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Elecciones en El Salvador: se proyecta un triunfo demoledor de Bukele

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El gobierno de El Salvador ha encarcelado a miles de personas inocentes, suspendido libertades civiles cruciales de manera indefinida e inundado las calles de soldados. Ahora, el presidente detrás de todo esto, Nayib Bukele, está siendo acusado de violar la Constitución al buscar la reelección.

Por: Natalie Kitroeff – The New York Times

E incluso su compañero de fórmula para la vicepresidencia admite que su objetivo es estar “eliminando” lo que él considera la democracia rota del pasado.

Pero las encuestas muestran que la mayoría de los salvadoreños apoyan a Bukele, a menudo no a pesar de sus tácticas autoritarias, sino debido a ellas.

En las elecciones de este domingo, se espera que los votantes le den a Bukele y su partido, Nuevas Ideas, una victoria contundente, lo que consolidaría el control del presidente milénial sobre todos los sectores del gobierno.

La razón principal, dicen los analistas, es que el líder de 42 años ha logrado una hazaña que parecía imposible: diezmar a las brutales pandillas que habían convertido a El Salvador en uno de los lugares más violentos del mundo.

“Unos le llaman dictadura”, dijo Sebastián Morales Rivera, un pescador que vive en una localidad que solía ser bastión de una pandilla. “Pero yo prefiero vivir bajo la dictadura de un hombre que le sirva la mente y no bajo la dictadura de un montón de maniácos psicópatas”.

Durante más de dos décadas, la guerra entre pandillas aterrorizó a El Salvador, lo que afectó a la economía, provocó la muerte de civiles a voluntad y causó una ola de migración a Estados Unidos.

Los dos partidos que gobernaron el país hicieron poco para controlar el derramamiento de sangre, y posicionaron presidentes que se enriquecieron mientras sus compatriotas salvadoreños eran presas de los criminales.

Bukele, un milénial con gorra hacia atrás que prometía un cambio, llegó al poder en 2019 por votantes indignados con el establishment político. Y si bien las medidas estrictas que siguieron han restringido las libertades, también produjo los resultados que muchos habían anhelado.

“A esta gente que dice se está desmantelando la democracia. Mi respuesta es sí. No la estamos desmantelando, la estamos eliminando, la estamos sustituyendo por algo nuevo”, dijo Félix Ulloa, quien se está postulando para la reelección como vicepresidente junto con Bukele.

El sistema democrático que existió durante años en El Salvador, dijo Ulloa, solo benefició a políticos corruptos y dejó al país con decenas de miles de personas asesinadas. “Eso era podrido, eso era corrupto, eso era sanguinario”, afirmó.

Con un triunfo en las urnas el domingo, Bukele se uniría a una clase de líderes mundiales que han ganado repetidas elecciones incluso cuando se les acusa de socavar las bases de la democracia.

Los líderes de India, Turquía y Hungría, por ejemplo, han obtenido varios mandatos en las urnas y han sido acusados de tener tendencias autoritarias. En Estados Unidos, Donald Trump se está acercando a la nominación republicana a la presidencia, mientras enfrenta un proceso judicial por organizar una insurrección.

Con cada victoria, afirmaron los analistas, estos carismáticos líderes autoritarios están obligando a sus países a considerar una pregunta cada vez más urgente: ¿cuánto le importa realmente a los votantes el sistema de controles y equilibrios, el cual solía considerarse la base de la sociedad liberal?

En ninguna parte se pregunta eso de manera más abierta que en El Salvador, donde Bukele disfruta del respaldo de alrededor del 80 por ciento de la población, según muestran las encuestas, y muchos parecen no tener problemas con darle el control total sobre el país si eso les garantiza seguridad.

Bukele necesita “el control de todos, porque no todos son de la mente que él tiene”, dijo Morales, quién aseveró que lo reelegiría “tres veces” de ser necesario.

La Constitución de El Salvador prohíbe a los presidentes buscar un mandato consecutivo, según los juristas. Pero en 2021, el partido de Bukele, que tiene una mayoría calificada en la legislatura, remplazó a los principales jueces de la Corte Suprema, quienes luego reinterpretaron la Constitución para permitirle postularse de nuevo.

“Esta ya no es una república constitucional”, dijo Noah Bullock, director ejecutivo de Cristosal, una organización salvadoreña defensora de derechos humanos. “Es un régimen autoritario de facto”.

Algunos defensores de los derechos humanos se preguntan si Bukele podría encontrar una manera de permanecer en el cargo a largo plazo. Bukele aseguró en Twitter Spaces que no buscaba una “reelección indefinida” y señaló que “la norma actual no lo permite”.

Pero Ulloa afirmó que la gran mayoría del país en realidad quiere que Bukele sea presidente “para toda la vida”.

Tras una explosión de violencia en la primavera de 2022, el gobierno impuso un estado de excepción y lanzó una campaña de detenciones masivas sin el debido proceso.

Unas 75.000 personas han sido encarceladas, incluidas 7000 que finalmente fueron liberadas y miles más que no son miembros de pandillas pero siguen tras las rejas, según organizaciones defensoras de derechos humanos. El gobierno construyó una megaprisión para albergarlos a todos.

Cristosal y Human Rights Watch informaron que los reclusos estaban siendo torturados y privados de alimentos. Sus destinos se decidieron en juicios masivos con jueces cuyas identidades se mantuvieron en secreto. “Esos son crímenes contra la humanidad”, aseveró Bullock.

Pero el estado de excepción, que ha durado casi dos años, transformó el país. La cantidad de asesinatos se desplomó. Según informes, los pagos por extorsión han disminuido notablemente.

Las detenciones de salvadoreños que cruzaban la frontera de Estados Unidos disminuyeron en aproximadamente un tercio durante el último año fiscal —cuando la migración en general aumentó—, una disminución que los expertos atribuyen en parte a la nueva sensación de seguridad en las calles.

Muchos considerarían a Irma Mancía de Olmedo una víctima del nuevo Estado policial.

Su hijo, Mario Olmedo Mancía, fue detenido por las autoridades la mañana de un viernes de abril de 2022, cuando salió de su casa para cortarse el cabello. Su familia no ha sabido nada de él desde entonces.

“No sé ni como está ni nada”, dijo entre lágrimas Mancía de Olmedo.

Mancía de Olmedo afirmó que Mario no estaba involucrado con pandillas y tiene documentos que demuestran que trabajaba en un centro de llamadas.

Pero incluso en medio de su dolor, la mujer de 56 años no siente más que admiración por Bukele.

“Él ha hecho todo lo que ha podido para mejorar mi país”, dijo. “Que algunos, pues, estamos sufriendo las consecuencias. Todo pasa”.

Durante años, Mancía de Olmedo nunca se había atrevido a visitar a su madre, la cual vivía en un barrio controlado por la pandilla MS-13. Ahora la visita con regularidad.

Todavía hay focos de resistencia contra Bukele, en particular entre familias que afirman que sus parientes fueron encarcelados de manera injusta. Además, quedan dudas sobre si el gobierno está realmente comprometido a perseguir a los líderes de las pandillas.

Funcionarios estadounidenses afirmaron que antes de las medidas enérgicas, el gobierno de Bukele negoció con los líderes de las pandillas una reducción de los homicidios a cambio de beneficios en las prisiones. Altos funcionarios salvadoreños, según el Departamento de Justicia, ayudaron a un líder de la MS-13 a escapar del país, a pesar de que Estados Unidos había solicitado su extradición.

Bukele ha negado haber hecho tratos con pandillas y la acusación no ha tenido ningún impacto perceptible en su enorme popularidad.

Bukele, expublicista, no pasa mucho tiempo recorriendo el país ni realizando mítines: es una estrella en Facebook, TikTok y X, donde sus mensajes llegan a millones.

La mayoría de los salvadoreños piensa que la Asamblea Legislativa no debería interponerse en el camino de Bukele, porque solo él puede solucionar los problemas del país, según una investigación del Instituto Universitario de Opinión Pública de la Universidad Centroamericana José Simeón Cañas.

“El carisma que se ha instaurado entre la población salvadoreña es sumamente determinante para no solo evaluar su gestión, sino también como factor para interpretar la realidad que está viviendo el país”, dijo Laura Andrade, directora del instituto.

Bukele se está vendiendo como una “figura mesiánica, esa figura salvadora que rescata este pueblo que ha sido violentado por sus otros gobernantes”, afirmó.

No solo los salvadoreños están comprando ese discurso. Bukele se ha ganado admiradores en todo el hemisferio occidental, especialmente en países violentos como Ecuador, donde el presidente recientemente elegido ha prometido construir cárceles como las de Bukele.

La oposición de El Salvador está hecha añicos, y sus cinco candidatos apenas aparecen en las encuestas. Mientras tanto, la campaña del partido gobernante, Nuevas Ideas, consiste principalmente en prometer a la gente más de Bukele y en avivar el miedo a perder todo lo que les ha dado.

La amenaza ha funcionado. Muchos de los que viven en los barrios que alguna vez fueron zonas de guerra afirmaron que creen que poner a cargo a otra persona que no sea Bukele podría poner en riesgo su seguridad.

“Van a liberar a los presos”, dijo Morales. “Toditos los políticos son manejables”.

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