El Gobierno de Nicolás Maduro insiste en que plataformas como WhatsApp son utilizadas para conspiraciones y la filtración de información, mientras promueve el uso de aplicaciones chinas de mensajería instantánea como WeChat. Sin embargo, estas acusaciones contra la aplicación más popular del mundo responden a un patrón común en regímenes autoritarios como Rusia y China, que han bloqueado total o parcialmente WhatsApp en sus territorios. En estos contextos, donde la vigilancia ciudadana se convierte en política de Estado, el cifrado de extremo a extremo es visto como un obstáculo para controlar lo que comunican sus ciudadanos.
Por: Connectas / Vía La Patilla
A pesar de los señalamientos del Gobierno venezolano contra WhatsApp, lo cierto es que ningún Estado puede acceder directamente al contenido de las comunicaciones protegidas por este tipo de cifrado. Precisamente por eso, en países autoritarios, estas plataformas son atacadas o bloqueadas, mientras se desarrollan métodos alternativos de vigilancia que forman parte de una estrategia sofisticada, sistemática y, en muchos casos, ilegal.
Organizaciones como IPYS Venezuela, VeSinFiltro y Freedom House han documentado cómo Nicolás Maduro ha construido un aparato de control digital que incluye interceptaciones masivas de llamadas, aplicaciones oficiales que recolectan datos sin consentimiento, monitoreo constante de redes sociales y acceso forzado a dispositivos móviles.
Este ecosistema de vigilancia no solo compromete la privacidad individual, sino que también alimenta un clima de intimidación y autocensura que debilita gravemente la libertad digital en el país.
Un patrón de censura y vigilancia importado desde China y Rusia
A Nicolás Maduro no se le ocurrió de la noche a la mañana la idea de que la app de mensajería WhatsApp sea mala para los venezolanos. La influencia de Rusia y China ha jugado un papel clave en cómo el gobierno venezolano ha reestructurado su estrategia comunicacional para imponer narrativas altamente desinformantes, a la vez que bloquea medios independientes y plataformas de mensajería o redes sociales y utiliza métodos de vigilancia digital con sus ciudadanos.
“Los intereses comunes entre la Rusia de Vladimir Putin y la Venezuela de Hugo Chávez y Nicolás Maduro, han impulsado una alianza que ha trascendido los acuerdos económicos, militares, políticos y sociales. La difusión de propaganda es un novedoso campo de integración binacional… En el campo digital se ha evidenciado el uso de cibertropas (bots) en Venezuela para imponer tendencias favorables a la retórica rusa. Por su parte, en medios rusos, es evidente que las referencias a Venezuela impulsan una imagen favorable al régimen de Nicolás Maduro”, señala un informe de Transparencia Venezuela.
El desprecio por WhatsApp es algo que también comparten los gobiernos autoritarios. Hace pocos días Rusia anunció restricciones a las llamadas en las aplicaciones de mensajería WhatsApp y Telegram, al argumentar que la medida es necesaria para combatir la criminalidad, tal y como han confirmado los medios estatales.
“Con el fin de combatir a los criminales, se están tomando medidas para restringir parcialmente las llamadas en estas aplicaciones de mensajería extranjeras”, informó el organismo de control de comunicaciones Roskomnadzor, citado por las agencias de noticias RIA y TASS.
Por su parte, China bloqueó WhatsApp desde hace muchos años. En 2017, la app de mensajería instantánea se sumó a Instagram y Facebook entre las redes bloqueadas, en medio de su política de control de internet conocido como el “Gran Cortafuegos”. De hecho, en China no se tiene acceso a prácticamente ninguna de las plataformas con relevancia mundial. TikTok, Snapchat, Reddit, Pinterest, Tumblr, YouTube, los servicios de Google, y de streaming como Netflix, Spotify o Amazon Prime están bloqueados.
China no solo es un ejemplo para Venezuela respecto al bloqueo de aplicaciones, sino que su influencia se entreteje con mecanismos de imposición de narrativas, censura y vigilancia ciudadana. En un informe de National Endowment for Democracy (NED), la investigadora Iria Puyosa apunta a Beijing como un agente que colabora con la consolidación del poder de gobiernos latinoamericanos autoritarios y de orientación autoritaria a través del suministro de tecnologías que facilitan la vigilancia y la represión.
El informe resalta como ejemplo de vigilancia y control de la población a la plataforma del Sistema Patria de Venezuela, desarrollada por la empresa de telecomunicaciones china ZTE y que guarda gran cantidad de datos de los venezolanos. Pero la influencia china va más allá. Empresas chinas han montado sistemas de videovigilancia en espacios públicos de Ecuador, Venezuela y Bolivia y proporcionado tecnologías para la vigilancia de los usuarios de internet.
Ya en 2019, un informe de The Carnegie Endowment for International Peace advertía que empresas tecnológicas chinas como Huawei trabajaban directamente con autoridades estatales para exportar “tecnología autoritaria” a gobiernos aliados, con el objetivo de expandir su influencia y promover modelos de gobernanza alternativos. Un informe más reciente del CDDRL de la Universidad de Stanford confirma que estas prácticas persisten, y detalla cómo esta tecnología ha sido adoptada por regímenes que buscan reforzar el control sobre la información y la ciudadanía.
“Un creciente consenso señala a China como un impulsor global de la “tecnología autoritaria“… un subconjunto de las exportaciones chinas se dirige directamente a países como Zimbabue y Venezuela, que son graves violadores de los derechos humanos y que, de otro modo, no podrían acceder a dicha tecnología”, apunta uno de estos reportes.
La afinidad del gobierno venezolano con la tecnología china y el gobierno de Pekín no es algo que se oculte. Recientemente Nicolás Maduro mostraba en medio de un evento de maestros el nuevo teléfono celular de marca Huawei que, según él, le había regalado el presidente de China Xi Jinping. La publicación de medio chavista en X no solo hacía referencia a este regalo, sino que atacaba a WhatsApp.
“Presidente de China, Xi Jinping, le regaló el último teléfono de Huawei a Nicolás Maduro para mantener contacto permanente. Ojo, cero WhatsApp. Ellos locos, nosotros tranquilos, juntos venceremos!”, se lee en el tweet que acompaña al video.
Rafael Uzcátegui, director del centro de pensamiento Laboratorio de Paz explicó que, en un ejercicio por mantenerse informados durante el proceso electoral, los venezolanos construyeron redes para compartir contenidos en espacios de confianza. Fue precisamente la existencia de estas redes lo que permitió que documentaran los resultados electorales desde los propios centros de votación. “La gente tuvo su propia verdad antes de que se divulgara la supuesta verdad oficial”, explica.
La diáspora también fue clave. Venezolanos en todo el mundo esperaban el cierre de mesas para revisar actas, compartirlas y compararlas. Este compromiso fue aún más significativo si se considera que, a pesar de que más de 7 millones de venezolanos forman parte de la diáspora, solo 69.211 personas fueron habilitadas para sufragar en el exterior.
La exclusión del voto migrante consolidó la necesidad de que quienes estaban fuera del país se implicaran en la verificación ciudadana y el relato colectivo del proceso.
La plataforma resultadosconvzla.com, puesta en marcha el 30 de julio como un repositorio centralizado por la oposición de las actas originales que los mismos ciudadanos estuvieron escaneando por varios días, terminó de cohesionar ese proceso. Cada nueva carga de actas generaba hilos colaborativos en los que ciudadanos las contrastaban con los resultados escuchados en vivo en sus propias comunidades, mientras analistas y estadísticos cotejaban los totales.
“Esto nació desde lo más profundo del sentimiento ciudadano de justicia”, recuerda Giusseppe Gangi, activista digital y creador del portal macedoniadelnorte.com. Sin esa colaboración, dice, no habría sido posible construir el archivo ciudadano más amplio de una elección en Venezuela.
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