Por Antonio de la Cruz
Durante años, el régimen venezolano ha querido vender la narrativa de que China es un socio estratégico en expansión, un respaldo geopolítico que asegura su permanencia en el poder. Pero esa visión no resiste el más mínimo contraste con la realidad. La relación entre China y Venezuela no está en expansión. Está en liquidación controlada, con pérdidas en ambos lados y un balance final que deja a Caracas sin influencia, sin crédito y sin prioridad.
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Entre 2012 y 2023, el intercambio comercial entre China y Venezuela cayó más de 85%. De superar los 20.000 millones de dólares anuales, hoy no alcanza los 3.000 millones. Según la Administración General de Aduanas de China, Venezuela exportó apenas 1.271 millones de dólares a ese país en 2023, mientras que naciones como Brasil y Perú exportaron más de 91.000 millones y 23.500 millones, respectivamente1/
Venezuela representa hoy menos del 0,1% del comercio total chino. No hay ni expansión ni diversificación. Solo una caída sostenida y acelerada.
Fin del crédito chino
China no ha otorgado nuevos préstamos soberanos a Venezuela desde 2016. Entre 2007 y 2016, Pekín prestó más de 62.000 millones de dólares a través de mecanismos opacos de deuda por petróleo 2/. La mayoría de esos préstamos ya fueron impagados, renegociados o se mantienen en la sombra. No hay nuevos desembolsos. No hay confianza. Solo cobros en crudo con descuento como forma discreta de cerrar un expediente fallido.
Producción petrolera estancada
La participación de China en la producción petrolera venezolana tampoco respalda la narrativa de una relación en expansión. A través de empresas mixtas como Sinovensa y Petrozumano, donde posee el 40% de participación, China alcanzó un pico de 172.000 barriles diarios (b/d) en 2016. En 2017 cayó a 132.000 b/d, y desde 2018 se mantiene estancada en un promedio anual de 100.000 b/d 3/.
Eso significa que el flujo neto para China es de apenas 40.000 b/d, una cifra insignificante para un país que consume más de 14 millones de b/d. Sin reinversión, sin seguridad jurídica y con una infraestructura colapsada, el interés de CNPC y otras empresas se limita a intentar recuperar parte de lo hundido.
Sin proyectos nuevos, sin presencia estratégica
Desde hace al menos 8 años, no se registra un solo megaproyecto nuevo en infraestructura o energía financiado por China en Venezuela. Las promesas de Chávez y Maduro quedaron en maquetas o esqueletos de concreto abandonados: el tren del Tuy, la refinería de Cabruta, el bloque Junín 1 en la Faja. Incluso empresas chinas como ZTE o Citic Construction han reducido drásticamente su presencia en el país. Hasta los tradicionales restaurantes chinos en Venezuela han cerrado sus puertas o pasado a manos de venezolanos
Pekín dialoga con Washington, no con Caracas
La prueba final del desinterés chino está en la diplomacia. Desde el regreso de Donald Trump a la Casa Blanca, Pekín ha optado por conversar directamente con Washington sobre temas energéticos y de estabilidad hemisférica. Venezuela no es prioridad. Es un lastre incómodo del que China quiere salir sin perder la cara.
Cerrando una mala apuesta
China ya no apuesta por el chavismo. Le prestó dinero, le vendió tecnología, participó en proyectos petroleros y ganó contratos, sí. Pero la experiencia fue fallida. Venezuela se convirtió en un socio insolvente, riesgoso, corrupto y opaco. Lo que queda no es una relación estratégica, sino una liquidación silenciosa de activos tóxicos. Para China, el chavismo es una historia cerrada.
La narrativa del régimen se sostiene en el humo del pasado. El presente es otro: Pekín mira hacia otros mercados. Venezuela ya no está en su mapa de expansión, sino en su archivo de pérdidas.
Notas al pie
- General Administration of Customs of the People’s Republic of China, datos de comercio exterior 2023; UN Comtrade Database; Observatorio de Complejidad Económica (OEC).
- China-Latin America Finance Database, Inter-American Dialogue, actualización 2024.
- Wood Mackenzie, Argus Media, PDVSA internal reports 2023–2024.