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La Gran Aldea: Minuto a minuto del fraude de Maduro

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Los maestros del crimen perfecto nos han enseñado que, para evadir la justicia, se requiere una planificación meticulosa y una ejecución impecable, diseñada con un único objetivo: borrar todo rastro que pueda incriminar al perpetrador. En contraste, el anuncio de Nicolás Maduro como ganador de las elecciones presidenciales está lejos de cumplir con estos estándares. La evidencia apunta a un fraude evidente: resultados matemáticamente imposibles, la negativa a publicar datos desglosados por centros de votación, la omisión de auditorías esenciales estipuladas en la normativa electoral y un supuesto hackeo sin rastro alguno. Pero lo más revelador fueron las pruebas que no previeron: las actas recopiladas por los testigos opositores, que demostraron claramente la victoria del opositor Edmundo González Urrutia.

Esta es la historia.

Por: Walter Molina Galdi – La Gran Aldea

La jornada electoral había transcurrido en paz ese domingo 28 de julio, con algunos retrasos que se superaron durante la tarde y muy pocos -excepcionalmente pocos- episodios de violencia. Largas filas se extendieron en las afueras de los centros de votación y el ánimo general era optimista. Hasta que comenzó a caer la tarde. A medida que se acercó la hora del cierre de votación comenzaron a rodar los rumores: los testigos electorales eran amedrentados. El personal del Consejo Nacional Electoral (CNE) se negaba a cerrar los centros sin votantes, no permitirían imprimir copias de las actas, querían impedir la verificación pública ciudadana. Comenzaron los enfrentamientos, y en las redes sociales se difundieron videos de las luchas en los centros. Multitudes enteras gritando para pedir el conteo de votos, grupos armados amedrentando a periodistas y testigos electorales, militares resguardando los centros, pero sin intervenir para evitar los conflictos.

La gente se impuso en los centros y empezaron a circular los videos de testigos electorales leyendo los resultados de sus mesas. González Urrutia ganador, se escuchó en muchos de ellos. No era sorpresa: la alta participación fue notoria en las filas de los centros. María Corina Machado, líder opositora, había confirmado esta percepción con algunos datos. Después de votar en Caracas, declaró a la prensa que su comando -que llevaba varios exit polls y quick counts como estrategia de defensa del voto- estimaba un 42.1% de participación hasta la 1 de la tarde: más de 9.3 millones de votos en todo el país.

La legislación venezolana impide revelar resultados antes del boletín del CNE, pero las declaraciones de Machado asomaban una evidente victoria del abanderado opositor. Coincidía la encuestadora internacional Edison Research, cuyo exit poll publicado desde Estados Unidos estimaba una victoria de González Urrutia con 65% sobre un 31% de votos para Nicolás Maduro. Desde muy temprano todo apuntaba a un resultado claro y bastante holgado.

En la sede del CNE, la ansiedad aumentaba. Sin motivo aparente, la presentación del primer boletín se retrasaba. Los rectores, que usualmente anuncian el cierre de mesas de votación a las 6 de la tarde, desaparecieron de la vista de la prensa. La dirigente Delsa Solórzano, testigo opositora ante el CNE, intentó entrar al proceso de totalización y las autoridades electorales lo impidieron. Aunque insistió, no logró cumplir el rol para el cual estaba acreditada. Más tarde, desde el comando opositor al otro lado de Caracas, Solórzano denunció irregularidades en los centros: el personal del CNE y Plan República impedían el acceso de los testigos opositores a las actas. Poco después, el dirigente Omar Barboza afirmó que los testigos opositores habían recabado 30% de las actas que demuestran los resultados de las mesas y pedía que le permitieran a los testigos terminar de recolectarlas. Se hizo evidente que la victoria opositora, que parecía segura, estaba en peligro.

Y el temor se confirmó con la llegada de la directiva del CNE ante la sala de prensa, cinco horas después de cierre de los centros de votación, a golpe de medianoche. Solo aparecieron cuatro de los cinco rectores principales, dirigidos por el presidente del Poder Electoral, el chavista Elvis Amoroso, el mismo funcionario que firmó la inhabilitación de María Corina Machado en 2023, cuando era contralor.

Amoroso leyó frente a los medios de comunicación el primer boletín de resultados de la elección presidencial con 80% de las mesas escrutadas, 59% de participación y una «tendencia irreversible»: Nicolás Maduro reelecto con 5.15 millones de votos, por encima de 4.45 millones obtenidos por González Urrutia. La tendencia conocida y reportada durante el día era totalmente contraria.

Varios detalles del anuncio levantaron sospechas. La primera fue que el CNE no anunció el cierre de mesas de votación, a diferencia de otros procesos electorales previos; y también fue llamativo el retraso para anunciar los resultados, cinco horas después del cierre de las mesas, que la autoridad electoral justificó denunciando un supuesto hackeo al sistema de transmisión de resultados, que habría pospuesto la totalización y la posibilidad de emitir los resultados. El hackeo, afirmó, fue un sabotaje dirigido al Poder Electoral con la intención de sabotear el proceso desde Macedonia del Norte, país que rechazó conocer denuncia alguna sobre este supuesto ataque.

Pero había otros problemas con el boletín. Para empezar, los resultados presentados no reflejaban la tendencia que se reportaba desde la tarde. Además, la cuenta del boletín no cuadraba: la diferencia de apenas 700 mil votos entre los principales candidatos no era suficiente para determinar una tendencia irreversible y los porcentajes anunciados en el boletín -51.2% de votos para Maduro, 44.2% para González Urrutia y 4.6% entre el resto de candidatos- eran una imposibilidad matemática. Un detalle no menor: en la mesa de la directiva electoral faltaba el rector Juan Carlos Delpino, ficha de la oposición, del partido Acción Democrática.

En el palacio presidencial de Miraflores se instaló una tarima para la celebración, donde un grupo de chavistas celebraron -no sin expresiones de sorpresa- tras escuchar los resultados.

Un día después del anuncio del CNE, la vocería la tomaron directamente Machado y González Urrutia. La oposición ya alcanzaba 73.2% de las actas electorales, tenían las pruebas de los resultados de una amplia mayoría de los centros de votación. Los resultados no se correspondían con lo anunciado por el CNE.

«El presidente electo es Edmundo González Urrutia, porque con las actas que nos faltan, aunque el CNE les pusiera el 100% de los votos a Maduro, no alcanza» declaró Machado en una rueda de prensa.

Mientras el país hizo erupción en una serie de protestas que se propagaron rápidamente en todos los estados, que llevaron a la generalizada destrucción de estatuas del fallecido Hugo Chávez y fueron reprimidas brutalmente, las autoridades del CNE, nuevamente sin el rector Delpino, se apresuraron a proclamar oficialmente a Maduro como el presidente reelecto aunque no había resultados definitivos.

Las actas recabadas por el comando opositor siguieron aumentando en los siguientes días, hasta alcanzar el 83.5% de los centros. La primera semana tras la elección terminó con varias protestas opositoras, una severa represión, más de mil detenidos políticos y 24 muertes en las calles. Pero también terminó con un sitio web de acceso libre donde se podían revisar todas las actas electorales recabadas por la oposición, escaneadas y con los códigos de verificación de su autenticidad. Nunca antes la oposición había podido probar con tanta fuerza su resultado, nunca el Poder Electoral ha alcanzado el nivel de transparencia demostrado por el comando opositor.

Nunca antes se había podido demostrar un fraude. Y esto, además de la recopilación crucial de las actas electorales, se logró gracias a simples matemáticas.

Lea la nota completa siguiendo este enlace a La Gran Aldea

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