Morfema Press

Es lo que es

“El día que la montaña se tragó el mar”: los recuerdos imborrables de los sobrevivientes de un desastre que arrasó pueblos enteros

Comparte en

Cuando comenzó a llover, el 15 de diciembre de 1999, Leidy Crespo (48) tuvo el presentimiento de que no era una lluvia cualquiera. Eran las once de la noche y, durante todo el día, el agua nunca dejó de caer. Siete horas más tarde, alrededor de las 6 de la mañana, lo que había empezado como una tormenta repentina, terminó convirtiéndose en una trampa mortal. “Yo estaba en mi casa, en el barrio Llano Adentro, con mis dos hijas de 2 y 4 años. Noté que el agua bajaba por la montaña, pero no era un agua común: era de color marrón. De repente, comenzó a arrastrar objetos: primero fue un auto, después animales. Para las 5.30 de la mañana, decidí abandonar mi casa y refugiarme con un grupo de vecinos en una casa abandonada. Sabíamos que en algún momento iba a venir más agua, pero no qué cantidad. Media hora más tarde se produjo la catástrofe. Yo vi venir esa ola inmensa y no podía creerlo: era como estar en una película. Nunca más lo voy a olvidar”, recuerda en charla con Infobae. En ese momento, Leidy tenía 23 años y trabajaba como vendedora deAvon. Su relato describe uno de los peores desastres de la historia reciente de Venezuela: la tragedia de Vargas, de la que hoy se cumplen 25 años.

Por: Florencia Illbele – Infobae

Sucedió entre el 14 y el 16 de diciembre de 1999 en el estado Vargas (desde 2019 denominado La Guaira), una región costera del norte de Venezuela, que limita con el mar Caribe. La zona fue devastada por lluvias torrenciales que desbordaron ríos y quebradas, desencadenando aludes y deslizamientos de tierra masivos. Al día de hoy se desconoce el número total de las víctimas fatales, pero las estimaciones de la Cruz Roja Internacional calcularon de 15.000 hasta 50.000 fallecidos. Los lugareños lo recuerdan como “el día que la montaña se tragó al mar”.

Aquel diciembre las lluvias no dieron tregua en el estado de Vargas: en menos de 72 horasalcanzaron cifras récord, con precipitaciones de hasta 911 milímetros de agua por metro cuadrado, cuando el promedio de los últimos 87 años se ubicaba en los 900 milímetros anuales. Es decir: llovió en tres días llovió lo que llovía en un año. “El 15 pasamos toda la noche en estado de alerta. Sabíamos que estábamos en peligro y que en cualquier momento podía venir derrumbe. De hecho, donde yo estaba refugiada hubo un derrumbe y tapió a varias personas. A las que estábamos más adelante, no nos llegó a tocar el lodo”, recapitula Leidy.

Hace poco, en el contexto del rodaje de un documental por un nuevo aniversario del desastre, la mujer regresó al lugar que le hizo de resguardo y contó el momento más crítico que vivió aquel día. “Como el agua seguía subiendo, en un momento, una persona tuvo la idea de que nos moviéramos un poco más arriba. ‘Subamos el cerro que allá vamos a estar mejor’, dijo. Lo intenté, pero mientras estaba caminaba miré hacia atrás y vi a mis dos niñas: una la tenía mi mamá; la otra un tío. Verme sola, sin mis hijas, y propensa a caerme fue lo peor. Tuve que regresar”, contó emocionada.

Después del horror

A la mañana siguiente, la devastación era total. Según el relato de Leidy, para el mediodía, las lluvias habían mermado lo suficiente como para que los vecinos de Llano Adentro decidieran salir del refugio entre todos. “Habíamos pasado más de un día sin comer, pero recuerdo que a nadie le dio hambre. Ni siquiera a los niños”, dice. El plan para abandonar el lugar lo ejecutaron los hombres. “Agarraron una vara muy grande y comenzaron a pujar el suelo para constatar el nivel de profundidad del río y poder cruzarlo. Después, las personas que estaban del lado izquierdo nos lanzaron una cuerda hacia los que estábamos del lado derecho y comenzamos a salir uno por uno”, cuenta.

La caminata hasta los albergues que ofrecía el gobierno fue dura. “Atravesamos medio Estado a pie. Prácticamente todo se convirtió en lodo. Uno caminaba y aparecía un cuerpo enterrado. Yo trataba de no mirar… Todavía recuerdo los llantos de las personas que buscaban a sus familiares. ‘¿Viste a mi hermano? ¿Dónde está mi mamá? ¿Sabés si están vivos?’, preguntaban. Era realmente abrumador”, detalla Leidy.

Finalmente llegaron a un destacamento militar donde los censaron y les dieron ropa y comida. “Después nos repartieron en refugios: la mayoría eran escuelas. Ahí pasamos la Navidad, nos dieron juguetes para nuestros niños, y recibimos el Año Nuevo″, recuerda Leidy y se le quiebra la voz. Es que, lo que siguió no fue fácil. “Mientras reconstruían todo, pasamos seis meses viviendo en el refugio. Luego nos llevaron al Poliedro de Caracas (NdR: un estadio ubicado al sur de la ciudad de Caracas), pero duré dos días. Aunque ahí estaba toda mi familia, incluyendo tío y primos, con mi esposo decidimos alquilarnos una casa. Como digo siempre: nosotros somos sobrevivientes de la tragedia, pero en realidad la tragedia vino después. Si bien no nos faltó comida, había poca y hubo que rebuscársela. Igual nos recuperamos rápido. El pueblo se recuperó rápido”, cuenta.

El renacer y el recuerdo

El deslave de Vargas no solo destruyó infraestructuras, sino que dejó a miles de personas sin hogar. Según detalló el arquitecto Marco Negrón en “La catástrofe del estado Vargas”, más de 5.300 edificaciones fueron destruidas por completo y unas 2.600 parcialmente afectadas. “El 80% de la población local, unas 250.000 personas, sufrió el impacto directo o indirecto del desastre”, indica el informe.

De acuerdo con el Consejo Nacional de la Vivienda (Conavi) de Venezuela, los costos de reconstrucción en Vargas y Caracas alcanzaron los 830 millones de dólares. Sin embargo, para marzo de 2000, la Autoridad Única para la reconstrucción de Vargas duplicó esa cifra, situándola en 1.729 millones de dólares.

Pero las consecuencias económicas no fueron las únicas. Al día de hoy, los sobrevivientes cargan con traumas que no han podido superar. “Con que caiga agua en el techo, así sean cuatro gotas, eso me atormenta. O que se deje un grifo abierto. Me aturde. Lo cierro de inmediato”, dice Leidy, cuya concepción de la vida cambió drásticamente: “Ya no tengo miedo a la pérdida. Todo lo material lo doy por pasajero”.

Este domingo se cumplen 25 años de la tragedia del estado de Vargas que, desde 2019, se llama La Guaira. Para homenajear a los sobrevivientes, el fotógrafo venezolano Daril Jiménez, rodó un documental al que llamó “Cuando el cerro se vino abajo” y que rodó en distintos episodios. Lo estrenó el pasado 10 diciembre en su canal de YouTube, “La Guaira en Fotos”. Aunque no es un sobreviviente, ni tampoco perdió familiares o amigos en la tragedia, Daril dice que conoce a muchas personas que sí tuvieron una pérdida en el deslave y que eso lo impulsó a poner en marcha este proyecto audiovisual.

“Fue un rodaje espontáneo. Yo anuncié en mi cuenta de Instagram que buscaba testimonios de sobrevivientes de la noche del 15 de diciembre y fue apareciendo gente. Fue un trabajo movilizante. Hubo testimonios que me dejaron sorprendido, como el del un señor de Llano Adentro que perdió a esposa y a su hijo. Fue un evento que marcó a muchas familias”, dice en charla con Infobae.

Una de las voces del documental es Leidy Crespo quien, en la actualidad, sigue viviendo VargasEl pueblo se recuperó. Tenemos agua y otras facilidades. Nos tocó empezar de cero, pero aquí seguimos”, destaca orgullosa.

WP Twitter Auto Publish Powered By : XYZScripts.com
Scroll to Top
Scroll to Top