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Editorial Rumbo Propio: Esa horrible palabra… «neoliberalismo»

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Vía Rumbo Propio

Abordamos nuevamente el examen de la voz “neoliberalismo” porque parece ser que otra vez se ha puesto de moda en voz del desgobierno, y que persisten las confusiones en cuanto a su sentido correcto. Nos vemos tentados a citar al conocido articulista Gabriel Boraginaen, para poder tener un mejor panorama del tema, ya que lo ha explicado varias veces y, en este caso, es importante la reiteración.

Es de notar que, el término es empleado -mayoritariamente- por los enemigos declarados o no ostensibles del liberalismo. Los liberales tenemos muy claro que el “neoliberalismo” no es liberalismo.

“Los antiliberales usan como sinónimos las palabras *liberalismo* y *neoliberalismo*. Pero en realidad, estas dos palabras no significan lo mismo. Esto se revela cuando se le pide al antiliberal que describa lo que según él es el *neoliberalismo*. Entonces citan como ejemplo países con monopolios, impuestos altos, salarios bajos, desempleo, elevado gasto público, inflación, etc. Sin embargo, todas estas cosas no son fruto del liberalismo sino de su contrario del antiliberalismo. Y es curiosamente al antiliberalismo al que se le llama *neoliberalismo*, con lo cual la confusión que tienen los antiliberales es mayor todavía, porque no se reconocen como culpables de las políticas que propician, ni de los resultados que ellas producen, que no son más que los nombrados antes en parte.”

“Neoliberalismo” es pues -en definitiva- antiliberalismo.

Ahora, por estos días, tenemos un ejemplo de una absoluta desconocedora y manipuladora vocero del desgobierno, tanto de liberalismo como del “neoliberalismo” que dice:

“Si dejáramos a la sociedad a su suerte, sin nadie que planifique y dirija, tal vez llegáramos a la sociedad perfecta del neoliberalismo, pero creemos más bien que la entropía sería cada vez mayor.”

El “neoliberalismo” no deja “a la sociedad a su suerte” sino todo lo contrario: interviene en la misma, la planifica y la dirige. Es decir, la incongruente llama “neoliberalismo” a las consecuencias prácticas del estatismo o dirigismo (contrarios al liberalismo). Demuestra lo ignorante en grado superlativo.

Sobre todo, que, en el liberalismo, la sociedad -en rigor- no existe, sino que hay individuos que actúan en su nombre. El liberalismo no aspira a una sociedad *perfecta*, toda vez que la perfección es ajena a lo humano. Desea una sociedad cada vez más justa, más abundante y rica en bienes y servicios para todos, gozando de liberad para producir lo que cada uno quiera, y para desempeñarse en lo que se encuentre más capacitado, enriqueciendo a sus semejantes para prosperar el mismo. Este es uno de los objetivos del liberalismo.

A los partidarios del mercado libre nos acusan con asiduidad de defender al “neoliberalismo“. Vaya uno a saber “qué cosa” podría ser para nuestros detractores el famoso “neoliberalismo”, que -en rigor- no pasa de ser un término peyorativo que usan todos los que no saben nada del verdadero liberalismo, excepto que esta última palabra no les gusta.

Cuando se piden “ejemplos” de “neoliberalismo” se suelen citar países con altos impuestos; monopolios de diverso calibre pero, habitualmente, en manos privadas por decreto o por ley nacional; desempleo; estímulos a las exportaciones; endeudamiento público (en rigor, estatal) y privado y, muy en general, a las políticas económicas seguidas -con desemejantes variantes y grados- en EEUU y Gran Bretaña, y en otras naciones latinoamericanas, durante las décadas de los años 80 y 90 del siglo XX, según los casos.

Pues bien, si es a esto lo que se considera “neoliberalismo” ha de saberse que Rumbo Propio no somos defensores del “neoliberalismo.

El instrumento favorito del “neoliberalismo” es la subida de impuestos, con la excusa de ser el “único” medio disponible para reducir el déficit fiscal. A esto se le llama el “ajuste neoliberal”. En tanto, el liberalismo -en cambio- enseña que por el contrario los impuestos deben comprimirse, a la par de la baja del gasto público.

En realidad, las políticas económicas mencionadas anteriormente y que se atribuyen al “neoliberalismo“ no son otra cosa que lo que Ludwig von Mises (y con él la Escuela Austriaca de Economía) designó con el nombre de intervencionismo, también llamado otras veces sistema “mixto”, “hibrido”, “dual”, “intermedio”, etc. que -en definitiva- poco o nada tienen que ver ni con el verdadero liberalismo ni con el capitalismo que, como hemos señalado en otras oportunidades, constituye este último “el anverso” económico de “la moneda” del liberalismo.

No han faltado tampoco quienes han rotulado aquellas políticas con el nombre de mercantilismo, que -en resumidas cuentas- no viene a ser, a nuestro modo de ver, más que una especie del intervencionismo.

Ya hemos explicado hasta la saciedad, como corriente filosófica, moral, política o económica el “neo-liberalismo” no existe. El empleo de dicho término a nada conduce, si lo que se pretende con el mismo es atacar al liberalismo, habida cuenta que este último nada tiene en común con aquel.

“neo-liberalismo” es estatismo, intervencionismo, dirigismo, colectivismo, socialdemocracia, populismo, etc. expresiones reflejan mucho mejor que este último lo que se quiere representar con él (las tremendas consecuencias ineludibles de aquellos sistemas).

El vocablo “neoliberalismo” sirve también para estos otros propósitos:

  • 1.       Busca desprestigiar al verdadero liberalismo, atribuyéndole los fracasos de las políticas estatistas.
  • 2.       Enmascara los magros resultados de estas políticas, recubriéndolas con un nombre distinto (“neoliberalismo”). Cuando los gobiernos socialistas fracasan o colapsan (como irremediablemente -a la larga o a la corta- termina siempre sucediendo) inmediatamente culpan de ello al “neoliberalismo”. Cuando -según sus particulares parámetros- obtienen algún “logro” lo atribuyen al socialismo que practican. Pero ambas terminologías traducen el mismo significado: el gobierno interfiriendo en los asuntos particulares, económicos y no económicos.
  • 3.       Es una palabra cómoda para los estatistas de todo signo (izquierda, centro o derecha) para eludir sus sentimientos de culpa por sus errores.

En Rumbo Propio  buscamos hablar y practicar el liberalismo con propiedad. Lo que necesitamos es una propuesta correctamente dimensionada. La autoridad moral y el prestigio necesarios para conducirla construyendo consensos alrededor de objetivos concretos y viables. La Libertad como valor político fundamental: Derecho a la Vida, Libertad Individual, Propiedad Privada, Equidad Jurídica, Educación para la innovación.

En nuestra actuación pública defendemos al liberalismo y suscribimos los supuestos de la democracia liberal.

CONSEJO FUNDACIONAL

Editorial

15 de Abril 2024

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