Por Freddy Grey en The Spectator
Los últimos discursos de Biden han estado llenos de terribles profecías sobre lo que podrían traer cuatro años más de Trump
o tenemos nada que temer excepto el miedo mismo”, dijo Franklin D. Roosevelt en una famosa frase. Los demócratas de 2024 tienen un mensaje bastante diferente para el mundo: ¡tengan mucho miedo!
“Estoy muy asustada”, dijo ayer la vicepresidenta Kamala Harris, mientras hablaba de los “locos” que podrían devolver a Donald Trump a la Oficina Oval. No por primera vez, Harris se hizo eco de los sentimientos de Michelle Obama , la ex primera dama: «Estoy aterrorizada», dijo Michelle en un podcast la semana pasada. «No podemos dar por sentada esta democracia».
Estamos muy lejos de 2008, cuando el marido de Michelle ganó la Casa Blanca apelando a la emoción opuesta. “Elegimos la esperanza sobre el miedo”, dijo Barack Obama en aquel entonces. Hoy, su partido opta por la ansiedad más que por el optimismo.
En el verano, Obama supuestamente le dijo a Joe Biden durante el almuerzo que la Casa Blanca no estaba lo suficientemente ansiosa por la posibilidad muy real de que Trump pudiera ganar nuevamente. Biden parece haber tomado en cuenta el punto. En lugar de tratar de convencer a los estadounidenses de que, a pesar del creciente costo de todo, todos estaban mucho mejor, volvió a su modus operandi de 2020: advertir al público que Trump es un aspirante a dictador que quiere acabar con la democracia. Sus últimos discursos han estado llenos de terribles profecías sobre lo que podrían traer cuatro años más de Trump. Donald «alterará fundamentalmente el carácter de nuestra nación», dice.
Por supuesto, Trump también incursiona en el miedo. De hecho, a medida que se perfila la cada vez más inevitable revancha entre Biden y Trump en 2024, ambas campañas esencialmente están haciendo el mismo discurso: vota por mí o el país y el mundo están acabados.
«No sé si lo sientes», dijo Trump en diciembre. «Pero estamos muy cerca de la Tercera Guerra Mundial». Plantea el espectro de la “aniquilación” nuclear y reitera la línea que utilizó para lanzar su campaña de 2016: “El sueño americano está muerto”.
El miedo es una emoción poderosa, sin duda. Trump y Biden, en 2016 y 2020 respectivamente, demostraron que, en una época en la que los estadounidenses están hartos de Washington, un rival puede utilizar la retórica negativa de forma eficaz. El problema de Biden es que, a diferencia de 2020, él es el titular. Las encuestas sugieren que los estadounidenses son ahora más pesimistas sobre la dirección de su país bajo Biden que bajo Trump. Y ahora Trump vuelve a ser el retador, el agente de cambio.
La psicología importa en las elecciones. Hillary Clinton descubrió por las malas que insultar a los votantes es un negocio arriesgado. Llamó a los partidarios de Trump “una canasta de deplorables”, y los deplorables surgieron de su canasta y destruyeron su ambición de convertirse en la primera mujer comandante en jefe.
Kamala Harris, quien reemplazará al frágil Biden en algún momento de su segundo mandato y así lograr lo que Hillary no pudo, tal vez tenga que aprender la misma lección, y tal vez esa sea la verdadera razón por la que tiene miedo de la reelección. Mientras tanto, los demócratas más reflexivos pronto empezarán a preguntarse cómo su partido pasó de la esperanza al miedo y por qué, si sus líderes aprecian tanto la democracia, tienen tanto miedo de las elecciones.
