La última jugada diplomática del régimen de Nicolás Maduro fue enviar una carta al Papa León XIV solicitando “apoyo para la paz en Venezuela”, un gesto que, lejos de inspirar reconciliación, ha sido recibido con escepticismo por observadores políticos y defensores de derechos humanos.
El canciller Yván Gil informó que el mensaje fue entregado al Secretario de Estado del Vaticano, Cardenal Pietro Parolin, por el embajador ante la Santa Sede, Franklin Zeltzer, durante un encuentro en Roma. Según la versión oficial, la comunicación busca “consolidar la paz” y reafirmar los lazos entre Caracas y el Vaticano en vísperas de la canonización de José Gregorio Hernández y la Madre Carmen Rendiles, prevista para el 19 de octubre.
Sin embargo, la iniciativa llega en un momento de máxima represión interna. Mientras el gobierno intenta proyectar una imagen de estabilidad espiritual ante el mundo, centenares de presos políticos continúan en las cárceles del país, los medios independientes son perseguidos, y la sociedad civil enfrenta un cerco sin precedentes.
De acuerdo con las cifras más recientes de la ONG Foro Penal, al 29 de septiembre de 2025 hay 838 presos políticos en Venezuela. Entre ellos hay 735 hombres y 103 mujeres; 665 civiles y 173 militares; 834 adultos y 4 adolescentes.
“Hablar de paz desde un régimen que ha institucionalizado la tortura, el miedo y el exilio es una afrenta al pueblo venezolano”, señaló un analista diplomático consultado. “El Vaticano debería escuchar no a Maduro, sino a las víctimas que han perdido la paz precisamente por su permanencia en el poder”.
El uso político de los símbolos religiosos no es nuevo en el chavismo. Desde los años de Hugo Chávez, la retórica del “pueblo cristiano” ha sido manipulada para encubrir políticas autoritarias y fracturas sociales profundas. Ahora, Maduro intenta revestirse de legitimidad moral recurriendo al Papa, justo cuando el aislamiento internacional y las sanciones se estrechan.
La paradoja no pasa inadvertida: quien ha dividido a los venezolanos en nombre de una revolución fallida, ahora busca reconciliación espiritual con un país exhausto, que no necesita bendiciones oficiales sino justicia, libertad y verdad.
En vísperas de la canonización de dos santos que simbolizan la fe y la solidaridad del pueblo venezolano, la carta de Maduro al Papa suena más a cálculo político que a gesto de humildad. Porque la paz no se implora en Roma mientras se pisotea en Caracas.


