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La derrota que el régimen se niega a reconocer

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El 28 de julio de 2024, millones de venezolanos acudieron a las urnas con el corazón encendido, confiados en rescatar su país del abismo al que lo ha arrastrado Nicolás Maduro y sus cómplices. 

Por: Omar González – El Nacional

Fue un día de coraje, de filas interminables bajo un sol abrasador, de miradas cargadas de fe. 

Pero ese sueño, ese anhelo de un futuro libre, fue aplastado por un régimen sin escrúpulos. 

Las elecciones presidenciales no fueron un ejercicio de democracia, sino un zarpazo brutal que arrancó la esperanza de una nación y dejó una herida abierta en la confianza del voto como herramienta para lograr el cambio.

Un pueblo que desafió al miedo 

Ese día, más de 12 millones de venezolanos votaron, desafiando el hambre, la represión y el exilio que ha desangrado al país. 

Con un registro electoral de 21.4 millones, el Consejo Nacional Electoral (CNE) reportó una participación del 59.97%, pero esta cifra oculta una verdad dolorosa: entre 3 y 4 millones de emigrantes no pudieron votar debido a las trabas burocráticas impuestas por el régimen en el exterior. 

Cada voto fue un acto de resistencia, un desafío directo al régimen de Nicolás Maduro, que ha sumido a Venezuela en la miseria.

El proceso prometía transparencia con 16.025 centros de votación, máquinas electrónicas y actas en papel.

Sin embargo, la realidad fue un campo de batalla.

Cientos de testigos de la oposición fueron bloqueados, la prensa fue silenciada y observadores internacionales, como los de la Unión Europea, por ejemplo, fueron expulsados por el CNE, liderado por Elvis Amoroso, un fiel aliado de Maduro. 

El régimen no quería testigos de su farsa y giró instrucciones a sus seguidores civiles y militares para que no permitieran ningún tipo de verificación.

La verdad contra la mentira

Confiados en que civiles y militares cumplirían sus instrucciones, prosiguieron con sus planes engañosos.

El CNE proclamó a Maduro ganador con un supuesto 51.95% (5.15 millones de votos) frente al 43.18% de Edmundo González, el candidato opositor (4.45 millones). 

Pero esos números fueron solo una invención. El CNE no publicó actas ni datos desglosados por mesa, violando todas las normas de transparencia.

Amoroso justificó la opacidad con una excusa absurda: un supuesto “ataque cibernético” desde Macedonia del Norte, sin presentar pruebas.

Lo que nunca imaginaron es que la oposición, liderada por María Corina Machado y Edmundo González Urrutia, no se quedó de brazos cruzados.

En tiempo récord, recopilaron el 85.18% de las actas electorales, que revelaron una verdad aplastante: Edmundo González Urrutia arrasó con 7.4 millones de votos frente a los 3.3 millones de Maduro. 

Estas actas, verificadas por el Centro Carter y expertos independientes, desnudaron así el inmenso fraude cometido. 

Por si fuera poco, análisis estadísticos internacionales, avalados por reputadas instituciones especializadas y prestigiosas universidades, calificaron los resultados del CNE como “matemáticamente imposibles”.

Represión criminal 

El día siguiente de las votaciones, mientras el pueblo celebraba en las calles la victoria de Edmundo González Urrutia con el apoyo de María Corina Machado, el régimen respondió con sangre.

La respuesta de Maduro fue una ola de violencia brutal, que dejó como saldo 25 muertos, cientos de heridos y más de 1.300 detenciones arbitrarias, incluyendo a menores de edad.

Las calles, que vibraban con cacerolazos y banderas tricolores, se convirtieron en el escenario de una brutal represión por parte de agentes de los cuerpos de seguridad del Estado y de los llamados “colectivos”, bandas paramilitares armadas por el régimen. 

Familias lloraron a sus seres queridos, mientras el régimen intentaba sofocar la verdad con balas y terrorismo de Estado que sembraban el miedo.

El mundo clama justicia 

El fraude de Maduro y sus cómplices desató una tormenta internacional.

Estados Unidos, a través del secretario de Estado Antony Blinken, afirmó que Edmundo González había sido el claro ganador y exigió la publicación de las actas. 

Canadá y la Unión Europea también reconocieron la victoria de Edmundo González Urrutia con el decisivo apoyo de María Corina Machado.

Nueve países latinoamericanos —Argentina, Costa Rica, Ecuador, Guatemala, Panamá, Paraguay, Perú, República Dominicana y Uruguay— demandaron transparencia y una auditoría completa.

Panamá dio un paso más allá, cortando relaciones diplomáticas con Venezuela. 

La Organización de Estados Americanos (OEA) rechazó los resultados, denunciando la falta de imparcialidad del CNE. 

El Centro Carter y un panel de expertos de la ONU documentaron la represión brutal, incluyendo torturas y detenciones arbitrarias.

Sin embargo, los aliados de Maduro —Rusia, China, Irán y Camboya— reconocieron su falsa “victoria”. 

China prometió fortalecer los lazos, y Serbia agradeció el apoyo de Maduro contra el reconocimiento de Kosovo.

Estas divisiones reflejaron el aislamiento del régimen de Maduro en América y Europa, pero también su capacidad para tratar de mantener apoyos geopolíticos estratégicos.

La voz del pueblo 

Las actas electorales en poder de la oposición, desde entonces, se transformaron en el arma más importante de esta lucha. 

La oposición digitalizó y publicó más del 85.18% de ellas, permitiendo al mundo verificar la verdad mesa por mesa. 

A pesar de que el régimen confiscó algunas actas y amenazó a testigos, las copias digitales, resguardadas por la oposición y verificadas internacionalmente, se han convertido en un símbolo de resistencia. 

Las actas originales son la prueba irrefutable de que Venezuela eligió a Edmundo González Urrutia como presidente de la República. 

Ruta de las actas

La oposición, liderada por María Corina Machado y Edmundo González Urrutia, que recopiló el 85,18% de las actas, digitalizándolas y publicándolas en el sitio web resultadosconvzla.com, demostraron así una victoria de González Urrutia con 7,4 millones de votos frente a los 3,3 millones de Nicolás Maduro.

Estas actas, validadas por observadores internacionales como el Centro Carter y la MOE Colombia, fueron presentadas en la OEA y entregadas al gobierno de Panamá para su resguardo, simbolizando la soberanía popular.

Mediante un complejo y meticuloso sistema de seguridad, María Corina Machado y sus aliados lograron sacar del país las actas originales que demostraban sin lugar a dudas el contundente triunfo obtenido por Edmundo González Urrutia en esas presidenciales.

Después de mostrarlas ante organismos internacionales como la OEA y la ONU, así como mandatarios y parlamentos de diversos países fueron depositadas para su resguardo en el Banco Central de Panamá, donde permanecen en sus bóvedas. 

Por su parte, el Consejo Nacional Electoral (CNE), controlado por el chavismo, no publicó las actas, y solo emitió boletines con resultados agregados que daban a Maduro el 59,97% de los votos, considerados estadísticamente improbables y señalados como fraudulentos por expertos y la comunidad internacional. 

La falta de publicación de las actas por parte del CNE, sumada a denuncias de represión y arrestos, intensificó la crisis política, con protestas masivas y un boicot opositor a posteriores elecciones.

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