Por Nelson Hernández
En apenas dos décadas, el mundo ha duplicado su generación eléctrica, pasando de 15565 TWH en el año 2000 a más de 31256 TWH en 2024. Un incremento neto de 15691 TWH. Este crecimiento refleja no solo el aumento de la demanda energética global, sino también una transformación profunda en las fuentes que alimentan esa expansión.
Por un lado, las fuentes no emisoras de CO2 —nuclear, hidroeléctrica y especialmente las renovables como la solar y la eólica— han ganado protagonismo. Estas aportaron el 46 % del crecimiento. Las renovables aportan más de 5000 TWH al incremento, superando ampliamente a la hidroelectricidad y a la nuclear, y consolidándose como el motor simbólico de la transición energética. Por otra parte, el incremento de las renovables supera al ocurrido en gas (4229 TWH) y en el carbón (4621 TWH).

Sin embargo, por otro lado, las fuentes emisoras de CO2 siguen presentes con fuerza. El gas natural y el carbón aportan más de 8800 TWH al crecimiento, mostrando que la expansión fósil no ha sido frenada, sino reacomodada. El gas muestra su rol de energía puente en la transición.
En resumen:
La gráfica revela una dualidad energética. Mientras el discurso global promueve la descarbonización, la práctica aún sostiene una matriz fósil robusta.
La transición está en marcha, pero no es lineal ni homogénea. Es una transición en tensión e irreversible.
El reto no es solo generar más energía, sino decidir cómo y con qué propósito se genera. La transición energética no será completa hasta que la narrativa renovable se traduzca en hegemonía estructural. Y ese cambio no vendrá solo de la tecnología, sino de la voluntad política, la conciencia ciudadana y la capacidad de imaginar futuros distintos.
Nelson Hernández es ingeniero energista y académico de la Academia Nacional de Ingeniería y Hábitat de Venezuela


