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La caída de Al Assad en Siria deja expuestas y debilitadas a Venezuela y Cuba

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El equipo diplomático de la próxima Administración de Donald Trump ya evalúa estrategias para intensificar la presión sobre el régimen de Nicolás Maduro con el fin de impulsar una transición democrática en Venezuela que, a su vez, pueda provocar cambios en Cuba, según fuentes cercanas a la nueva Administración consultadas por ABC.

Por: David Alandete / ABC

Estas fuentes, que hablaron bajo condición de anonimato debido a que el equipo aún no está formalmente constituido ni confirmado por el Senado, aseguran que el presidente electo Trump, fortalecido por el respaldo creciente en Florida, está convencido de que su Gobierno puede lograr elecciones libres en Venezuela. Considera que el fraude ocurrido este verano fue facilitado por las políticas de concesiones impulsadas sin éxito por la Administración Biden.

Ahora, además, cuentan con un factor clave que frustró el intento de cambio durante el primer mandato de Trump: los principales aliados de Maduro, Rusia e Irán, están debilitados. Rusia padece el desgaste de la guerra en Ucrania, mientras que Irán ha sufrido un duro revés tras el golpe de Israel a Hizbolá en Líbano. Desde que en 2019 EE.UU. intentara que Juan Guaidó liderara una transición en Venezuela, Moscú y Teherán enviaron personal y equipo militar al país, dejando claro que estaban dispuestos a intervenir para mantener al dictador en el poder.

Según estimaciones oficiales, la dictadura ganaba con el tráfico de esta sustancia tres veces más que los cárteles mexicanos

«En más de una ocasión, Rusia nos advirtió que podría convertir Venezuela en nuestra Ucrania», dice a ABC un asesor del presidente electo que trabajó en la Casa Blanca durante su primer mandato y que ahora forma parte de su equipo de asesores. «Lo que es innegable es que Rusia tenía mucho más en juego en Siria, con intereses militares y geopolíticos significativos, y aun así no logró salvar al régimen. Eso debe ser motivo de gran preocupación para Maduro y su círculo cercano», añade.

Putin y Maduro se reunieron en octubre durante una cumbre del bloque Brics, donde el líder ruso lanzó un claro mensaje a Estados Unidos. Afirmó que «Rusia y Venezuela trabajan juntas para construir un nuevo orden mundial más justo, basado en el respeto al derecho internacional, la no tolerancia al neocolonialismo, la no injerencia en los asuntos internos de otros países, el rechazo a la presión política y financiera, y a las medidas coercitivas unilaterales».

En Siria, fue una revuelta popular, encabezada en parte por grupos que Estados Unidos considera terroristas, la que logró derrocar al régimen. En contraste, los intentos externos por sacar a Maduro del poder en Venezuela han sido caóticos y mal ejecutados, protagonizados por pequeños grupos de mercenarios estadounidenses y colombianos que no han tenido éxito alguno. En abril de 2019, un intento de levantamiento en Venezuela fracasó estrepitosamente, a pesar del respaldo abierto del actual designado para liderar la diplomacia estadounidense, el senador Marco Rubio, entre otros.

Acosado por las sanciones, aislado de los mercados financieros y sin liquidez, el régimen chavista se entregó por completo a Rusia e Irán. Estableció una ruta clandestina para trasladar a Moscú oro de las reservas nacionales, operación en la que se ha señalado la participación de la vicepresidenta Delcy Rodríguez. Al mismo tiempo, Venezuela recibió gasolina refinada y otros suministros esenciales de Irán, a pesar de las sanciones internacionales contra ambos países y del hecho de que Venezuela posee una de las mayores reservas de petróleo del mundo.

Tras la caída de Al Assad, a quien Maduro ha respaldado públicamente, el líder venezolano aseguró que Venezuela no seguirá «el camino de Siria, Irak o Libia» y acusó al «extremismo fascista» de buscar una guerra civil. «Al imperio y a la derecha fascista se les agotó el manual de las conspiraciones. Han aplicado todo contra Venezuela. Cada vez que ocurre un suceso en el mundo, ellos quieren que pase aquí», afirmó.

Sin embargo, en las cancillerías americanas se ha tomado nota de la incapacidad de Rusia para evitar el colapso del régimen sirio. Esto resulta especialmente significativo después de que el Kremlin enviara dos buques de guerra a Venezuela en julio, en pleno proceso electoral, como una demostración de apoyo a Maduro mientras perpetraba un fraude electoral histórico.

Francisco Santos, exvicepresidente de Colombia, escribió en Infobae que «Nicolás Maduro y su Gobierno mafioso en Venezuela, Daniel Ortega y su esposa en Nicaragua, y Miguel Díaz-Canel junto a la cleptocracia de los Castro en Cuba deben estar reevaluando sus opciones tras ver cómo el apoyo de Rusia e Irán a Siria se desvaneció en un instante, pese a décadas de trabajo conjunto para sostener a la familia Assad en el poder».

Por su parte, Geoff Ramsey, analista del Atlantic Council en Washington, opinó que «esto envía una señal de vulnerabilidad a los aliados latinoamericanos del régimen de Assad y podría debilitar la percepción de Rusia como un garante confiable de estabilidad y apoyo político, militar y económico».

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