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María Corina Machado: No estamos esperando que las cosas pasen. Estamos haciendo que las cosas pasen

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Vía La Gran Aldea

María Corina Machado, desde la clandestinidad, analiza el rumbo político de Venezuela tras el 28J, la resistencia ciudadana, el quiebre del régimen y el camino hacia una transición democrática.

A un año del histórico 28 de julio de 2024, conversamos con María Corina Machado sobre el significado real de la victoria, el poder de la organización ciudadana, la naturaleza criminal (y terrorista) del régimen de Nicolás Maduro y los próximos pasos de una transición necesaria pero hoy difusa. Esta entrevista es un testimonio político y humano imprescindible para entender el presente y el futuro de Venezuela.

–Tras un año del 28J, ¿cómo se resignifica la palabra «victoria» en un proceso político donde se gana en las urnas pero todavía no se ha logrado lo más importante, que es conquistar el poder?

–Y esa es la clave, entender que el propósito es lograr no sólo la liberación de Venezuela, sino la reconstrucción de una nación próspera, segura, sólida y obviamente libre. O sea, no es nada más sacar a Maduro. La victoria es cuando logremos eso.

Ahora, al final, hemos entrado en una lógica que es durísima de asimilar, porque nosotros somos demócratas; pero nos declararon la guerra, y debemos entender que esa es la dinámica que estamos viviendo, por duro que sea. Entonces, una guerra tiene muchas batallas, y las vas ganando, y cuando vas ganando batallas vas conquistando terreno, posiciones estratégicas, cimas. A veces pierdes batallas, puedes dar un paso atrás o tienes que rodear una colina. Pero esta no es una guerra convencional: es una guerra complejísima, híbrida, que se lucha en múltiples planos.

Había que empezar por unir a un país para tener fuerza interna. Eso nos tomó tiempo, nos tomó años, y finalmente yo siento que el 22 de octubre, el día de las primarias, esa victoria unió al país. Eso fue una victoria monumental, que trasciende la salida del régimen. Va a tener consecuencias por décadas, porque tiene implicaciones incluso antropológicas en la sociedad venezolana, buenísimas a futuro.

Después venía otra victoria, que algunos pensaban que era en el campo electoral. Era mucho más que eso. El campo electoral era la fachada que nos permitió hacer cosas, pero estábamos dando una batalla muchísimo más compleja y asimétrica: sin plata, sin medios de comunicación, sin apoyos internacionales. Y el régimen lo tenía todo, todo. Y se lo creyeron. Por eso los pudimos sorprender el 28 de julio.

Si esto hubiese sido una batalla electoral solamente, con 60.000 personas organizadas como testigos, ganamos. Pero ya sabíamos que estábamos en una fase de guerra, aunque no públicamente asumida. Por eso levantamos un millón de personas. Y lo logramos. Después venía una siguiente batalla: estos 365 días. Una lucha durísima, en la cual teníamos que lograr, primero, que se reconociera nuestra legitimidad, y que Maduro estaba perdido electoralmente. Y se logró. Costó muchísimo, porque había antiguos aliados ideológicos que estaban siempre a tirito de reconocer a Maduro, porque la plata que hay detrás de esto es monumental. Pero se logró.

Se logró algo aún más crítico: el reconocimiento formal y explícito de que enfrentamos una estructura criminal. Esto no es solo una dictadura, es una estructura criminal. El 28 de julio de 2024 fue un quiebre, un hito que divide la historia de Venezuela en términos ciudadanos y en términos de legitimidad. Pero el 25 de julio de 2025 es un hito en términos de la naturaleza del régimen que enfrentamos, y de la disposición de la justicia internacional a actuar desmantelando este sistema. Obviamente me refiero a la designación de Maduro como jefe del Cártel de los Soles, y al Cártel como grupo terrorista global por parte del Departamento del Tesoro de Estados Unidos. Ese es el plano donde estamos hoy.

–¿Cómo se reconstruye —y sobre todo se sostiene— una esperanza colectiva cuando el régimen ha demostrado estar dispuesto a cruzar todos los límites éticos, morales, económicos y políticos?

–Cuando uno ve todos estos análisis, estos “sesudos analistas”, “expertos geopolíticos”, que hacen escenarios con 50.000 variables, siempre hay una que no está: la gente. Para ellos la gente simplemente no importa, y resulta que es la fuerza fundamental, la que ha cambiado la historia de la humanidad.

Evidentemente, la gente es vulnerable al ataque violento y físico, y eso implica que hemos tenido pérdidas, como en toda guerra. Pero lo racional, lo que ha ocurrido, es que nuestra gente se ha adaptado a esa realidad, se protege, se cuida, se defiende unos a otros, y se reorganiza en esta dinámica.

Entonces, uno: el régimen no tiene a la gente. Si uno compara lo que fue la campaña hacia el 28 de julio, yo no tuve una sola entrevista en televisión nacional. ¿Qué hicieron para el 25 de mayo y el 27 de julio? Una cosa loca. Todo el aparato comunicacional del régimen dándole plataforma a unos pseudos opositores, todos repitiendo lo mismo, amenazando a los empleados públicos, a la gente con el CLAP… ¿Y qué ocurrió? El pueblo clarísimo de que estos son escenarios para desobedecer, para rebelarse.

La gente está allí, y está clara. Cuando me vienen con el cuento de que la gente se desmoraliza, que pierde la esperanza, digo: no. Aquí todo el mundo sabe que lo que está en juego es la vida de nuestros hijos. Esto no tiene límite de tiempo, pero sí tiene urgencia. No estamos esperando que las cosas pasen. Estamos haciendo que las cosas pasen. Pero todo el mundo tiene que trabajar. No depende de mí, ni de Edmundo, ni de un partido. Depende de los 30 millones de venezolanos.

Además, el régimen no tiene legitimidad. Cada día tiene menos respaldos externos. ¿Quiénes eran los grandes apoyos del régimen? Siria, ¿dónde está al-Ásad? Rusia, ¿cómo está Putin? Irán, dime tú. Cuba, pasando aceite. Sus aliados están en el peor momento de su historia. Y aquellos que le servían un poco para la cara en foros internacionales ya dicen: “Este tipo es tóxico”.

Y ahora, con ese sello de terrorista… Nunca antes en la historia del hemisferio se había designado como grupo terrorista internacional a un cártel diciendo explícitamente que el jefe de ese cártel usurpa la jefatura del Estado. Esto tiene implicaciones jurídicas y financieras inmensas. Y te aseguro que donde sí se está entendiendo esto es en los cuarteles venezolanos.

–Es cierto que la sociedad venezolana sabe mucho, que se reorganiza. Pero el chavismo también se adapta, aprende de sus errores. La verdad es que las tiranías y dictaduras en los últimos tiempos son más resilientes que nunca. Siendo así, ¿cómo organizamos a la sociedad venezolana para actuar de forma clandestina? Que es una palabra que además ya ha usado. Exactamente, ¿qué significa eso? ¿cómo lo puede entender la gente? Y sobre todo, además, ¿cómo podemos ayudar quienes estamos afuera para esta nueva etapa? o sea, ¿cómo podemos ayudar a que se dé esa organización? Entendiendo lo que es clandestino, porque obviamente hay gente ahora que quiere banalizar esto, o burlarse de esto, sin entender que de alguna manera es cuidarse mucho más sobre esta nueva etapa de un régimen al que ya no le quedan capas, que quedó su forma más barbárica.

–Absolutamente. Y creo que esa es una forma muy buena de ponerlo: se le han ido quitando todas las capas, y ha quedado expuesto en su esencia.

A los que banalizan el mal, sabemos lo que les espera en la historia. Están quebrados espiritualmente, y su forma de sentir que tienen relevancia es tratar de quebrar al país y arrastrarlo a su derrota. Pero ya sabemos lo que el país les ha dicho, dónde los ha puesto. Y la historia va a ser implacable. Como ya la gente está siendo implacable hoy, como lo vimos el domingo 27 de julio. Entonces, a estos individuos no nos pueden desviar. Focalicémonos en lo nuestro.

–¿Y cómo se organiza esa lucha en clave de clandestinidad?

–Si algo hemos logrado los venezolanos es ser realmente creativos e innovar. Porque si tú dices que estos son sistemas complejos y adaptativos, nosotros también. Hemos enfrentado la ingeniería electoral con inteligencia electoral. Y los derrotamos. Estos tipos no tienen escrúpulos, son capaces de disparar, de perseguir, de torturar, de mostrar toda su crueldad porque se sienten intocables e impunes. Pero nosotros también aprendemos a cómo no solamente enfrentarlos, sino derrotarlos en distintos ámbitos.

La Operación Guacamaya, por ejemplo. No exagero cuando te digo que [la Embajada de Argentina en Caracas] es el segundo edificio más vigilado de Venezuela después de Miraflores. Y bajo sus narices. Los tipos no tienen hoy la más remota idea. Eso demuestra que a lo interno las fracturas son reales.

Así como nos hemos organizado para eso, hay que organizarse para la lucha cotidiana. Ellos han buscado, primero, el control de los medios de comunicación, para que no pudiéramos comunicarnos públicamente. Luego, imponer campañas de propaganda brutal, con toda la plata del mundo, que la están botando porque nadie los oye ni les cree. Ahora buscan interrumpir, infiltrar y negar las redes sociales. Bueno, hay nuevas formas de comunicación, tanto tecnológicas como convencionales. Y hay que usarlas todas. Los instrumentos los hemos ido construyendo y están allí. Hay un gentío que los utiliza. Pero es responsabilidad de todos informarse. Y creo que eso es algo que ustedes, desde afuera, pueden hacer: decir cosas que, estando adentro, implican un riesgo altísimo.

Claro que esta es una nueva clandestinidad. No es la de los 60 o los 70, ni la de otros países. Esta es la clandestinidad de Venezuela 2025. Donde sabemos que el 90% del país quiere lo mismo que nosotros, incluyendo policías y militares. Y donde tenemos herramientas tecnológicas y muchos apoyos externos para que esas herramientas sean seguras.

Y esto va a emerger en el momento preciso. ¿Cuándo llega? Cuando llegue. Lo estamos construyendo. Obviamente no se va a decir ni anticipar, porque parte de lo que hemos logrado ha sido porque los hemos sorprendido una vez tras otra.

¿Y cuánto tiempo durará? Lo que haga falta. Pero no vamos a dejar de hacer nuestro trabajo. No solo hasta que salga Maduro. Maduro va a salir. Ese no es el final. El final es construir un país con instituciones y pilares éticos, republicanos, liberales, democráticos, tan sólidos que sirvan para defender a esta Venezuela y hacerla crecer y ser la envidia del planeta en los próximos cien años. Ese es el propósito.

–¿Cómo debe reconfigurarse hoy la estrategia internacional en medio de todos los cambios globales?

–Ese es un punto apasionante, porque no tiene respuesta fácil. Porque es un mundo contradictorio, con incertidumbres, con incoherencias, y hay que saber utilizarlas a favor nuestro.

Hay actores que nunca imaginamos que serían grandes aliados y resultaron ser muy favorables a la causa. Te pongo un ejemplo: Gabriel Boric. ¿Quién ha presentado la denuncia más dura sobre los vínculos del alto nivel del régimen con el Tren de Aragua en Santiago de Chile? El gobierno de Boric, un gobierno de izquierda. Y esto aplica para múltiples otros actores, tanto gubernamentales como de ONG.

Aquí hay fuerzas que se han desplegado, algunas con intereses oscuros para convertir a Venezuela en un santuario de desestabilización del hemisferio. Carteles de la droga, guerrilla colombiana, redes de tráfico de oro, prostitución infantil, terrorismo islámico, intereses de Rusia, Irán, todo. Pero ahora eso se ha hecho explícito, público, y refrendado. Estamos en otra fase.

Muchos actores empiezan a entender que esto va mucho más allá de una lucha convencional entre izquierda y derecha. Esto los supera.

Desde luego que yo tengo mis posiciones doctrinarias clarísimas. Soy amiga de Javier Milei, amiga de Giorgia Meloni. Y estoy orgullosa de ello. Pero esto nos pone en otro nivel, donde incluso puedes tener aliados con quienes tienes diferencias ideológicas.

–En un escenario sin garantías, sin árbitros y con la fuerza bruta como único lenguaje del régimen, ¿cómo se puede pensar la transición sin caer en el dilema entre parálisis o violencia?

–Yo sí les puedo decir una cosa: nunca en mi vida he trabajado tanto como ahora. No sé lo que es un sábado, un domingo, un día de Navidad. No hay hora. Y te aseguro que somos miles y miles en el mundo entero, no solamente en Venezuela, que estamos así, fajados.

Y claro que a veces las cosas no van a la velocidad que quisiéramos, y por supuesto que hemos cometido errores. Hemos subestimado alguna fuerza. Pero esto está avanzando en la dirección correcta. Aquí hay que ver la película grande, el juego grande, y ver el mapa: las posiciones que hemos conquistado, cómo hemos defendido ese territorio y no nos han hecho retroceder. Nosotros sí les hemos hecho retroceder a ellos.

Y como bien dicen, a estos criminales lo único que les queda son sus armas y su terror. Eso es lo único. Entonces, ¿cómo se desmonta una estructura criminal? Con lo que en inglés llaman law enforcement, la aplicación de la ley, que tiene múltiples capas. Y eso implica acciones que, obviamente, los venezolanos desde adentro no estamos en capacidad de hacer. Nosotros no podemos interceptar envíos de droga, no podemos bloquear cuentas con transacciones por oro de sangre. Eso lo tiene que hacer la justicia internacional. Y está ocurriendo. No a la velocidad que queremos, pero ocurre.

Si me preguntas un área donde falta lograr más —y me genera frustración no haberlo hecho con mayor velocidad— es elevar el costo de la represión. Que los perpetradores de crímenes sepan: “Vas a ser responsable. Piénsatelo dos veces”. Eso implica que cada crimen debe tener consecuencias. Y la justicia internacional tiene la información: se la hemos proveído. Y están las víctimas, sus familiares, las organizaciones de derechos humanos, que son valientes. Y muchas de esas víctimas no se sienten víctimas: son héroes.

Eso es muy importante. Esto no hay que verlo desde la lástima, aunque nos parta el alma, sino desde la valentía y la admiración. Yo les aseguro que nuestros presos políticos están de pie, no entregados, orgullosos. Te dicen: “Esto vale la pena. Lo volvería a hacer”. Es impresionante. Ese es el espíritu. No estamos en un plan de víctimas. Estamos a la ofensiva con los instrumentos que tenemos.

La comunidad internacional puede hacer mucho más para elevar el costo de la represión, y también para cerrar los flujos con los que se financia el aparato de terror. Y sí les digo: lo que está ocurriendo es que los actores que hoy soportan al régimen entienden que esto pasó ya a una etapa resolutiva. Después del 25 de julio, estamos en otra etapa.

–¿Crees que la Corte Penal Internacional va tarde? Porque una forma de elevar ese costo de represión es que ya empiece a identificar a los perpetradores de crímenes de lesa humanidad. Tiene los datos suficientes.

–Absolutamente sí. Muy tarde. Imperdonablemente tarde. Porque lo ha hecho con gran celeridad en otros casos, y el caso venezolano está excesivamente documentado. Eso lo sabemos.

Y lo que esperamos es que también lo haga público. Porque no basta con tomar decisiones: el mundo —y sobre todo los perpetradores— deben saber que esto va en serio. Y eso sí tiene un efecto disuasorio. Eso está avanzando. No tengo ninguna duda.

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