El año que terminó ha sido otro en el que la tiranía de Nicolás Maduro ha aprovechado para imponer su modelo en Venezuela, sin conmiseración alguna.
Por: Neomar Hernández – Gaceta de la Iberosfera
Distintos acontecimientos han signado un 2021 en el que el chavismo no ha hecho otra cosa que allanar el camino a su perpetuación en el poder en la nación caribeña.
En enero se instaló una Asamblea Nacional (AN) ilegítima, con una mayoría abrumadora de diputados chavistas. Dicha composición en el órgano parlamentario devino de un truculento proceso electoral convocado por el régimen a finales de 2020 (del cual la oposición liderada por Juan Guaidó se abstuvo de participar).
Con la “nueva” Asamblea Nacional se propició una especie de jaque mate a la AN capitaneada por Guaidó, al quitarle cualquier atisbo de poder real –si es que alguna vez lo tuvo–, mediante su sustitución por un órgano en el que Maduro tiene control absoluto. Sin embargo, en el exterior, países como Estados Unidos han seguido diciendo que reconocen al ente parlamentario encabezado por la oposición y no al que ha confeccionado el chavismo a su entera conveniencia.
Empero, los hechos más interesantes en el país sudamericano se han producido durante el segundo semestre de 2021.
La capitulación de México
Por ejemplo, en agosto se conoció que la oposición aglutinada en torno a Juan Guaidó había decidido emprender nuevamente un «diálogo» con representantes del madurismo, esta vez en México, bajo los buenos oficios del izquierdista Andrés Manuel López Obrador. En esas reuniones –que desmoralizaron a la disidencia venezolana al ver a la vuelta de la esquina una nueva celada propiciada desde la tiranía– se avanzó realmente poco.
Las conversaciones de México solo sirvieron para dos cosas: para levantar la persecución a un par de dirigentes venezolanos y permitir su regreso al país, y para comprometer al grueso de la oposición del llamado G-4 (el grupo de partidos que apoya a Guaidó) a participar en una nueva farsa electoral (esta vez unas elecciones de tipo regional y municipal).
Luego de los encuentros los diputados opositores Tomás Guanipa, Freddy Superlano, Luis Florido y José Manuel Olivares pudieron regresar a Venezuela y terminaron incluso siendo candidatos a gobernaciones y alcaldías en la farsa electoral del régimen. Ninguno de ellos resultó ganador.
Estos diálogos tuvieron mecha corta, pues apenas en la cuarta reunión el chavismo decidió levantarse de la mesa de negociación, aludiendo su molestia por la noticia de la extradición a los Estados Unidos de Alex Saab, un testaferro que fue capturado en Cabo Verde el año pasado y que era requerido en la justicia de Norteamérica por estar al frente de una estructura inmensa de legitimación de capitales al servicio del régimen rojo.
Sin embargo, el daño ya estaba hecho y el chavismo ya había sacado rédito de la negociación: la oposición había claudicado. Le habían puesto a escoger entre la deshonra y la guerra y, con esa participación en los diálogos mexicanos, terminó obteniendo la guerra y el deshonor juntos, de nuevo.
Las truculentas elecciones regionales terminaron de coronar la debacle de Juan Guaidó y sus allegados, al haber estos últimos decidido participar en el fraudulento proceso inscribiendo candidaturas. Los resultados oficiales dictados por el órgano electoral de la tiranía, el Consejo Nacional Electoral (CNE), adjudicaron el 14 de noviembre solamente 3 gobernaciones a la oposición, de un total de 23 que estaban en disputa. El desastre no podía tener peor pinta.
Aparece la justicia internacional
Las mayores derrotas sufridas por el régimen chavista a lo largo del año llegaron desde fuera. Se concretó tanto la extradición a los Estados Unidos del testaferro Álex Saab (quien se presume tiene información sensible sobre la estructura de financiación de la dictadura), como la captura en España del antiguo jefe de la inteligencia chavista, Hugo “El Pollo” Carvajal, quien incluso ha revelado los intríngulis de los pagos otorgados por el propio Hugo Chávez a Podemos, las relaciones peligrosas del régimen rojo con actores como Iraq, Cuba, Rusia y China, así como oscuros detalles sobre los mecanismos empleados para ahogar a la disidencia en la nación caribeña.
Del mismo modo, un proceso que tenía años en fase preliminar en la Corte Penal Internacional (CPI), decantó en noviembre pasado en la decisión del nuevo Fiscal Jefe de la CPI, Karim Khan, de abrir formalmente un proceso de investigación a las autoridades venezolanas por casos que prefiguran posibles delitos de lesa humanidad. Venezuela se convierte así el primer país de Iberoamérica que ha sido investigado por este tipo de crímenes en la Corte.
No en vano en octubre murió en una cárcel de Caracas el General Raúl Isaías Baduel. El exministro de Defensa era uno de los presos políticos más prominentes del régimen, en tanto fue estrecho colaborador del propio Chávez (al punto de ser clave en el proceso que llevó a su vuelta al poder luego de la revuelta popular que lo sacó de Miraflores, en 2002). Baduel se encontraba detenido por el chavismo desde hacía varios años y era especialmente temido en las filas de la tiranía por, supuestamente, abanderar una facción militar disidente que podía tener la suficiente fuerza para desalojar a Maduro del poder.
La ruta del desencanto en Venezuela
En medio de la decepción que supusieron las actuaciones de la oposición partidista venezolana (especialmente la representada en el liderazgo de Guaidó) gran parte de la población optó por desentenderse de los temas políticos gruesos, asumiendo que la tiranía no sería desplazada en lo perentorio del poder, y volcando los esfuerzos cotidianos a resolver sus necesidades básicas (comida, techo, vestido, salud y transporte) y a alguna que otra diversión.
Así el país se convirtió en el escenario perfecto para el surgimiento de “burbujas” económicas con restaurantes de lujo y tiendas de comestibles importados, especialmente en Caracas. La aparición de estos nuevos emprendimientos comerciales (cuya inversión deja perfecto espacio a la duda, sobre todo si se trata del origen de los capitales en ellos invertidos) le permitió a Maduro ejercer un efecto adormecedor sobre una parte no poco importante de la población, para apalancar así una narrativa consistente en afirmar que Venezuela “se había arreglado”.
Sin embargo, la verdad verdadera es más fuerte que la mejor de las ilusiones. A finales de año la ONU y otros organismos internacionales han ratificado las proyecciones que cifran en torno a 7 y 9 millones de personas el número de venezolanos que para finales de 2022 estarán fuera de su país. ¿Quién abandona su Patria si todo está tan bien?