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Las dictaduras iberoamericanas se preparan ante la vuelta de Trump a la Casa Blanca

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Por Nitu Pérez Osuna en Gaceta

¿Existe alarma ante la vuelta a la Casa Blanca de Donald Trump por parte de los dictadores iberoamericanos Daniel Ortega, Nicolás Maduro y Miguel Díaz-Canel? ¿Será que sus días de impunidad están, ahora si, realmente amenazados con la entrada en enero proximó, de la nueva Administración republicana?

Algun temor debe haber, a la luz de las recientes medidas que esos regímenes adelantan para tratar de mantenerse en pie.

Daniel Ortega, el autócrata de Nicaragua, impulsó una reforma constitucional que extiende los periodos presidenciales de cinco a seis años y establece oficialmente el cargo de «co-presidente», desempeñado por su esposa y actual vicepresidente, Rosario Murillo. La reforma, aprobada por una Asamblea Nacional dominada por el oficialismo, amplía significativamente los poderes del Ejecutivo al otorgarle la capacidad de coordinar directamente los tres poderes del Estado: el Legislativo, el Judicial y el Electoral.

Mientras, en Venezuela, el presidente chavista de la Asamblea Nacional, Jorge Rodríguez, pidió juzgar por traición a la Patria a la líder opositora María Corina Machado y al presidente electo Edmundo González Urrutia. La solicitud se da en respuesta al anuncio del Gobierno de Estados Unidos formalizando este martes su reconocimiento a González como presidente electo de Venezuela –al igual que lo hizo Italia al día siguiente–, además de aprobarse con apoyo bipartidista la ley Bolívar, que prohíbe al país norteamericano contratar a personas que tengan alguna vinculación con el régimen de Maduro.

Por su parte, el dictador cubano Miguel Díaz-Canel recibió el sábado pasado a Mónica Valente, secretaria ejecutiva del Foro de Sao Paulo, quien realiza una «visita de trabajo» a la isla. Según informó la cuenta de la Presidencia de Cuba en X, en el encuentro dialogaron sobre la «necesidad de reagrupar todas las fuerzas de izquierda del continente y fortalecer la unidad en un momento de alta complejidad para la región».

Por otro lado, antiguos aliados de los tiranos parecieran deslindarse de los modelos dictatoriales. El líder histórico de la izquierda uruguaya, Pepe Mujica, declaró respecto a Cuba, que ese país «hace más de 60 años definió» vivir bajo una “dictadura del proletariado” y con un «partido único». «No sirve, pero la definieron», agregando además que «lo que me revienta es cuando juegan a la democracia y hacen elecciones. Y, según el resultado, lo altero, hago fraude o me mando una cagada. O una cosa, o la otra». «Me refiero a Venezuela, a Nicaragua y a cualquier otro país que haga eso», comentó.

Luis Ignacio «Lula» Da Silva, también ha delimitado, sutilmente, su apoyo Maduro, inventando un nuevo término para calificar la tiranía venezolana, adjetivándola como un régimen «desagradable», lo que no tiene una connotación jurídica.

Lo propio hizo Gustavo Petro cuando le preguntaron si reconocería a Maduro como presidente de Venezuela luego del fraude cometido el pasado 28 de julio. En respuesta evadió el tema, diciendo que las elecciones habían sido un «error» y que Maduro actúa de manera «oscura». Una vez más, se trata de términos que no tienen repercusión jurídica o diplomática.

Los integrantes del equipo que Trump ha nombrado para acompañarlo en su gestión han mantenido una línea dura respecto a Cuba, Nicaragua y Venezuela, entre ellos, a Marco Rubio y Michael Waltz, por lo que se espera que después del 20 de enero, cuando se produzca el cambio de Gobierno en Estados Unidos, los tres dictadores caribeños con economías mermadas y carentes de apoyo popular, podrían ver amenazadas su permanencia en el poder.

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