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La arriesgada apuesta de Maduro: Que Trump vacile

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El periodista Juan Diego Quesada ha publicado en El País un interesante ensayo sobre la situación de Nicolás Maduro ante la renovada presión de la administración Trump. En su texto, Quesada describe con detalle el clima interno del Palacio de Miraflores, donde el líder chavista se aferra al poder con la convicción de que resistir es su única estrategia.

Su artículo, escrito desde la perspectiva de fuentes diplomáticas y militares, revela una atmósfera de encierro y cálculo: Maduro no confía en una salida negociada, y todo su círculo actúa bajo la premisa de que la Casa Blanca no se atreverá a llegar al extremo de una intervención militar.

La psicología del búnker

En el corazón del poder chavista, la resistencia ha dejado de ser una táctica: es una identidad. Maduro gobierna desde un estado de asedio permanente, convencido de que su única salvación es no rendirse jamás. “Ya lo decidió, no se va a ir. Ahora le toca mover ficha a Trump”, cita Quesada a una fuente cercana al régimen.

El presidente concentra todas las decisiones y desconfía incluso de los suyos. A su alrededor solo quedan cinco figuras de poder real: Delcy y Jorge Rodríguez, Diosdado Cabello y Vladimir Padrino López. Juntos conforman un núcleo cerrado por la desconfianza, la lealtad forzada y el miedo a caer. Ninguno puede abandonar el barco sin hundirse con él.

El informe fantasma

Uno de los elementos más llamativos del texto de Quesada es la existencia de un supuesto informe del Pentágono, cuya autenticidad nadie ha podido confirmar, que circula entre los asesores del Palacio de Miraflores y que desaconsejaría un ataque directo contra Venezuela.

El documento, real o apócrifo, cumple una función política: alimentar la esperanza de que Trump no cruzará la línea. Sirve de bálsamo psicológico para una cúpula agotada, pero convencida de que el costo humano y político de una operación militar sería demasiado alto para Estados Unidos. En esa ilusión se sostiene parte de la estrategia de resistencia de Maduro: el cálculo de que Washington dudará.

Trump frente al espejo

Desde el otro lado del Caribe, la administración Trump mantiene una presión creciente. Los ataques a embarcaciones vinculadas al narcotráfico venezolano han sido el preludio de una ofensiva más amplia, dirigida a desmantelar lo que Washington considera un régimen criminal enquistado en el poder.

El propio presidente y su secretario de Estado, Marco Rubio, han sido explícitos: el objetivo es que Maduro abandone el poder y se inicie una transición política. Pero Trump también sabe que cualquier movimiento militar en el hemisferio puede convertirse en una trampa estratégica. El dilema es evidente: actuar podría fortalecer el nacionalismo del régimen; no hacerlo, permitirle sobrevivir.

El instinto de supervivencia

Como señala Quesada, el chavismo ha desarrollado un instinto de supervivencia extremo. Tras más de seis años gobernando en condiciones de colapso económico, aislamiento diplomático y denuncias de violaciones de derechos humanos, el régimen se ha transformado en un aparato de resistencia.
Su cohesión no se basa en la ideología, sino en el miedo compartido a la caída. Ninguno de los líderes chavistas tiene escapatoria posible: la salida del poder implicaría cárcel, exilio o peor. Por eso, la lógica de Miraflores no es gobernar, sino mantenerse vivo.

La apuesta del miedo

El cálculo es claro: Maduro no busca ganar, sino aguantar hasta que Trump dude. En el tablero geopolítico, el tiempo se ha convertido en su aliado. Cada semana sin un movimiento militar estadounidense refuerza la narrativa de que el chavismo sigue siendo invulnerable.

En ese juego de espejos, la fuerza se mide no por las armas, sino por la capacidad de resistir. Trump amenaza. Maduro desafía. Y entre ambos, Venezuela sigue atrapada en una parálisis que se prolonga desde hace años.

Reflexión final

En última instancia, la historia que Quesada retrata es la de un régimen que ha aprendido a sobrevivir en el vacío: sin legitimidad, sin prosperidad y sin salida. La suya es una dictadura sostenida por la inercia del miedo, que ha convertido la resistencia en una forma de poder.
Pero también es la historia de cómo las democracias, frente a los autoritarismos obstinados, corren el riesgo de quedar atrapadas en su propia prudencia. Si la duda se impone a la decisión, el tirano sobrevive.

Y en ese punto exacto —entre la duda del poderoso y la obstinación del débil— se define el destino de Venezuela. (morfema.press)

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