Nicolás Maduro aseguró este viernes que, en caso de una agresión externa, Venezuela pasaría a una “fase de lucha armada, planificada y organizada por todo el pueblo”. La declaración fue realizada durante un acto de activación de la Milicia Nacional Bolivariana (MNB), transmitido por Venezolana de Televisión, en el que se presentaron nuevos contingentes de civiles alistados.
En un tono ambiguo, Maduro combinó advertencias bélicas con apelaciones al diálogo. “Con todo respeto le digo, señor presidente Trump: aquí en Venezuela se le respeta, y Venezuela respeta para que la respeten. Con el respeto que nos hemos ganado se los decimos: esos informes de inteligencia que le pasan no son verdad”, expresó.
El gobernante insistió en que Washington prepara un “expediente falso” de narcotráfico para justificar acciones militares, y calificó como un “error” la política de cambio de régimen que atribuye a funcionarios de la Casa Blanca.
Pese a la retórica de confrontación, Maduro negó que exista un conflicto militar en ciernes con Estados Unidos y aseguró que su país está “en disposición de conversar y dialogar”. No obstante, en paralelo activó un plan de entrenamiento y reentrenamiento de las milicias, al describir la coyuntura como una etapa de “alistamiento y preparación” frente a un posible ataque.
Estados Unidos mantiene actualmente ocho buques de guerra y un submarino nuclear en aguas del Caribe, en el marco de operaciones antidroga. Además, trasladó diez cazas F-35 a Puerto Rico, lo que Caracas interpreta como una amenaza directa.
El contraste es evidente: mientras Maduro habla “con respeto” a Washington y proclama voluntad de diálogo, al mismo tiempo agita el fantasma de la guerra para cohesionar a su base y desviar la atención de la crisis social y económica interna. La amenaza de una “lucha armada del pueblo” parece menos una estrategia de defensa que un recurso propagandístico: un intento de convertir la fragilidad de su poder en un relato épico de resistencia.
