Vía El Periódico
América Latina ha dado siete Premios Nobel de la Paz desde el primer galardón otorgado al argentino Carlos Saavedra Lamas en 1936 por su mediación en la guerra entre Paraguay y Bolivia. Lo recibió también su compatriota, Adolfo Pérez Esquivel, en 1980, para indigestión de la dictadura militar.
Luego le tocó el turno al diplomático mexicano Alfonso García Robles, el presidente de Costa Rica Oscar Arias, la dirigente social guatemalteca Rigoberta Menchú y el mandatario de Colombia Juan Manuel Santos. Todas las designaciones fueron objeto de consensos y voces críticas. Nada se comparará al premio otorgado a la venezolana María Corina Machado.
«Estoy en shock», confesó la dirigente de Vente Venezuela, el espacio de derechas que con más vehemencia se ha enfrentado a Hugo Chávez y Nicolás Maduro, tras ser durante muchos años una expresión marginal del variopinto espacio opositor en ese país. «¿Qué es esta vaina? Yo no lo puedo creer», le dijo a Edmundo González Urrutia, el exdiplomático que ungió como candidato presidencial en los comicios de 2024, cuando su figura había pasado de los bordes al centro de la acción política para desplazar al Gobierno.
Momento clave
«Creo que me va a llevar mucho más tiempo creer lo que acabo de escuchar», dijo en la mañana del viernes. Todavía se recuerda su momento fulgurante de 2002 que en cierta medida explica este presente. Había fundado Súmate con el propósito de impulsar un referendo revocatorio del mandato de Chávez. Con los años fue ganando protagonismo. Llegó a la Asamblea Nacional (AN, Congreso). Nadie la recordaría por su labor legislativa.
En la memoria de quienes la adoran y la desprecian, entre otros motivos por promover la intervención armada de Estados Unidos, ha quedado grabado el momento en que discutió con el bolivariano frente a todos los parlamentarios. «Expropiar es robar», dijo al plantarle cara al presidente durante su rendición anual de cuentas en 2012 y poner en entredicho el diagnóstico económico del presidente.
Chávez dibujó una sonrisa de superioridad política e intelectual. «Le sugiero que gane las primarias porque está fuera de ranquin para debatir conmigo». Y remató: «Águila no caza moscas».
La frase adquiere por estas horas otro tipo de significado, especialmente para el sector más radical de una oposición que ha vuelto a estallar en pedazos porque no comparte una estrategia común para enfrentar a Maduro. Machado, quien se encuentra en lo que ella llama una «clandestinidad» pero que, según analistas, es un sigilo tolerado por el Palacio de Miraflores, había apoyado decisivamente a Donald Trump y su política contra el Gobierno, en particular los recientes hundimientos de embarcaciones en el Caribe sur.
El Premio Nobel ha tenido un inmediato efecto en una Venezuela que madrugó por las novedades políticas. La figura de Machado ha recuperado nuevamente la centralidad, otra vez por un acontecimiento externo. La palabra «liberación» ha vuelto a recorrer las redes sociales.


