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La vida de lujos y descontrol en las prisiones venezolanas: Repúblicas independientes del crimen

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En Tocorón, la prisión controlada por el Tren de Aragua, la banda venezolana que más ha extendido sus tentáculos internacionalmente a otros países de la región, hay piscinas, una discoteca e instalaciones deportivas que las envidiaría cualquier resort caribeño.

Por: Runrunes CONNECTAS Vía: Infobae

En este centro penitenciario quien decide qué se hace es el Tren —implicado en trata de personas, tráfico de migrantes, narcotráfico, extorsión, secuestros y asesinatos en Chile, Perú y Colombia—. Como en otras prisiones venezolanas, el exterior es custodiado por la Guardia Nacional, pero de muros para dentro es la mafia quien controla cómo se vive y se destinan los recursos de un sinfín de negocios ilícitos que ocurren al interior de estos penales.

Para esta investigación de Runrunes y CONNECTAS se estudiaron siete prisiones venezolanas que están controladas por jefes mafiosos (pranes) y se encontró que desde sus instalaciones se planifican y controlan más de una docena de delitos o actividades que generan millones de dólares a estas estructuras de crimen organizado.

Según visitas a penales realizadas para este reportaje, entrevistas a familiares y presos, e informes de oenegés se trata de negocios ilícitos como narcotráfico, minería, secuestros, estafas, extorsiones, sicariato, tráfico de armas, trata de personas y tráfico de migrantes, entre otros.

Uno de los casos más rocambolescos es el de Tocuyito, cárcel ubicada a dos horas de Caracas. Ahí se realizan negocios como la cría de cerdos, eventos deportivos, y un día a la semana tienen su propia versión de la película La Purga, en que a los presos cercanos al pran se les permite salir fuera de la prisión a robar.

El cerebro de esta estructura delincuencial es Néstor Richardi Sequera Campos, alias “Richardi” o “Papa”, quien fue condenado a 20 años de prisión por el delito de homicidio calificado. Debería estar en libertad desde mayo de 2018, pero como otros pranes, decidió quedarse a vivir en la cárcel.

El poder de Richardi comienza en la calle, donde mujeres hacen fila desde la noche antes del día de visita para lograr uno de los 150 cupos gratuitos para entrar. El resto de los visitantes, por orden del pran, debe pagar cinco dólares.

Richardi ha impuesto una variedad de cobros arbitrarios a los presos y sus familias. Solo en el cobro de entradas, podría estarse haciendo al menos 37.000 dólares, si se suman las cerca de 4.000 personas que entran semanalmente a visitar reclusos.

El equipo de Runrunes y CONNECTAS logró entrar a Tocuyito fácilmente tras pagar cinco dólares. No se preguntó nombre, no se pidió cédula de identidad y no se revisó al periodista.

Un recorrido por la prisión permitió observar que el interior es como un pequeño barrio, lleno de comercios informales. “Esos puestos son de los presos, pero tienen que pagarle al pran como un alquiler”, precisa José, un preso de Tocuyito entrevistado para este trabajo. Los mejores puestos son de los pranes y sus familias.

Dentro de los patios también se ven cerdos de gran tamaño, que se mueven libremente en la prisión, otro de los negocios del pran.

En el lugar destaca un local más grande, de ladrillos, con puertas de vidrio y aire acondicionado. “Esa es la charcutería de Richardi. Ahí consigues de todo: jamón, chorizo, carne”, dice José, y añade que la visita tiene prohibido traer estos productos. “Eso solo lo puedes comprar ahí”.

Presos con mentalidad de comerciantes

Parte de estos alimentos provienen de las granjas de cerdos y gallinas internas, que están controladas por pranes. Pero, según funcionarios policiales entrevistados para esta investigación, los grupos criminales también roban camiones, consiguen la mercancía mediante acuerdos con funcionarios, o a través de extorsiones contra empresas de alimentos.

Además, familiares de reclusos denunciaron que los pranes, en complicidad con funcionarios, confiscan los alimentos que llevan las visitas, para luego revenderlos a los mismos presos.

El negocio es tal que entre 2016 y 2019, los años de mayor escasez en Venezuela, muchas personas acudían a los centros de reclusión para adquirir alimentos que no se conseguían en los supermercados.

Los líderes de las prisiones también han instalado comercios fuera. “Ya no andamos pendiente de joder a la gente. Tenemos otra mentalidad. Ahora cada quien (los tres pranes) tiene sus negocios externos, pero ya más como comerciantes”, dijo a Runrunes Edicson González, uno de los pranes de la prisión de Vista Hermosa.

Llegó en 2010 a la cárcel y ya cumplió su condena, pero, al igual que Richardi prefirió quedarse. “Afuera se la aplican a uno (abusan) los policías. Quieren estar ‘vacunándonos’ (extorsionando). Aquí estamos más seguros”, dijeron González y Giovanny Navas, otro pran de Vista Hermosa, para justificar su decisión.

“Causa”, lujos y deportes

La causa es una especie de impuesto que los presos deben cancelar semanalmente al pran para poder movilizarse en las instalaciones del recinto carcelario y usar las áreas comunes. El preso que no paga la causa es degradado y confinado a las áreas inhabitables.

En 2013, cuando Vista Hermosa estaba bajo el dominio de alias Wilmito, este pran declaró a la revista Times que ganaba tres millones de dólares al año por el cobro de la causa y otras actividades ilegales.

Sobre el funcionamiento actual de la cárcel, Edicson González declaró para este reportaje: “No nos gusta decir que hay reglas. Preferimos hablar de respeto, de códigos. Quien rompe alguno de esos códigos lo llevamos a la iglesia para que medite. Y si vuelve a hacer lo mismo, se aplica la rutina de la prisión”.

La madre de un exrecluso explicó que esa “rutina de la prisión” consiste en propinar castigos físicos a los presos que no cumplan las normas de los pranes o que no pagan la causa. “Les disparan en las manos y en los pies, les dan golpes y los matan”.

Los pranes también cobran entradas para permitir alojarse en la cárcel el fin de semana o para acceder a actividades y áreas recreativas. Hay cárceles que tienen piscinas, casinos, discotecas o estadios de beisbol, como Tocorón y Tocuyito. En algunas se hacen eventos deportivos como noches de box o partidos de beisbol.

Un pran vinculado a este tipo de eventos es Alvaro Enrique Montilla Briceño, alias “El Loro”, quien manda en el Internado Judicial de Trujillo. Este “Don King” criollo creó su propia empresa promotora de boxeadores profesionales y tiene una escuela de boxeo, Loro Boxing Round, que funciona en la cárcel.

Pero el deporte no es la única actividad que ocupa la atención de Montilla. Para esta investigación se tuvo acceso a un informe elaborado en diciembre de 2021, por la División de Investigaciones Criminales de Secuestro del Cuerpo de Investigaciones Científicas, Penales y Criminalísticas (CICPC) de Venezuela, que identificó a El Loro como el líder de una banda responsable de una red de estafas a través de Marketplace.

Según el documento, la organización criminal, integrada por 43 personas, publica anuncios falsos de venta de vehículos en Marketplace de Facebook, y citan a los interesados a zonas poco pobladas. Ahí les roban el dinero o los secuestran si no lo llevan encima.

Unas 30 personas han muerto en los últimos tres años cuando acuden a comprar carros de Marketplace, según reportes de prensa.

Terror a distintos niveles

En marzo de este año, las autoridades chilenas indicaron que el Tren de Aragua opera con una red de trata de venezolanas para la explotación sexual. Recientemente también se le ha señalado de extorsionar a modelos de webcam en Bogotá y de ser la responsable de 23 asesinatos en que los cuerpos fueron encontrados embolsados en varios puntos de esa misma ciudad.

Pero los propios presos y las comunidades cercanas a las prisiones suelen ser los primeros perjudicados con la presencia de estos grupos. A comerciantes, empresarios e incluso residentes se les cobra “vacunas” (extorsiones), para dejarlos vivir tranquilos.

Y el terror que siembran puede llegar más lejos. En Tocuyito los presos que forman parte del entorno del pran tienen permiso de llevar armas de gran calibre y de salir del recinto una vez a la semana. Ese día pueden cometer delitos en la calle. Todo lo que consigan –dinero de secuestros y robos– es para ellos, no deben reportarlo al jefe, explicó el preso José, antes de despedirse. Una distopía venezolana.

Si quiere saber más de cómo operan sin control los delitos en las prisiones venezolanas, visite el especial periodístico acá.

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