Vía The Objective
Este indicador ha crecido por debajo de la media de la eurozona pese a seguir siendo la cuarta economía del continente
La productividad sigue siendo una de las grandes asignaturas pendientes de la economía española. En momentos en los que nuestro país es el líder del crecimiento dentro de la Unión Europea (UE) y cuando-según el Gobierno- existe más estabilidad financiera que nunca, los datos contradicen el discurso oficialista con una prosperidad que se queda muy por debajo de la mayoría de sus socios comunitarios. La última actualización de Eurostat analizada por THE OBJECTIVE indica que el PIB per cápita real de España -el que descuenta la inflación- se situó en los 27.740 euros en 2024.
Una cifra que apenas ha aumentado desde que Pedro Sánchez está en La Moncloa, pese a los constantes mensajes de triunfalismo económico que envía el presidente del Gobierno. De hecho, apenas ha crecido en 1.120 euros por persona desde 2018, pese a que en ese tiempo se ha elevado el Producto Interior Bruto (PIB) en 286.000 millones. Las cifras de Eurostat indican que el PIB per cápita ha aumentado un 4,2% y el PIB real -en términos de volumen- lo ha hecho un 23%.
Si la comparación se hace con la Unión Europea, los datos armonizados dejan a España en una posición mucho más preocupante: el número 14 de 27 países en el ranking de PIB per cápita, una posición más abajo respecto a hace seis años, cuando Sánchez llegó al Gobierno. Y todo ello pese a que España es, de largo, la cuarta economía del bloque comunitario. Si se compara con la media de la UE, los 27.740 euros de España se quedan lejos de los 36.760 de la eurozona y de los 33.530 de los 27, con un crecimiento del 4,4% y del 5,8%, respectivamente desde 2018.
Productividad de la UE
Y con una desventaja que se mantiene respecto de economías de un tamaño similar. Por ejemplo, Alemania se queda con 42.580 euros, pese a caer un 0,88% en este periodo; Francia se sitúa con 37.870 y una mejora del 3,6%; Italia llega a los 32.810 y un alza del 7,7%; Países Bajos con 51.170 y un crecimiento del 6,2%; Bélgica con 44.300 y un 6,5% más; Suecia con 48.810 y un 4,2% de mejora; Irlanda con 85.700 y un espectacular despegue del 23,4%; y Austria con 44.740 y una caída del 0,9%. Del top ten de economías de la Unión Europea solo superamos a Polonia que cerró 2024 con 16.470 euros, aunque con un 20% de mejora en seis años.
Los economistas coinciden en que un PIB per cápita bajo es sinónimo de baja productividad. Este indicador es una medida de la riqueza promedio de una persona y la productividad es la eficiencia con la que se produce esta riqueza. Si un país tiene un bajo PIB per cápita -que además se mantiene lejos de economías de similar tamaño- es un claro síntoma de que en promedio cada persona produce menos. Esto se agrava en el caso de España, ya que en este mismo periodo (los últimos seis años) sigue siendo la cuarta economía del continente, pero la 14 en productividad.
Hay más gente trabajando, pero proporcionalmente producen menos. Los expertos advierten de que el crecimiento del PIB español se explica exclusivamente porque hay más gente en el mercado laboral y viviendo en España, en especial inmigrantes. Pero estos datos demuestran que muchos pueden no estar trabajando, que lo hacen menos horas y/o lo hacen en labores que generan menor valor agregado. Por otro lado, el hecho de que el PIB real haya crecido casi cuatro veces más en este mismo periodo puede ser un indicador de que el potencial de mejora es mucho mayor y que España podría crecer el doble de sus cifras actuales si tuviese una productividad acorde con su tamaño.
Inversión e innovación
¿Y por qué esta baja productividad? La explicación tienen que ver con todo lo que falla en la economía española y que muchos economistas denuncian desde hace años. Es una peligrosa combinación de bajas tasas de empleo, falta de inversión e innovación en capital humano, barreras burocráticas, tamaño de las empresas y problemas de fondo de la estructura productiva. Un cóctel que redunda en que el ingreso per cápita siga siendo inferior al de buena parte de las economías del continente, así como la eficiencia con la que se producen nuestros bienes y servicios.
El caso del empleo es claro. En los últimos dos años se ha reducido la tasa de paro y, efectivamente, hay mucha más gente en el mercado laboral, pero los datos en comparación con Europa siguen siendo negativos. Este diario ya publicó que en marzo España registró 2.698.000 parados, el 20% de los 12.984.000 desempleados en toda la Unión Europea en este mismo mes y el 25% de los 10.818.000 de la eurozona. Desde el punto de vista de la tasa de paro, España, estancada en el 10,9%, tiene el triste récord de liderar el continente durante 38 meses consecutivos.
Datos de empleo
Pero lo que mejor puede explicar esta falta de productividad es el dato revelado por USO que indica que España cuenta con 1.265.890 parados más que el dato registrado por los Servicios de Empleo Público Estatal (SEPE). Esto es porque las cifras oficiales no contabilizan a los fijos discontinuos inactivos, los afectados por un ERTE, los que tienen una disposición limitada para trabajar, los acogidos al subsidio especial agrario, los que están en cursos de formación y aquellos que demandan un empleo específico. Es decir, gente registrada, pero que no está trabajando y, por tanto, no está produciendo.
Por otro lado, en el último lustro se ha seguido reduciendo el peso de la industria en la economía y aumentando el del sector servicios -con el turismo disparado-, una balanza que no se ha equilibrado con una mayor inversión en digitalización o capital humano. Los fondos europeos Next Generation, responsables de reconstruir la economía, siguen llegando con cuentagotas y su impacto es reducido. Del mismo modo, las barreras burocráticas, el mayor coste de contratación y el aumento de impuestos impiden que las empresas, en especial las pymes, ganen tamaño para producir más y ser más competitivas.