Tras el fraude electoral del 28 de julio, y desprovisto de toda legitimidad democrática, el régimen de Nicolás Maduro ha mantenido el control de Venezuela fundamentalmente por el apoyo que le ha brindado la Fuerza Armada Nacional Bolivariana (FANB). Hasta el momento, la FANB ha ignorado los llamados que múltiples organizaciones y líderes democráticos nacionales e internacionales le han hecho para que se abstengan de reprimir al pueblo venezolano y reconozcan la victoria de Edmundo González Urrutia.
Por: Ramón Cardozo – DW
Dada la propia naturaleza hermética de las organizaciones castrenses, sobre todo dentro de un régimen como el chavista, resulta muy difícil estimar a ciencia cierta cómo ha impactado en lo interno del estamento militar el evidente triunfo electoral de González Urrutia. Apelando al contexto histórico, sin embargo, es posible identificar factores relevantes que puedan ayudar a explicar, en buena parte, el comportamiento de la FANB en esta coyuntura.
Estos factores explicativos se inscriben dentro del largo proceso de reversión democrática que ha experimentado Venezuela en el siglo XXI bajo el control de la Revolución Bolivariana. Hugo Chávez (1998-2013) y su sucesor Nicolás Maduro, provocaron la «muerte lenta» de la democracia venezolana, erosionando progresivamente sus instituciones liberales, debilitando el sistema de pesos y contrapesos, concentrando todo el poder político en manos del presidente y limitando de forma extrema la capacidad de la oposición para competir electoralmente.
En este largo camino de reversión democrática, un objetivo clave del chavismo ha sido lograr un control férreo sobre las fuerzas armadas con el fin de transformarlas en un instrumento dócil al servicio de la Revolución Bolivariana y de su permanencia indefinida en el poder.
Los cimientos de este control se establecieron en los primeros años del régimen. La promulgación de la nueva Constitución Nacional en 1999, impulsada y controlada por Chávez, permitió, con el tiempo y bajo el asesoramiento del régimen cubano, la implementación de una serie de estrategias orientadas a consolidar este dominio. Para 2012, el experto en temas militares Harold Trinkunas ya advertía que «las fuerzas armadas venezolanas como institución nunca han sido menos autónomas o políticamente independientes en su historia».
La Constitución de 1999, un texto ampliamente militarista
Aparte del excesivo carácter presidencialista y centralista, la constitución de 1999, tal como señala el reputado jurista Allan Brewer Carías, «está imbuida de un militarismo nunca conocido en el constitucionalismo venezolano anterior». En este texto se eliminó toda idea de sujeción de la organización militar a los controles institucionales del poder civil, consagrándose, por el contrario, una gran autonomía de las fuerzas armadas, cuyo único vínculo jerárquico con el poder civil es la coincidencia de la figura del presidente de la República con la de Comandante en Jefe de la FAN.
Brewer señala además que la constitución del 99 eliminó: 1) el carácter no deliberante y apolítica de la institución militar; 2) el control por parte de la Asamblea Nacional respecto de los ascensos de los militares de alta graduación; 3) la prohibición de que la autoridad militar y la civil no pueden ejercerse simultáneamente; 4) la obligación de la FAN de velar por la estabilidad de las instituciones democráticas.
Por otra parte, le otorgó al sector militar: 1) el derecho al sufragio activo ; 2) el privilegio procesal a favor de los generales y almirantes, por lo cual, en caso de ir estos a juicio, el Tribunal Supremo de Justicia debe declarar previamente si hay o no mérito para ello; y, 3) el control de todo lo concerniente con el uso de armas, y no sólo las de guerra.
Finalmente, el jurista venezolano destaca que la Constitución del 99 adoptó un concepto «globalizante, totalizante y omnicomprensivo» de la seguridad nacional, que abrió las puertas a una amplia intervención de la FAN en tareas civiles.
Se ha incentivado la lealtad de los militares a la Revolución mediante la concesión de privilegios
Bajo el amparo de la Constitución de 1999 y enarbolando la bandera ideológica de la alianza cívico-militar, Chávez, y luego Maduro, han integrado a un gran número de militares leales en cargos estratégicos del Estado. Esto ha permitido que muchos altos mandos militares hayan accedido a fuentes de poder y recursos económicos, incentivando así su lealtad y complicidad con el régimen. Por otra parte, se le han asignado a esa fuerza armada como institución roles económicos y sociales, que la han alejado de sus tradicionales funciones de seguridad y defensa, ocupándola en tareas como la distribución de alimentos, jornadas de atención médica, mantenimiento de centros educativos, entre otras.
Para marzo del 2022, la oenegé Control Ciudadano había contabilizado cuarenta y cuatro (44) entidades adscritas al Ministerio de la Defensa orientadas a la explotación de actividades estratégicas asociadas al petróleo, minerales, actividad portuaria, industria en general y servicios ambientales. Por su parte, para septiembre de 2021, la oenegé Transparencia Venezuela identificó 103 empresas propiedad del Estado venezolano, con militares en sus juntas directivas. Actualmente, un total de 301 militares ocupan cargos claves en la estructura de la administración pública venezolana, según información del medio El Nacional.
Esta estrategia en su conjunto no solo ha debilitado la experticia profesional militar de la FANB y contribuido a la pérdida de su cohesión como organización, sino que, además, han propiciado grandes hechos de corrupción, tal como se ha denunciado en múltiples informes de organizaciones especializadas en la materia, como la oenegé Transparencia Venezuela.
Se ha fragmentado la estructura y la unidad de mando de la fuerza armada venezolana
Otra estrategia clave para el control de la FANB ha sido la fragmentación de su estructura y su unidad de mando. Chávez, y luego Maduro, siguiendo las recomendaciones de La Habana, aumentaron de manera desproporcionada el número de altos mandos militares, al tiempo que crearon múltiples comandos territoriales regionales (REDI) y zonales (ZODI) de forma innecesaria. Esta fragmentación diluyó el poder individual de los oficiales superiores y fomentó la competencia entre ellos por recursos, ascensos y privilegios, los cuales dependen principalmente de sus muestras de lealtad al régimen.
Por otra parte, se dividió la gestión de los recursos materiales y el despliegue de las tropas. La ley establece que el ministro de Defensa es responsable de las funciones administrativas de la FANB, mientras que el comando de las operaciones le corresponde al Jefe del Comando Estratégico Operacional (CEO), el cual está bajo las órdenes directas de Maduro.
Desde el 2002, adicionalmente, se ha promovido la conformación de la «Milicia Nacional Bolivariana» para la defensa de la Revolución como un cuerpo especial de la FANB. Este es un cuerpo muy ideologizado que depende directamente del presidente.
Toda esta compleja configuración organizacional está diseñada para dificultar que, desde el interior de la FANB, pueda ponerse en riesgo la estabilidad del régimen. Sin embargo, este enfoque también ha transformado a la fuerza armada en una estructura hipertrofiada, con una cadena de mando confusa y difícil de coordinar
Se ha politizado profundamente la fuerza armada venezolana
De forma gradual, pero continua, a través de instrumentos legales, educativos, discursivos y simbólicos, el régimen chavista ha impulsado un proceso de adoctrinamiento ideológico y cambio de la doctrina militar de la FANB a fin de alinearla con el proyecto político de la Revolución Bolivariana. Según señala el experto Trinkunas, en su trabajo de junio de 2021, «después de 22 años de gobierno de los presidentes Chávez y Maduro, las fuerzas armadas venezolanas están profundamente politizadas».
La Doctrina Militar Bolivariana, definida por Chávez como nacionalista, revolucionaria y antiimperialista (más propiamente antietadounidense), refuerza el papel político de la FANB y llama a la fusión cívico-militar para enfrentar los enemigos internos y externos de la Revolución. Esta doctrina, continúa Trinkunas, «está incorporada en la educación de los oficiales en todos los niveles y en las declaraciones públicas de los oficiales superiores». La consigna «Patria, socialismo o muerte: venceremos», es repetida diariamente en los cuartes y dependencias militares. Por otra parte, muchos oficiales venezolanos realizan cursos de especialización en países no democráticos como Cuba y Rusia, de donde proviene buena parte del armamento de la FANB.
Se ha implementado un amplio sistema de vigilancia interna sobre la fuerza armada venezolana
Junto a las estrategias previas de control, el régimen chavista ha desarrollado un extenso sistema de vigilancia y persecución política dentro de las FANB con la asesoría y entrenamiento de militares cubanos.
Este sistema, dirigido por la Dirección General de Contrainteligencia Militar (DGCIM), cuyo jefe actúa bajo órdenes directas de Maduro, ha sido dotado de importantes recursos humanos, tecnológicos y financieros, con el objetivo de espiar a los militares venezolanos, y apresar a aquellos que no demuestren lealtad al régimen. Además, se ha buscado generar un clima opresivo de miedo y desconfianza interna.
Las actividades de la DGCIM han sido responsables de muchas de las purgas internas que, tanto Chávez como Maduro, han llevado a cabo dentro de la FANB. Asimismo, su accionar ha resultado en la detección y tortura de cientos de civiles y miembros de las fuerzas armadas venezolanas, como lo documentan varios informes de la Misión de la ONU para la Determinación de los Hechos en Venezuela.
A pesar de todas estas estrategias de control, las reiteradas denuncias y detenciones que el propio Maduro anuncia debido a presuntos movimientos desleales dentro de la FANB son indicios de que dentro del cuerpo castrense venezolano subsisten reservas de miembros que han logrado mantener su conciencia democrática y republicana. Pero se hace muy difícil estimar el grado de influencia que puedan tener estos sectores.
Por otra parte, las enormes dificultades para revertir la autocratización chavista en Venezuela deben servir como una advertencia para las fuerzas democráticas de América Latina. Es crucial atender la recomendación del reconocido politólogo Andreas Schedler en su artículo «Repensando la subversión democrática» (2024): «Los demócratas vigilantes deben enfrentar y esforzarse por neutralizar los ataques contra la democracia desde el principio, mientras aún puedan detener su lógica que se refuerza a sí misma: ¡cuidado con los comienzos!».