En un nuevo episodio de persecución económica disfrazada de justicia, el Fiscal General impuesto por el régimen, Tarek William Saab, anunció la detención de 50 ciudadanos acusados de realizar operaciones con divisas a una tasa distinta a la «oficial», en un país donde la economía informal no es una elección, sino un mecanismo de supervivencia.
Según Saab, los detenidos «publicaban y realizaban operaciones en divisas a una tasa de cambio distinta a la oficial», lo cual –según su visión– constituye un atentado contra el sistema financiero nacional. Lo que omite el fiscal es que ese mismo sistema financiero se encuentra colapsado por la hiperinflación inducida, el cierre del crédito, la manipulación cambiaria y el bloqueo de oportunidades para millones de venezolanos que no tienen más remedio que acudir al mercado paralelo para sobrevivir.
En lugar de abordar las verdaderas causas del deterioro económico, como la corrupción institucionalizada, el desmantelamiento de la industria petrolera y el control centralizado de la economía, el Ministerio Público parece empeñado en castigar a quienes intentan proteger el valor de sus ingresos en medio de una dolarización de facto que el propio Estado ha tolerado cuando le conviene.
La «lucha contra los delitos económicos» que proclama la Fiscalía es, en la práctica, una cruzada contra los ciudadanos de a pie, mientras grandes fortunas ligadas al poder operan libremente, sin rendir cuentas, en un sistema de privilegios y opacidad.
La criminalización de quienes operan fuera del sistema oficial –ya desfasado de la realidad– revela el carácter autoritario y arbitrario de un modelo que pretende controlar hasta el último resquicio de autonomía económica. Lejos de garantizar estabilidad, estas acciones solo profundizan el miedo, la informalidad y el colapso de confianza en las instituciones.
Una vez más, el régimen confunde justicia con represión, y pretende hacer de los chivos expiatorios una cortina de humo frente a su fracaso estructural. Mientras tanto, el pueblo sigue pagando el precio de un modelo inviable, sin libertades ni prosperidad.
