China y Rusia, dos potencias autocráticas desarrollan hoy una misma estrategia; acechar a naciones vecinas a las que les unen vínculos históricos y culturales, pero que en la geopolítica del presente las consideran amenazas a sus hegemonías.
Por: Alberto Ray
Irán, por su parte, muy interesada en 2015 con el acuerdo para el desarrollo de energía nuclear – The Iran Deal – firmado durante la administración Obama, apoyado por países europeos y desconocido más tarde por Trump, ahora en 2021, se muestra arrogante y pone obstáculos para sentarse de nuevo a la mesa, en un claro reto a la autoridad de los norteamericanos.
El avance de los chinos sobre Taiwán, de la Rusia de Putin sobre Ucrania y del maximalismo iraní, además de la agresión a las soberanías democráticas, pareciera contener un metamensaje común: poner en evidencia las debilidades políticas de los Estados Unidos.
La tímida actitud de la Casa Blanca en el frente internacional hacia el autoritarismo que se globaliza, y la incapacidad para alinear voluntades ante la polarización doméstica en los partidos y en los ciudadanos, contrasta con la agresividad y velocidad del bloque autocrático, aunado a la indisposición de Biden de involucrarse en estas dinámicas del poder, que ha colocado a sus aliados en la necesidad de aprender rápido a defenderse solos, pues a lo sumo, los Estados Unidos incrementarán sanciones económicas y demás restricciones comerciales a los países trasgresores.
En este inventario no podemos dejar por fuera a Alexander Lukashenko el dictador bielorruso que ha decidido provocar un conflicto con Europa importando migrantes de Irak y Siria para enviarlos a la frontera con Polonia a fin de generar una crisis humanitaria e institucional.
Esta contradictoria anti-política norteamericana, viniendo de la nación de mayor poder militar, que ahora ha decidido reservarse a sus cuarteles de invierno está provocando que otros países aprovechen la deriva autoritaria para atreverse a más.
En América Latina, Daniel Ortega llevó a cabo una elección en la que previamente había encarcelado a sus contendientes, en Honduras ganó las elecciones Xiomara Castro, la esposa del expresidente Zelaya con el apoyo descarado del chavismo y en Venezuela ocurrió una elección para autoridades regionales sin garantía alguna para candidatos y electores, llegando al extremo de desconocer el resultado para la gobernación del estado Barinas, supuestamente ganado por un sector opositor, esto a pesar de una misión de observación organizada por la Unión Europea, a quién el gobierno de Maduro le suspendió la estadía en el país y le exigió su salida.
Recientemente, la periodista Anne Applebaum escribió un artículo en la revista The Atlantic titulado The bad guys are wining (Los chicos malos están ganando), refiriéndose a este bloque de autócratas que han convergido en el manejo de sus naciones como si fueran empresas del crimen internacional, quebrando a sus países pero haciendo ellos millonarias fortunas producto del delito y la explotación a la población, en una guerra completamente asimétrica en contra de los activistas que luchan por la libertad y la democracia.
Ante este panorama la estabilidad y la paz del planeta no tienen las mejores perspectivas, al contrario, el mundo está entrando en una nueva incertidumbre sin haber salido de la anterior, signada por pandemia del COVID 19.
En medio de esta complejidad acelerada la seguridad de los países y las organizaciones también está en tensión. Si algo ha generado la globalización es conectividad total y de múltiples maneras en una especie de sistemas nervioso mundial, donde nada escapa a la incertidumbre y al riesgo. El impacto que tendrán los potenciales conflictos dispersos en el mapa puede ser de proporciones mucho mayores de lo que creemos, pues ya los efectos de las distancias y los tiempos han sido anulados por las redes instantáneas de la información. La conflictividad en aumento ya tiene incidencia en los precios de la energía, la distribución de mercancías y la producción de componentes electrónicos para varias industrias.
En tal sentido, y luego de dos años de contingencia, los directores de seguridad de las organizaciones deberán aprovechar la reciente experiencia adquirida con la pandemia y prepararse ahora para un nuevo tipo de riesgos, pues el virus autocrático de la geopolítica también muta rápidamente y se adapta a los nuevos tiempos, y si bien tiene otros síntomas, no dudemos que sus efectos pueden ser terriblemente devastadores.