El régimen de Maduro, acorralado por la presión interna y el aislamiento internacional, intenta una vez más disfrazar su permanencia en el poder con un “cambio controlado”.
Para ello, recurre a un viejo truco: promover, con ayuda de falsos opositores y cómplices diplomáticos, una supuesta “transición” que no es más que la sustitución de un rostro por otro dentro del mismo aparato corrupto y represivo.
Se trata de un intento desesperado por prolongar el dominio del chavismo bajo otra etiqueta, usando la narrativa del diálogo y la reconciliación como máscara.
Pero ni los venezolanos ni los auténticos aliados con EEUU a la cabeza ya no se dejan engañar: saben que cambiar a Maduro por otro chavista es mantener intacto el sistema que destruyó la economía, encarceló a los disidentes y empobreció a todo el país.
No hay transición verdadera sin libertad, justicia y ruptura total con el régimen que secuestró a Venezuela.
Todo lo demás es el mismo disco rayado del chavismo; es decir, «el mismo Musiú con diferente cachimbo».
Omar González Moreno


