La lacavalización no es un «fenómeno», ni es algo nuevo. Es la vieja confiable de quien se transforma en populista y cree que esa simple manera de accionar es suficiente para generar confianza en la ciudadanía.
Por: Morfema Press
El turno de esta vez le corresponde Luis Florido, ex diputado y ex candidato a gobernador del estado Lara, en la más reciente farsa electoral promovida sin condiciones por Maduro, aceptada por alacranes, y rechazada por el 80 % de los venezolanos que aún quedan en el país.
Para tratar de tender un puente con un electorado inexistente el político lacavalizado le gritará y mostrará al mundo palabras, acciones y cosas diametralmente opuestas a lo que un político eficaz haría: trabajar en silencio, solucionar, accionar y materializar.
Es francamente lamentable que exista una completa abstracción de lo que un venezolano realmente necesita. Confianza, planificación, estímulo e ideas liberales de crecimiento es lo que el electorado quisiera le fuera propuesto.
Pensar que el populismo de antaño o el populismo lacavalizado 2.0 es la manera correcta de hacerlo es una falta al intelecto, poco o mucho, de quienes merecen más y mejor.
La lacavalización en redes sociales
Crearse estatuas en vida parece poca egolatría comparado frente a la producción audiovisual y difusión consciente de ridiculeces banales, errores garrafales o creencias profundas, he aquí cuatro ejemplos puntuales.
Grabarse cepillándose los dientes (como si fuera un chiste entre familia íntima – Rafael Lacava)
Vociferar frustraciones masculinas misóginas (invitando niñas a Tulum y luego revelando sus identidades tras ser rechazado – Alejandro Moncada)
Realizar videos emulando viejos estereotipos homosexuales (echando por el suelo cualquier luz sobre reivindicación LGQTB+ – Leandro Domínguez)
Echar por tierra años de medicina occidental o medicina tradicional oriental (activando un joystick místico trigonométrico santero – Luis Florido)