La imposición del Pacto Verde desarrollado por la Agenda 2030 sigue haciendo estragos en la sociedad europea. A las constantes restricciones, la excesiva burocracia y la pérdida de poder adquisitivo también se suma otro problema venido a más: el de la salud mental. Según un informe de la Agencia Europea para la Seguridad y la Salud en el Trabajo (EU-OSHA), los agricultores son una de las profesiones más afectadas por el deterioro psicológico, y en Francia ya se suicida un agricultor cada dos días.
Por: Unai Cano – La Gaceta de la Iberosfera
El estudio —centrado en los riesgos psicosociales en el sector agrario— revela que la presión administrativa, la inestabilidad económica y las exigencias regulatorias derivadas de políticas medioambientales como el Pacto Verde están contribuyendo directamente al aumento de casos de ansiedad, depresión, agotamiento y suicidios entre los profesionales del campo. La situación, según el documento, es «alarmante» y se agrava en países como Irlanda y Francia, donde los datos muestran niveles especialmente altos de angustia mental entre los agricultores.
Lejos de ser una cuestión meramente financiera o climática, el informe subraya que uno de los factores más estresantes para los productores europeos es el creciente volumen de normas impuestas desde Bruselas, que deben entenderse, aplicar y justificar ante inspecciones cada vez más frecuentes. Esta sobrecarga normativa se suma a jornadas laborales prolongadas (más del 48% trabaja más de 48 horas semanales) y a la dificultad de conciliar vida laboral y personal.
Las condiciones de trabajo en el entorno rural —marcadas por el aislamiento geográfico, la falta de servicios sanitarios y el escaso relevo generacional— agravan aún más la situación. La soledad, la falta de descanso y la escasa red de apoyo emocional tienen efectos devastadores. La cultura tradicional del sector, que aún asocia la vulnerabilidad con debilidad, tampoco favorece la búsqueda de ayuda ante problemas psicológicos.
Además, la transformación del modelo agrícola, con exigencias crecientes en digitalización, producción ecológica y adaptación al «cambio climático» y sus imposiciones, está añadiendo nuevas fuentes de estrés. Aunque se espera que estas medidas mejoren la sostenibilidad del sector a largo plazo, su aplicación sin apoyo efectivo está generando incertidumbre y malestar.
La agencia europea señala que la falta de inversión en programas específicos de salud mental en el campo, junto con una escasa visibilidad de este problema a nivel comunitario, ha permitido que la crisis pase prácticamente desapercibida en muchos países. Pese a ello, el informe propone recomendaciones claras: reducir la carga administrativa, mejorar el acceso a servicios de salud mental en zonas rurales, establecer líneas de ayuda especializadas y fomentar redes de apoyo profesional y comunitario.