En enero de 2016, el presidente Nicolás Maduro subió al podio en un país al borde del colapso. Los precios del petróleo, el alma de la economía venezolana, se habían desplomado, y la inflación galopante comenzaba a devorar los bolsillos de los ciudadanos.
Por: Grokberto Muskeado
Fue entonces cuando lanzó la Agenda Económica Bolivariana y sus célebres «motores productivos», una ambiciosa promesa de diversificación económica que, en su versión de 14 sectores, pretendía rescatar a Venezuela de la dependencia petrolera y la crisis. Nueve años después, con un país que apenas comienza a ver signos de estabilización, la pregunta resuena: ¿Funcionaron los motores de Maduro?
Un plan nacido en la tormenta
Los 14 motores —desde el agroalimentario hasta las telecomunicaciones— fueron concebidos como un mapa para navegar la tormenta perfecta: sanciones internacionales, caída de ingresos y una economía que, según el Fondo Monetario Internacional (FMI), se contrajo más del 60% entre 2013 y 2020. «Vamos a construir un modelo económico productivo», afirmó Maduro entonces, delineando sectores como la minería, el turismo y la petroquímica como pilares de un futuro post-rentista.
En el papel, la idea tenía sentido. Venezuela, con vastos recursos naturales y un legado industrial, parecía tener el potencial para diversificarse. Pero la realidad pronto chocó con las palabras. La producción petrolera, uno de los motores estrella, pasó de 3 millones de barriles diarios a principios de siglo a menos de 700.000 en 2020, según la OPEP. Hoy, en 2025, ronda los 900.000, un repunte modesto pero insuficiente para hablar de éxito.
Luces y sombras en el campo
El motor agroalimentario, presentado como clave para la soberanía alimentaria, ilustra las contradicciones del proyecto. En las calles de Caracas, los CLAP —cajas de alimentos subsidiados— se convirtieron en un salvavidas para millones, pero la producción agrícola no despegó. Datos de la FAO muestran que la desnutrición sigue afectando a una parte significativa de la población, mientras los campos permanecen subutilizados por falta de insumos y maquinaria. «Sembramos lo que podemos, pero sin fertilizantes ni repuestos, es como arar en el desierto», dice Juan Pérez, un agricultor de Barinas que prefirió no dar su nombre real por temor a represalias.
En la minería, otro motor clave, el Arco Minero del Orinoco prometía oro y divisas. Aunque generó ingresos —el gobierno no publica cifras oficiales—, reportes de NGO como SOS Orinoco denuncian que gran parte de la extracción está en manos de grupos irregulares, con un costo ambiental devastador y pocos beneficios para el Estado. «Es un motor que funciona para algunos, pero no para el país», sostiene Luisa Ortega, economista de la Universidad Central de Venezuela.
El espejismo del crecimiento
El gobierno celebra un crecimiento del 9% del PIB en 2024, según el Banco Central de Venezuela (BCV), como prueba de que los motores están encendidos. Pero analistas independientes lo atribuyen más a la dolarización informal, el aumento de remesas (unos 4.000 millones de dólares anuales) y un repunte en los precios del petróleo que a una estrategia efectiva. «Los motores fueron un discurso, no una política estructurada», asegura Ricardo Villalobos, consultor económico en Caracas. «La economía se estabilizó por necesidad, no por planificación».
Las sanciones de Estados Unidos y la Unión Europea, que restringieron el acceso a financiamiento y mercados, son el comodín del discurso oficial. «Nos sabotearon, pero resistimos», repite Maduro, quien en 2025 reestructuró los motores de 18 a 13 bajo el Plan de las 7 Transformaciones. Sin embargo, la corrupción y la falta de transparencia —Venezuela sigue entre los peores rankeados por Transparencia Internacional— erosionaron cualquier posibilidad de éxito sostenido.
Voces desde la calle
En el mercado de Chacao, Ana Rodríguez, una vendedora de 45 años, resume el sentir de muchos: «Aquí seguimos viviendo del día a día. Si los motores funcionaron, yo no los vi». A su lado, un joven comerciante que prefiere el anonimato añade: «El dólar nos salvó, no el gobierno». La dolarización de facto, tolerada desde 2019, estabilizó precios tras la hiperinflación de 1.8 millones% en 2018, pero no resolvió la desigualdad ni la precariedad.
¿Éxito o espejismo?
Tras casi una década, los 14 motores no lograron su meta central: diversificar la economía. El petróleo sigue siendo el 90% de las exportaciones, según estimaciones independientes, y sectores como el turismo o la industria permanecen estancados por inseguridad y falta de inversión. Sin embargo, el gobierno insiste en su narrativa de resistencia, mientras la oposición los tilda de «propaganda vacía».
En el balance, los motores de Maduro parecen más un intento desesperado por mantener el control en medio del caos que una solución real. Venezuela respira en 2025, pero no gracias a ellos, sino a pesar de todo. La pregunta ahora es si el nuevo plan de las 7T logrará lo que los motores no pudieron, o si será otra promesa que se apaga en el horizonte.
Los 14 motores originales
A continuación, la lista de los 14 motores productivos tal como fueron concebidos en su versión inicial, según anuncios oficiales de 2016:
- Agroalimentario: Producción de alimentos y seguridad alimentaria.
- Farmacéutico: Desarrollo de medicamentos y equipos médicos.
- Industrial: Impulso a la manufactura no petrolera.
- Exportaciones: Promoción de exportaciones no tradicionales.
- Economía Comunal, Social y Socialista: Cooperativas y modelos alternativos.
- Hidrocarburos: Optimización de la industria petrolera.
- Petroquímica: Productos derivados del petróleo.
- Minería: Explotación de recursos como oro y coltán.
- Turismo: Promoción del turismo nacional e internacional.
- Construcción: Infraestructura y vivienda.
- Forestal: Aprovechamiento de recursos madereros.
- Militar Industrial: Producción para la defensa nacional.
- Telecomunicaciones e Informática: Tecnología y conectividad.
- Banca y Finanzas: Fortalecimiento del sistema financiero.
Estos sectores, aunque ambiciosos, se vieron superados por la realidad económica y política del país.
La debacle económica «en revolución»
La Venezuela «en revolución» bajo Maduro ha sido testigo de una debacle económica sin precedentes en la región. Según la Encuesta Nacional de Condiciones de Vida (ENCOVI), realizada por universidades venezolanas, la pobreza extrema alcanzó el 79,3% en 2021, y aunque ha disminuido levemente con la dolarización y el crecimiento reciente, se estima que en 2025 aún supera el 60%. Esto significa que más de 18 millones de venezolanos viven con menos de 2 dólares al día, en un país que alguna vez fue el más rico de América Latina. La combinación de hiperinflación, colapso productivo y migración masiva —más de 7 millones han abandonado el país desde 2015, según la ONU— pinta un cuadro sombrío que los motores no pudieron revertir, dejando un legado de promesas rotas y una sociedad marcada por la supervivencia.