La ONG estadounidense Bishop Accountability, que documenta la violencia clerical, invocó este lunes al Vaticano que prohíba la participación del cardenal peruano Juan Luis Cipriani en las reuniones previas al cónclave, ya que enfrenta sanciones por una denuncia de abuso sexual.
A través de un pronunciamiento publicado en su web oficial, la codirectora de la organización, Anne Barrett, indicó que el purpurado no debería ser incluido en estos encuentros, pues su presencia envía un “mensaje equivocado” sobre la postura de la Iglesia frente a la pederastia, una problemática que Francisco enfrentó durante su pontificado.
“La participación de Cipriani se burla de la declaración de los cardenales sobre la supuesta importancia del problema de los abusos. Garantiza a los obispos abusadores el continuo apoyo de sus colegas, al tiempo que envía un mensaje preocupante a las víctimas de abusos. Reaviva la inquietante idea de que la Iglesia es más segura para el clero acusado que para los niños”, se lee en el comunicado.
Cipriani ha sido visto saliendo del salón donde los cardenales se han reunido para discutir asuntos relacionados con la elección del próximo papa. Según el medio digital Crux, ha empleado el hábito cardenalicio, lo que aparentemente viola las restricciones impuestas por el papa al tomar conocimiento de la denuncia, hace seis años.
“Dadas las claras sanciones del papa, ¿por qué el Vaticano le permite ahora ayudar a planificar el próximo cónclave? (…) Si el castigo impuesto por el propio Papa por la agresión sexual de un cardenal a una menor no constituye un impedimento legítimo, ¿qué lo constituye?“, cuestionó a continuación.
“La obligación más sagrada de la Iglesia es proteger a los niños del abuso. La vida y el bienestar de los niños están en juego, al igual que la autoridad moral de la Iglesia. Pero incluir a un presunto abusador en sus reuniones desacredita sus palabras. Los cardenales deben demostrar que hablan en serio, y eso significa prohibir inmediatamente la entrada a Cipriani (…) y a cualquier otro líder eclesiástico culpable del resto de sus reuniones”, zanjó.
Participación cuestionada
El portavoz del Vaticano, Matteo Bruni, se refirió a la cuestionada presencia del purpurado en el preludio del cónclave, pese a que el papa Francisco le impuso en vida un precepto penal con restricciones a su actividad pública, lugar de residencia y uso de insignias.
Durante una rueda de prensa con periodistas, el vocero fue escueto y no ofreció detalles sobre si las sanciones impuestas contra Cipriani le impedían tomar parte.
“Todos los cardenales pueden participar en las congregaciones generales”, declaró, según declaraciones recogidas por Crux, y añadió que la constitución vaticana que regula los cónclaves, Universi Dominici Gregis, es clara al respecto. Añadió que no proporciona “información particular sobre los cardenales” y que se iba a informar sobre el asunto.
El portal, que cubre de forma independiente noticias relacionadas con la Santa Sede y la Iglesia Católica, informó que en esta jornada los purpurados discutieron temas cruciales para el futuro de la Iglesia, como la evangelización, los abusos y las cualidades deseadas en el próximo pontífice.
Coincidentemente, Cipriani estuvo presente en la reunión, a pesar de que el diario El País reveló que en 2018 una víctima envió una carta al pontífice para denunciar lo que sufrió en 1983, cuando tenía entre 16 y 17 años, durante el acto de confesión.
El purpurado fue visto en el primer día de exposición del féretro del papa, donde permaneció con los brazos cruzados durante unos 15 minutos. Este domingo, además, participó en el homenaje que los cardenales realizaron en la basílica de Santa María la Mayor, donde el pontífice fue enterrado el día anterior.
El pecado cardenal
El Papa recibió en el verano de 2018 una carta de un hombre que hoy tiene 58 años que acusaba al cardenal Cipriani de haber abusado de él cuando tenía entre 16 y 17 años en 1983 en un centro del Opus Dei en Lima. Afirmaba que durante la confesión le hacía tocamientos en las nalgas por debajo de la ropa, le acariciaba y le daba besos. Esta persona, que ha confirmado sus acusaciones a EL PAÍS, relataba también que lo contó entonces, ya en 1983, a responsables de la Obra, pero no hicieron nada. El vicario regional del Opus Dei en Perú, Ángel Gómez-Hortigüela, admitió en su comunicado de disculpas del sábado que “no hay registro de ningún proceso formal” en esa fecha, pero no descarta que se produjera la denuncia: “En esa época no se tenía la misma conciencia que hoy sobre los procedimientos más adecuados para acompañar a los implicados”. Admite que “hoy sería imposible que una denuncia quede sin registro”.
Es decir, según el relato del denunciante, cuando en 2019 el Papa obligó a retirarse a Cipriani, la Obra ya conocía acusaciones de abusos contra él desde hacía al menos 35 años. No obstante, Cipriani luego fue nombrado vicario del Opus Dei en Perú en 1986, máxima autoridad de la entidad en el país; en 1988 fue obispo auxiliar de Ayacucho, y arzobispo en 1995; hasta que en 1999 fue designado arzobispo de Lima. En 2001 Juan Pablo II le hizo cardenal.
El Pontífice recibió la carta por mediación de Juan Carlos Cruz, miembro de la Comisión Pontificia para la Protección de Menores del Vaticano, que ha confirmado a este periódico que realizó la gestión. El Papa actuó de inmediato, envió a un sacerdote de confianza a reunirse con el denunciante y recabar la información. Además ya había llegado otra acusación contra el cardenal en 2002, que no tuvo recorrido. El Papa dio credibilidad a las acusaciones y forzó el retiro de Cipriani, que en diciembre de ese año cumplía 75 años y, por praxis, estaba obligado a presentar su renuncia a esa edad. Normalmente el Pontífice no la acepta, deja pasar unos años, pero en este caso la acogió en el momento y lo cesó. Luego le castigó con el exilio y medidas disciplinarias.