Siguiendo sus promesas de campaña, la primera ministra Giorgia Meloni anticipó que Italia podría abandonar la llamada “Iniciativa de la Franja y la Ruta” (BRI) para diciembre de este año. En una entrevista con Fox News este domingo, la mandataria criticó severamente el acuerdo, dijo que están analizando “seriamente” la salida y aseguró que “todavía no lo hemos decidido, pero lo haremos en diciembre“.
Esto también fue confirmado por el propio Ministro de Defensa del país, Guido Crosetto, quien calificó el acuerdo con China como “atroz”. En una entrevista publicada al mismo tiempo que la de Meloni, aseguró que la medida tomada hace cuatro años bajo el gobierno anterior había hecho poco para impulsar las exportaciones, mientras que las exportaciones chinas a Italia se habían disparado.
Italia se unió al BRI en 2019 bajo el gobierno del ultra-izquierdista Giuseppe Conte, convirtiéndose en el único miembro occidental importante en firmar el acuerdo con China. Los partidos de derecha que conforman la actual coalición de gobierno habían dicho durante la campaña que el tratado había puesto al país bajo la “trampa de la deuda china“.
El programa con China consiste en recrear un mecanismo inspirado en la famosa “ruta de la seda” que conectó el comercio entre Europa y Asia, a través de una serie de proyectos de infraestructura (como puertos, canales, ferrocarriles, aeropuertos, etc) financiados con capitales chinos y su debida contraparte en base a deuda contraída por los socios que ingresan al proyecto.
El endeudamiento con el régimen de Xi Jinping suele estar aparejado de cláusulas secretas o muy poco transparentes, tasas de interés muy por encima de las que ofrece el sector privado u otros organismos internacionales de crédito, y podría incluso precipitar un fuerte condicionante geopolítico.
A su vez, China ha estado quemando millones de dólares en este tipo de préstamos a países con nula capacidad de pago, a sabiendas que no recuperarían el dinero pero a cambio, empresas estatales chinas se quedarían con el control de la infraestructura construida, como ocurrió recientemente en Uganda con el Aeropuerto Internacional de Entebbe.
Después de probar exitosamente la medida en países del Tercer Mundo, en 2019 China impulsó este acuerdo en Europa, y una de las primeras víctimas, en marzo de ese año, fue Italia. El entonces primer ministro izquierdista Giuseppe Conte firmó un memorando de entendimiento por un período de 5 años (que finaliza este año) para entrar en el programa, convirtiendo a Italia en el único país del G7 en suscribir a este acuerdo.
Otro objetivo que persigue China con este tipo de acuerdos es favorecer el uso forzoso de su moneda, el Renminbi, para adquirir una mayor preponderancia en el comercio internacional y limitar el rol que hasta ahora tiene el dólar en esta materia.
Esto resulta un problema para la competitividad en muchos países, ya que la política monetaria de China no es convencional y en reiteradas oportunidades el Banco Popular del país favoreció la devaluación deliberada de la moneda como un elemento discrecional para abaratar las exportaciones chinas en otros países (algo que no ocurre ni con el dólar ni con el euro).
Por todas estas razones, Meloni condenó públicamente el acuerdo a pesar de la presión ejercida por China (que se perfila como su sexto socio comercial más importante para la colocación de exportaciones). Asimismo, buscará que la salida del mismo sea ordenada y sin mayores costos en materia diplomática.
La Ministra también anunció sus intenciones de profundizar los lazos comerciales y económicos con los países de Occidente, aprovechando acuerdos como por ejemplo el avance con la Asociación Transatlántica para el Comercio y la Inversión.
De hecho, se busca instaurar una iniciativa similar al acuerdo de China pero para favorecer el comercio entre países occidentales y liderada por Estados Unidos, esta vez bajo responsabilidades compartidas, reglas transparentes y claras para la financiación de las obras de infraestructura, y reglas de juego justas y estables para el desarrollo del comercio.