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El valor renovado del gentilicio venezolano, por @miguelmartint_

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Por Miguel Angel Martin

Fe, coraje y esperanza en tiempos difíciles

Hay palabras que nos definen ma´s alla´ de lo que dicen. “Gentilicio” es una de ellas. No se trata solo de un te´rmino que indica el lugar de origen. Es una forma de pertenencia, una identidad que se lleva en el alma, incluso cuando se esta´ lejos de la tierra natal. Ser venezolano, hoy ma´s que nunca, es una afirmacio´n de resistencia, de fe y de esperanza.

En medio de una historia reciente marcada por el dolor, la migracio´n y el desencanto, Venezuela ha recibido tres sen˜ales luminosas que reafirman el valor de su gentilicio: la canonizacio´n de Jose´ Gregorio Herna´ndez y de Carmen Rendiles, y el Premio Nobel de la Paz otorgado a una mujer venezolana. Tres hechos que, desde distintas dimensiones, devuelven al paí´s su dignidad espiritual y e´tica.

Los santos que devuelven el orgullo nacional

La santidad de Jose´ Gregorio Herna´ndez, el me´dico de los pobres, y de Carmen Rendiles, mujer consagrada al servicio y la educacio´n, no es solo un reconocimiento religioso. Es una reivindicacio´n moral. Ambos representan lo mejor del alma venezolana: la bondad silenciosa, la fe que no se rinde, el servicio que no busca aplausos.

San Jose´ Gregorio, con su bata blanca y su corazo´n generoso, une ciencia y espiritualidad en una figura que trasciende credos. Santa Carmen Rendiles, nacida con una discapacidad fí´sica, dedico´ su vida a ensen˜ar, a cuidar, a construir desde la humildad. En ellos, Venezuela encuentra modelos de virtud que iluminan el presente y dignifican el pasado.

El Nobel de la Paz: un mensaje al mundo

Desde otro plano, el Premio Nobel de la Paz otorgado a una venezolana representa algo ma´s que un galardo´n individual para Marí´a Corina Machado. Es una afirmacio´n internacional de que la lucha por la libertad, cuando se hace desde la conviccio´n pací´fica y la defensa de los derechos humanos, merece ser escuchada. Que una mujer nacida en esta tierra haya sido reconocida con el ma´s alto honor e´tico del planeta, no por el liderazgo que ostenta sino por la firmeza de sus principios, es un mensaje que trasciende fronteras.

El Nobel no premia solo una trayectoria: valida una causa. Reconoce que, incluso en medio de la represio´n y atropellos de un re´gimen autoritario, hay voces que no se apagan. Y que esas voces pueden representar el derecho de resistencia de un pueblo que sigue creyendo en la democracia, en la justicia y en la paz.

Tres señales, una misma esperanza

Los santos y el Nobel no son hechos aislados. Son parte de una narrativa ma´s profunda: la de un paí´s que, a pesar de todo, sigue dando testimonio de virtud. José Gregorio Hernández nos recuerda que la bondad cura. Carmen Rendiles, que la fe construye. El Nobel de la Paz, que la verdad transforma.

Juntos, estos tres reconocimientos devuelven al gentilicio venezolano su valor esencial. Nos dicen que ser venezolano no es sino´nimo de crisis, sino de resiliencia. Que nuestra identidad no se ha perdido, sino que esta´ renaciendo desde lo espiritual, lo e´tico y lo civil.

El gentilicio como raíz de reconstrucción

Ser venezolano hoy es un acto de fe. Es mantener viva la ternura en medio del dolor. Es seguir creyendo en la posibilidad de un paí´s distinto, aunque el presente parezca negarlo. Los santos canonizados y el Nobel de la Paz son sen˜ales de que el mundo au´n ve en Venezuela algo digno de admiracio´n.

Y eso importa. Porque la reconstruccio´n de una nacio´n no comienza en sus instituciones, sino en su alma. En la forma en que sus ciudadanos se reconocen, se respetan y se inspiran mutuamente. El gentilicio venezolano, renovado por estos gestos universales, vuelve a ser motivo de orgullo.

Seguimos de pie

La santidad de Jose´ Gregorio Herna´ndez y de Carmen Rendiles, junto al Nobel de la Paz, son faros en medio de la oscuridad. Nos recuerdan que Venezuela no ha sido olvidada. Que su gente, dispersa por el mundo, sigue llevando en el corazo´n una identidad que no se rinde.

Y que, al final, el gentilicio no es solo una palabra. Es una promesa. La promesa de que seguimos de pie. Seguimos creyendo.

Perfil del autor Miguel Angel Martin

Doctor en Ciencias (UCV). Especialista en Derecho Público (UCAB); Resolución de Conflictos (Government Institute, Minneapolis); y en Políticas de Seguridad y Defensa (Centro William Perry, Washington D.C.). Magistrado principal de la Sala Constitucional del TSJ de Venezuela. Profesor universitario. Actualmente en el exilio, analiza y denuncia el avance del autoritarismo en la región.

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