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Discordia y confrontación, en la raíz de la tragedia venezolana

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En Venezuela, la armonía y amistad cívica entre ciudadanos, tan necesaria para la vida en comunidad y el logro del bien común, ha sido minada por un discurso de odio basado en la lógica amigo-enemigo.

Por: Ramón Cardozo – DW

A partir del Pacto de Puntofijo, de 1958, Venezuela -a pesar de los obstáculos y dificultades– disfrutó durante gran parte de la segunda mitad del siglo XX de niveles altos de paz social y de una envidiable estabilidad democrática.

Autores venezolanos y extranjeros llegaron a utilizar el término de «excepcionalidad” para caracterizar la estabilidad política y el desarrollo económico y social alcanzado durante ese período por Venezuela, en comparación con otros países de la región.

Aumento de la polarización

La llegada de la Revolución Bolivariana al poder, en 1998, trajo consigo, junto con la autocratización progresiva del sistema político venezolano, un aumento de la conflictividad social, la profundización de las diferencias políticas y sociales y la exacerbación de la discordia entre los venezolanos.

Uno de los indicadores que ha dado cuenta de este fenómeno ha sido el elevado y sostenido incremento de los niveles de polarización en Venezuela durante las dos primeras décadas del siglo XXI.

El índice de polarización política del prestigioso proyecto «Varieties of Democracy (V-Dem)” evalúa el grado en el que las diferencias políticas afectan las relaciones sociales más allá de las discusiones políticas. En una escala entre 0 y 4, este índice mide cómo interactúan entre sí los partidarios de campos políticos opuestos: 0 indica un trato amistoso y 4 un trato hostil.

En el caso venezolano, el índice de polarización política pasó de 0,57 en 1997 -año previo a la campaña electoral presidencial en la que triunfó Chávez- a 3,59 en el 2021, fecha de la última medición.

Dos campos antagónicos

Investigadores como Jennifer McCoy, académica del «Carnegie Endowment for International Peace”, han señalado que, cuando la polarización sobrepasa un determinado nivel, se convierte en «perniciosa”, también llamada «tóxica” o «severa”.

Según esta investigadora, la polarización perniciosa aparece cuando la multiplicidad normal de intereses e identidades en una sociedad comienza a alinearse en una sola dimensión. Cuando ello ocurre, la sociedad se fractura en dos campos antagónicos, en los que la identidad política se convierte en identidad social, y en donde las personas, cada vez más, perciben y describen la política y la sociedad en términos de «Nosotros” vs. «Ellos”.

Los efectos de la polarización

Múltiples estudios han señalado los efectos perversos que la polarización severa tiene sobre la sociedad y la política, en particular respecto al declive democrático y al aumento de la violencia social. Thomas Carothers, en su libro Democracies Divided, afirma que la polarización perniciosa socava el estado de derecho, erosiona la confianza en las instituciones democráticas, exacerba la intolerancia y disminuye la confianza social.

Valores superiores a 3 del índice de polarización política de V-Dem, revelan, según MacCoy, la existencia de una polarización perniciosa en una sociedad. En Venezuela, este valor fue superado en el año 2003 (3,06), y siguió creciendo en los años subsiguientes hasta alcanzar 3,89 durante 2017 y 2018. En los años 2021 y 2021, el índice descendió levemente a 3,70 y 3,50, respectivamente. Los datos de V-Dem muestran que en la Venezuela del siglo XX nunca se habían alcanzado niveles tan altos de polarización y mucho menos por un periodo tan dilatado.

La siembra revolucionaria de la discordia en el país

Estrechamente vinculado con la «polarización perniciosa”, aparece «la discordia”. La comprensión del papel que ha jugado la ruptura de la amistad cívica entre los venezolanos ayuda a entender por qué la polarización en Venezuela ha alcanzado niveles tan altos y ha persistido durante tanto tiempo.

En el ensayo «¿Qué te ha pasado Venezuela?” (2021), el filósofo y profesor universitario Rafael Tomás Caldera reflexiona sobre las razones de la monumental y profunda crisis del país. En su esclarecedor escrito, el filósofo venezolano señala como origen de la tragedia venezolana a la discordia y la confrontación, las cuales han sido sembradas intencionadamente en el ánimo de los venezolanos desde los inicios de la revolución bolivariana: «Allí ha estado la raíz del mal. Se ha cultivado, deliberadamente, la confrontación. Entre nosotros, Hugo Chávez  sembró la confrontación, y con ella la discordia, desde su primer discurso como presidente electo, cuando se podía esperar de él una actitud más conciliadora que la exhibida en los mítines de la campaña electoral”.

Confrontación existencial

La armonía y amistad cívica entre los venezolanos, tan necesaria para la vida en comunidad y el logro del bien común, ha sido minada por un discurso de odio basado en la lógica amigo-enemigo. Este discurso ha destruido el consenso mínimo de base y ha promovido una confrontación existencial en Venezuela.

Hugo Chávez, señala Caldera, «estableció una clara división en el presente: patriotas y corruptos. Al contrario de lo que corresponde a un gobernante, que lo es de todos, declaraba de manera enfática que no gobernaría para los que llamó entonces ‘corruptos’ y luego calificaría de ‘escuálidos’, es decir, todos aquellos que no formaran parte de sus seguidores.

Los «enemigos de la patria»

Según este discurso divisionista, aquel que no comparte las ideas políticas del gobernante ―el proyecto revolucionario― ya no es simplemente un adversario político, sino que pasa a ser catalogado como un enemigo de la patria y, como tal, es despreciado.

Así lo advierte Caldera: «La división establecida iba cargada de desprecio: aquellos, los otros, no merecían sino rechazo. No tendrían derechos, como no los tuvieron los expulsados de la industria petrolera o aquellos cuyos bienes fueron incautados. No merecían respeto ni en el lenguaje ni en la conducta”. Esta narrativa de «nosotros contra ellos» fomentó una cultura divisionista e impulso la polarización tóxica en la sociedad venezolana.

El irrespeto a la dignidad del otro como ser humano ha sido también tierra fértil para que las desigualdades percibidas o las injusticias sufridas, -reales o no- se transformaran en rencor y rabia desbocada, promoviendo con ello la violencia y la perdurabilidad en el tiempo de la ruptura social en Venezuela. Así, sostiene Caldera, «con ese desprecio salió a la luz el resentimiento, ahora con curso libre en la vida social. La discordia y el enfrentamiento se hicieron permanentes”.

Destrucción de espacios de encuentro

El discurso gubernamental de odio, amplificado y extendido a través de los medios de comunicación estatales, y blindado a través de la hegemonía comunicacional, fue reforzado por el acorralamiento a los partidos políticos opositores y el uso de los colectivos armados como instrumento de violencia y amedrentamiento a la ciudadanía. Esto generó en el país ámbitos sociales y geográficos en los cuales, prácticamente, solo se escucha la «verdad gubernamental”.

Por otra parte, la concentración del poder político en manos del presidente, la manipulación del sistema electoral, el desmantelamiento del Estado de derecho y de los mecanismos democráticos de equilibrio del poder, inutilizaron los espacios institucionales pluralistas, como el Parlamento o los Consejos Municipales, donde democráticamente se deberían debatir las diferencias políticas y construir los consensos mínimos para enfrentar la profunda crisis que aqueja al país.

Símbolos de identidad

Así mismo, el secuestro y la apropiación indebida por parte del chavismo de emblemas y valores patrios le robó a la nación valiosos símbolos de identidad cultural, donde todos los venezolanos se sentían representados.

Estas y otras prácticas promotoras de la discordia y de la polarización, iniciadas con Hugo Chávez, se han mantenido con Nicolás Maduro, tal como lo evidencian los elevados índices de polarización de V-Dem, y los múltiples informes que al respecto siguen elaborando y presentado ante el mundo las organizaciones de DDHH, tanto nacionales como internacionales.

A través del poderoso aparato estatal de comunicación, el régimen chavista hoy en día sigue difundiendo discursos de odio y desprecio al adversario; cerrando medios de comunicación independientes, acorralando y judicializando a los partidos de oposición, manipulando y controlando el sistema electoral, promoviendo leyes dirigidas a cercenar el derecho de participación, y manteniendo el apoyo a los colectivos armados.

La necesidad de un llamado unificador

Actualmente, Venezuela se encuentra profundamente desarticulada. Por un lado, está intensamente dividida a consecuencia de los altos niveles de polarización tóxica existentes en el país. Por otro lado, está profusamente fragmentada a consecuencia de la discordia que ha sido sembrada, deliberadamente, en el corazón de los venezolanos.

Aristóteles nos recuerda en su obra La Política que una ciudad dividida no puede subsistir. Sin la armonía y la unidad de la sociedad, es imposible que se pueda dar una acción compartida en favor del bien de las personas y de los grupos sociales.

En la dirección de superar la discordia, Rafael Tomás Caldera recomienda considerar al menos dos aspectos fundamentales. El primero, la necesidad de apelar a la conciencia para despertar en cada venezolano la responsabilidad individual que tiene para con el país y con respecto a la crisis en la cual está inmerso: «La raíz de nuestro mal está en los corazones. Cada uno ha de entrar en sí mismo y sopesar sus actos a la luz de la verdad. Sin justificaciones fáciles, sin ese endurecimiento de la persona imbuida de ideología, que responde con un ataque personal para descalificar a quien la interpela”.

«Un amor eficaz por Venezuela»

El segundo aspecto recomendado por el filósofo venezolano es amar eficazmente a Venezuela. Querer realmente el bien del país y procurarlo para todos. Rescatar como patrimonio de todos los venezolanos lo valioso del país, de su historia, lo que logró llegar a ser y alcanzar. Caldera concluye afirmando que solo un amor eficaz por Venezuela puede restablecer la concordia perdida.

A Venezuela le urge reunificarse y recuperar la concordia entre sus ciudadanos. El país necesita voces con un mensaje y una acción unificadora que logren superar y aislar el discurso polarizador y de discordia que el régimen chavista ha venido utilizando desde hace más de dos décadas y que le ha servido para mantenerse en el poder a costa de desarticular a la nación.

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