instaurar de forma permanente un sistema de control social basado en la violencia y el miedo, convirtiendo la represión en el pilar de su poder político. Esta dependencia del terror sistemático socava profundamente la autoridad de Maduro y constituye una fuente importante de inestabilidad política que puede propiciar escenarios de cambio o transición.

Por tanto, otro desafío muy importante que tiene la dirigencia opositora consiste en mantener el desconocimiento de Nicolás Maduro como presidente legítimo de Venezuela, tanto en el país como a nivel internacional.

Enfrentar la reforma constitucional de Maduro

Pese a su fracaso en mantenerse en el poder a través de una autocracia electoral, para Nicolás Maduro sigue siendo fundamental alcanzar algún grado de legitimidad que le permita actuar en la esfera internacional y reducir la contestación interna. En este escenario, cobra importancia el amplio proyecto de reforma constitucional que pretende imponer este año. Aunque aún no se ha hecho público el texto de la reforma, las declaraciones de Maduro, las reformas legales recientes, las actuaciones de la institucionalidad chavista y los análisis de expertos apuntan a que el propósito de este cambio sería reconfigurar de manera estructural el sistema político venezolano para consolidar un modelo autocrático cerrado, sin espacios reales para la disidencia ni la alternancia democrática.

Tal como lo sostiene el constitucionalista y exparlamentario Juan Miguel Matheus, esta iniciativa busca «la eliminación del pluralismo político, la concentración absoluta del poder y la disolución de los últimos vestigios de institucionalidad que aún resisten”. Además de estos efectos, el

proyecto abriría la posibilidad de que Nicolás Maduro se relegitime como presidente de Venezuela. Una vez impuesta la reforma, el siguiente paso sería la relegitimación de los poderes públicos bajo el esquema cerrado de la nueva Constitución, lo que podría poner en riesgo la lucha por el reconocimiento de los resultados de la elección presidencial del 28 de julio de 2024.

Dado el férreo control institucional de Maduro, en principio no parece factible impedir que la reforma sea impuesta. Sin embargo, su éxito no depende solo de su aprobación, sino de dotarla de la legitimidad necesaria para que sea reconocida por la sociedad venezolana y la comunidad internacional.

De ahí que, más allá de la discusión sobre la conveniencia de participar o no en las elecciones parlamentarias, regionales y locales del 25 de mayo, el debate más urgente y crucial para el futuro de la lucha democrática radica en cómo el liderazgo opositor enfrentará este intento del régimen de Nicolás Maduro de imponerle al país, con algún grado de legitimidad, un modelo autocrático cerrado.

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