El ciclo perverso de las elecciones realizadas por regímenes tiránicos, se ha perfeccionado hoy día en Venezuela.
La convocatoria a elecciones por parte del régimen da paso, a través de corrupción, extorsión e intimidación, a la selección del candidato «opositor» de su preferencia.
La invitación de algunos «observadores», da un barniz democrático al proceso a unas elecciones cuyo único fin es legitimar una dictadura.
«Votar es hacer algo»
Explotando y valiéndose del dilema democrático ciudadano, la pantomima de votación, en donde no se elige, legitima a la dictadura porque a la opinión pública contó con presencia internacional y participación de la oposición.
La dictadura de Maduro asigna a dedo los cargos de elección porque controla en su totalidad el sistema electoral y configura los resultados según su conveniencia.
La deslegitimación de la oposición se realiza automáticamente al obligar a los candidatos opositores a juramentarse ante órganos no legítimos y si el candidato asignado no se alínea a las exigencias de la dictadura, se le nombra un «protector»: una supra estructura de persecución.
