María Elvira Salazar, congresista republicana, escribió en X que no es más que “una farsa” la Navidad que ya ha comenzado en Venezuela, según decretó Nicolás Maduro como si pudiera cambiar a su antojo la fecha en la que nació Jesucristo. “La verdadera Navidad ya se aproxima”, dijo, enigmática. (Políticos republicanos, influencers y hasta Nayib Bukele llevan un mes lanzando mensajes de este estilo). El New York Times publicó que un grupo de asesores presiona a Donald Trump para que “destituya” al presidente de Venezuela intensificando el despliegue militar. Más tarde, cinco aviones de combate sobrevolaron un área límite con el espacio aéreo venezolano, como aves de mal agüero. Las señales de un ataque inminente se han multiplicado, sin que ya nadie sepa diferenciar si este es un escenario real o solo una campaña al más alto nivel para forzar al Gobierno chavista a negociar una salida pactada.
Una duda ha quedado totalmente despejada: el contingente de guerra norteamericano fondeado en aguas del mar Caribe tiene como principal objetivo a Maduro y su círculo más cercano. El chavismo ha interpretado correctamente en este tiempo el mensaje lanzado desde Washington. Sabían, desde un principio, que los buques y los submarinos que navegan en los límites con sus aguas no solo quieren frenar el tráfico de drogas a Estados Unidos, como aseguraba Trump. (Si fuera así, andarían en otros lugares del mundo en el que el trasiego de estupefacientes es inmensamente mayor). Maduro dijo esto la noche del jueves: ”Hay gente que piensa que haciendo daño a su país se favorece. ¿Cómo quedaron Irak, Libia, Afganistán, luego de las agresiones extranjeras?“.
Funcionarios cercanos a Maduro han estado comentando a EL PAÍS, desde el primer ataque a una lancha salida de la costa venezolana, supuestamente cargada de droga, que esta era una campaña para violar la soberanía de Venezuela. El movimiento de Trump les agarró totalmente desprevenidos. Maduro y Jorge Rodríguez, su principal operador político, se entienden muy bien con Richard Grenell, enviado especial de la Casa Blanca, una especie de Señor lobo (Mr. Wolf en Pulp fiction, la película de Tarantino). Grenell es de espíritu no intervencionista, amigo de lograr los mejores acuerdos con otros países en beneficio del suyo. No cree, según los perfiles que se le han hecho en prensa americana, que deban ser la policía del mundo, guardianes de la democracia, enemigos de las tiranías. A Grenell se le asocia a menudo con los empresarios petroleros de Texas.
De acuerdo con una información de The Wall Street Journal, esos empresarios quisieron colocarlo como secretario de Estado tras la victoria de Trump. No lo lograron, el presidente 47º de Estados Unidos eligió a Marco Rubio, un político conservador de ascendencia cubana. Es el latino que ha ostentado el cargo más alto en Washington. Rubio ha cimentado parte de su carrera en oposición a los gobiernos de Cuba y Venezuela, con la retórica clásica de un halcón republicano. Maduro lo tiene por el demonio, sabe que si de Rubio dependiese su vida correría peligro. El presidente venezolano estaba convencido de que con Grenell como apoyo nadie iba a ocurrir. Envió una carta a Trump a través de Grenell, pero no tuvo ningún efecto. La secretaria de prensa de la Casa Blanca la desdeñó en público y dijo que estaba llena de mentiras.
Para seguir leyendo, clic AQUÍ.