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El chavismo se la juega entre China, Rusia y una embajada argentina

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Por Omar Lugo en The Objective

La presencia de Maduro en Moscú estuvo sombreada por las noticias de la extraña fuga de los asilados en Caracas

Mientras en Caracas la oposición celebraba la espectacular y confusa salida de cinco dirigentes que llevaban más de 400 días sitiados en la residencia de la embajada de Argentina en Caracas, Nicolás Maduro se paseaba por Moscú, como uno de los invitados de Vladimir Putin, para celebrar los 80 años del fin de la Gran Guerra Patria, como llaman en Rusia a la Segunda Guerra Mundial. El «hijo de Chávez» aprovechó para estrechar su alianza estratégica con China.

Todavía no está claro qué fue lo que pasó en la embajada argentina, ni cuando exactamente salieron los cinco cercanos colaboradores de María Corina Machado buscados por el chavismo bajo cargos genéricos de terrorismo, traición a la patria y conspiración. Son los mismos supuestos delitos que le achacan a casi todos los centenares de opositores que hoy engrosan la lista de presos políticos en Venezuela.

Machado afirmó que esa operación es el triunfo más grande de la oposición desde el 28 de julio de 2024, cuando, según las actas recopiladas por los partidos opositores en las mesas de votación, el opositor Edmundo González derrotó a Maduro por un amplio margen.

El secretario de Estado de Estados Unidos, Marco Rubio, describió la salida de los opositores como «un rescate de rehenes» y una extracción. Diosdado Cabello, el poderoso ministro de Interior y número dos del chavismo, sostiene, sin mayores pruebas, que hubo una negociación para permitir la salida de los cinco asilados y de la mamá de María Corina Machado, también hostigada desde hace meses. La señora Corina Parisca salió en vuelo comercial por el aeropuerto de Maiquetía, pero nadie sabe cómo escaparon los cinco asilados que lograron burlar a los agentes de Cabello y las fronteras del país. Hay a estas alturas una guerra de versiones entre el chavismo y la oposición y no hay mayores evidencias para una historia concluyente.

Por lo pronto, se descarta la versión echada a rodar por algunos furibundos opositores desde las tribunas de las redes sociales, que afirmaban que se trató de una operación casi al estilo de James Bond o de Jason Bourne. Hubo quien imaginó una escalerilla pendiendo de un helicóptero que sobrevolara la quinta Buenos Aires, en el céntrico barrio acomodado de Las Mercedes, entre las embajadas de Rusia y de Corea del Norte, en unas calles constantemente vigiladas por francotiradores, drones y con puestos de control en las calles adyacentes.

«Me suena a película (…) no voy a comentar chismes, especulaciones ni historias increíbles; a estas alturas son historias», dijo la portavoz del Departamento de Estado, Tammy Bruce, cuando le pidieron detalles. En términos periodísticos, si de verdad hubiera ocurrido esa escena, ésa sería la noticia: que fuerzas de seguridad y agentes de la CIA incursionaron en territorio venezolano en una espectacular operación para liberar a parte del círculo más cercano de Machado.  

La tesis de la negociación también la desmienten los hechos: la policía política Sebin, manejada por el propio Cabello, arreció esta semana las detenciones de opositores, allanó la casa de Magalli Meda, la jefa de campaña de Machado, y acaso la más prominente de los cinco asilados. El sexto, Fernando Martínez Mottola, había salido en diciembre, tras una negociación con la Fiscalía, pero murió en febrero, en su casa en Caracas. El entusiasta coro de los antichavistas más esperanzados ha visto en la llamada Operación Guacamaya, un augurio de los tiempos, una especie de trompetas del apocalipsis para el chavismo, que, según Machado, nunca ha estado más débil y más fragmentado. 

En todo caso, las cosas son relativas: cinco opositores que estaban recluidos en una embajada habitada solo por ellos, en una especie de cárcel, sitiados y amenazados permanentemente por agentes armados, ahora recomienzan sus vidas en el exterior. Todos tienen gente aquí y acaso por eso hay tanto misterio con el caso: temen que paguen familiares y allegados inocentes por esta fuga en las narices del poder. 

Tal vez fue menos espectacular de lo que pintan los entusiastas, o fue una negociación más amplia y más compleja. La diferencia no es relevante para las familias de los cerca de seis activistas opositores de perfil mucho menos alto que cayeron esta semana –el último ayer sábado– en nuevas detenciones arbitrarias. Es una puerta giratoria, se salvan unos y entran otros. Tampoco hay mucha diferencia para otros varios cercanos colaboradores de Machado y para dirigentes de partidos políticos opositores que siguen recluidos y aislados en las tenebrosas cárceles como El Helicoide y El Rodeo. 

Machado y Estados Unidos prometen que vendrán más acciones para golpear al chavismo. Este mismo viernes, el Departamento del Tesoro de Trump puso fin a unas licencias que permitían a cuatro grandes trasnacionales prestadoras de servicios en campos y pozos petroleros, seguir trabajando para Maduro y Petróleos de Venezuela (PDVSA) pese a las sanciones.

Halliburton, Schlumberguer, Baker Hughes y Weatherford International deberán dejar plataformas y pozos de perforación, lo que impactará la ya menguada producción venezolana de crudo. El 27 deben terminar también las licencias que permiten a Chevron, a Repsol, a la italiana ENI, a la francesa Maurel and Prom y la india Relliance hacer lo propio sin exponerse a sanciones secundarias por parte de EEUU y a perder otros negocios más rentables en el resto del mundo.

 Rusia y China con amor

Desde hace algunos meses, antes de que regresara Trump a la Casa Blanca se esperaban estas medidas para apretarle las tuercas al chavismo, pese al intenso cabildeo de las petroleras y de sus ejecutivos, asesores y medios aliados. Pero el chavismo intenta que firmas de China, Rusia, Irán y Turquía inviertan más en la industria petrolera venezolana.

El propio Maduro se ha venido preparando, estrechando más su acercamiento político, geopolítico y económico con Rusia y China, sus principales aliados de peso en la otra acera de un mundo contemporáneo multipolar. Un mundo en conflicto que presencia el declive de Estados Unidos, ayudado por un impredecible y errático magnate que acelera el deterioro de la economía global. 

Las celebraciones de los 80 años del fin de la Guerra en Rusia fueron un tanto opacadas por las noticias en torno a la elección del nuevo papa León XIV. En Venezuela, la presencia de Maduro en Moscú, a donde se fue con una comitiva que cupo en cuatro aviones, estuvo sombreada por las noticias de la extraña fuga de los asilados.

Pero igual, cuando pasen los tres días del escándalo, las cosas no serán muy diferentes a como venían: Maduro ha estrechado más sus lazos con Rusia, su principal proveedor de armas y tecnologías de defensa, y con China, su principal prestamista externo, principal socio comercial y mayor comprador del pesado petróleo venezolano.

Los papeles protagónicos de estos dos socios y muletas del chavismo, habrán de ocupar más pantallas en los meses y años por venir, en un país que ahora más que nunca es otra ficha en la mesa de la geopolítica global. En Moscú, el ocupado Xi Jinping, invitado de honor de Putin, abrió un espacio para reunirse con Maduro y sus ministros en una sesión de trabajo. «Me alegro mucho de encontrarme con nuestro viejo amigo, el presidente Maduro, esta vez en Moscú. Estoy dispuesto a seguir trabajando con usted para seguir profundizando la cooperación práctica entre nuestros dos países, para impulsar las relaciones entre China y Venezuela», desde una perspectiva estratégica y de largo plazo, dijo Jinping.

«Estamos unidos a un nuevo nivel y para crear mejor los intereses de ambos países», agregó. China y Venezuela «son buenos socios de confianza mutua y desarrollo común», dijo al recalcar que su país «apoyará firmemente a Venezuela en la salvaguardia de su soberanía, su dignidad nacional y su estabilidad social». Maduro agradeció el apoyo «de nuestro hermano mayor, la República Popular China», y dijo que adaptará un plan de gobierno a mediano plazo, llamado «de las siete transformaciones», a esta agenda de cooperación con China.

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