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El descontrol de la inflación en Cuba: La tasa puede rondar este año el 64% de promedio

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La Oficina Nacional de Estadística de Cuba (Onei) publicó los datos de inflación hasta el pasado mes de octubre que, en cierto modo, van a ser muy similares a los que se acaben registrando a final de año, y que vienen a confirmar lo que ya se sabía: la inflación se consolida en la economía cubana como uno de los principales problemas para las autoridades.

Por Elías Amor en Cubaeconomía

Además, el dato causa escalofríos, ya que el Índice de precios al consumo (IPC) registró una tasa interanual muy elevada, de un 66,3%, aumentando en casi 4 puntos la cifra registrada en el mes de agosto. Es decir, los precios continúan acelerando su crecimiento, lo que implica arraigo de expectativas inflacionistas y una larga vida para este proceso que ha sorprendido a las autoridades, a pesar de que los economistas advirtieron su aparición como consecuencia de la aplicación de la Tarea Ordenamiento. En octubre, además, los precios avanzaron en términos mensuales un 2,3%, un ritmo muy elevado, que va en aumento desde el verano, cuando se intensificó la actual escalada inflacionista.

Al mismo tiempo que se acepta que el régimen está perdiendo el tiempo a la hora de hacer frente a la inflación, también se puede concluir que el origen de este problema en Cuba tiene poco que ver con lo que está ocurriendo en el resto de países del mundo (encarecimiento de los precios como consecuencia de los costes energéticos y las dificultades de suministro a nivel global), de modo que la inacción gubernamental está logrando que la espiral inflacionista esté causando estragos en la economía, y uno de ellos, como cabe esperar, es el deterioro del poder adquisitivo de las rentas salariales de los trabajadores, de las pensiones y, por supuesto, de los ahorros y de los márgenes empresariales.

Mi estimación es que la inflación de precios al consumo acabe este año 2021 en Cuba alrededor de un 62% a 66% de aumento promedio, una tasa de las más elevadas del mundo y que, además, se ha producido en el curso de un solo año. Conviene recordar que 2020 finalizó con una tasa de inflación del 18,5% lo que implica que en 2021 se ha acelerado de forma notable, en casi 50 puntos.

Lo primero que cabría pensar es que esta tasa del 66% podría ser utilizada por el régimen para aumentar, digamos, las pensiones, de forma que se garantizase que no se perdiera poder adquisitivo en este sector vulnerable de la población. Esto implica que el presupuesto de la Seguridad Social destinado a pensiones tendría que aumentar un porcentaje similar, y no parece que esto sea posible en las condiciones actuales de limitación de ingresos tributarios y no tributarios. En cualquier caso, parece evidente que la inflación se comerá una parte importante del poder adquisitivo de las pensiones, pero éstas no serán las únicas víctimas.

También habrá pérdidas considerables en salarios y ahorros. La pérdida de poder adquisitivo de los ahorros en depósitos y las rentas salariales se puede calcular a partir de la suma de la masa salarial global que también publica la Onei (49.754 millones de pesos) y de la cuantía de los depósitos bancarios, de los que se ofrecen datos en porcentaje sobre el PIB (57.318 millones). Si se tienen en cuenta las cifras de 2020, últimas publicadas, las pérdidas de salarios y depósitos podrían alcanzar con la inflación del 62% a 66% un importe equivalente a 3.637 millones de pesos, según los cálculos realizados a partir de los datos antes citados. ¿Es mucho, es poco? Bien, es una cantidad equivalente a un 3,5% del PIB que se verá afectada por el descontrol de los precios y la inacción del Gobierno durante 2021.

Lo más grave sería pensar que esta masa salarial se actualizara a la tasa de inflación del 66% y teniendo en cuenta que el 87% de los trabajadores cobran del Estado, el aumento de las partidas para atender estos aumentos salariales, sin el referente de productividad, volvería a crear los mismos problemas que en su momento la Tarea Ordenamiento con los aumentos irresponsables de salarios. Y ello sin entrar en consideraciones con respecto a las consecuencias de la inflación sobre el ahorro, que tiende a alejar a los actores económicos de estas entidades y aumentar sus operaciones en efectivo, lo que va contra la estrategia de bancarización que persigue el régimen.

En cuanto a los márgenes empresariales, el impacto de la inflación puede ser devastador y, de hecho, ya lo ha sido: según fuentes oficiales 500 empresas continúan en situación de insolvencia como consecuencia de las medidas adoptadas en la Tarea Ordenamiento. La inflación crea graves problemas a las empresas, porque dificulta la obtención de rentabilidad sostenible, introduce variaciones inesperadas en los precios relativos y deteriora su competitividad, sobre todo la exterior. Los efectos de la devaluación del peso han pasado sin pena ni gloria.

De lo expuesto, cabe señalar que el régimen se encuentra en una difícil posición para abordar el problema de la inflación y todo indica que deberá adoptar políticas de ajuste, como están planteando ya otros países que se encuentran afectados por el mismo problema y quieren corregir su rumbo para evitar estos daños.

En la inflación cubana se presentan rasgos comunes a los de otros países, pero también otros que son propios y se derivan de los déficits de oferta en la mayor parte de actividades y sectores. Por ejemplo, el aumento de los precios de la energía, que se han disparado a nivel mundial, en Cuba significa que los transportes han aumentado hasta octubre un 174,6% en tasa interanual. Los servicios a la vivienda han experimentado un crecimiento del 152,3%, ambos muy por encima de la tasa media del 66,3%. Es difícil luchar contra este componente de los precios, sobre todo si se decide su traslado directo al consumidor, como está ocurriendo en la economía cubana, distorsionando la composición de la canasta que suministra el régimen. Los ciudadanos pagaron precios elevados por la electricidad o los derivados del petróleo, que han alcanzado niveles espectaculares con respecto a 2020. Y seguirán pagando.

¿Cuál es el rasgo diferencial de la inflación en Cuba? Sin duda alguna, los alimentos. Este componente ha experimentado un crecimiento del 98,6% en tasa interanual hasta octubre, con alzas espectaculares en todos los productos. En el resto del mundo, no se presenta este fenómeno porque la oferta no está limitada como ocurre en la Isla y los consumidores tienen libertad de elección de cantidades y precios en los mercados.

Cierto que la evolución de los precios de la alimentación se ha quedado por debajo del impacto de los precios de la energía o los servicios en la vivienda, pero su crecimiento durante todo el año ha sido continuo, y tiene un peso muy elevado (66,2%) en la composición del índice. En su comparecencia en la Asamblea nacional Murillo justificaba que el comportamiento de los precios en el mercado mayorista había sido más favorable que en el minorista no regulado, pero esto no es cierto ya que incluso los precios en los sectores presupuestados, como Salud o Educación han crecido por encima del 20% en tasa interanual hasta octubre.

El panorama es complejo, porque tan pronto como los países empiecen a adoptar políticas de control de la inflación con medidas restrictivas, y alguno ya están en ello, la economía cubana quedará ante el mundo como un espacio de descontrol de precios que castigará su competitividad exterior, al tiempo que resta poder de compra a los agentes económicos. La inflación en Cuba puede acabar creando un círculo vicioso del que la economía tendrá muchas dificultades para escapar. En todo caso, se tendrán que adoptar decisiones de ajuste que tendrán sus costes económicos y sociales.

La lucha contra la inflación pasa por tres escenarios que el régimen elude, pero que no tendrá más remedio que implementar más pronto que tarde: control monetario, revitalizando el papel del Banco Central y su autonomía en el ejercicio de la política monetaria; control fiscal, estableciendo una senda de ajuste al gasto para evitar que el déficit siga siendo una bomba de expansión del dinero; y promoción del crecimiento interno de la oferta por medio de la productividad, para atender la demanda y quitar tensión a los aumentos de precios.

Habrá que hacer más cosas, sin duda, pero las prioridades están bien definidas y hay mucho escrito sobre la materia. El problema reside en que la economía de Cuba parte de un escenario muy débil y descontrolado para luchar contra la inflación y por ello, antes de empezar, sería necesario adoptar medidas estructurales que permitieran aumentar el éxito de las políticas antiinflacionistas. No lo hicieron con la Tarea Ordenamiento, y así les fue. Ahora tienen una segunda oportunidad. Que no la desaprovechen.

Elías Amor Bravo (La Habana, 1958) es un destacado y reconocido economista cubano. Delegado de la Asociación para el Estudio de la Economía Cubana en Europa, y Presidente del Observatorio Cubano de Derechos Humanos

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